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Pese a las tantas pláticas en terapia, más las pastillas para la ansiedad, seguía igual, nada funcionaba... Solo sentía como mi vitalidad era consumida por alguna fuerza extraña. Te seguía anhelando.

Y tal como si te invocara, el timbre sonó. estaba contento y sorprendido, pues normalmente los fines de semana los pasabas con amigos, sin embargo ahí, frente ami, te encontrabas parado, esperando te invite a entrar, pero, impidiéndome darte una bienvenida acogedora, no tuve fuerza ni para formar una sonrisa en mi rostro que no pareciera una mueca falsa. A pesar de tu corta edad, solo con mirarme a los ojos alcanzaste a percibir que algo andaba mal, por lo que te lanzaste a mis brazos, soltándome segundos después para dirigirte a la sala de estar, subirte al sofá y seguido con según tu, un tono autoritario, pedir me acercara.

Esperabas obedeciera a tus señas indicando que te haga caso, pero solo me quede mirándote a lo lejos, cuestionándome lo que estaría pasando por aquella cabecita loca , e imitando mi acción, levantaste una ceja. no pude pensar mucho en ello, pues te veías tan malditamente adorable cuando comenzaste a hacer pucheros, que como siempre, termine cediendo; delicadamente tomaste mi rostro con tus pequeñas manos, dejándome sentir tu calidez, para con nacientes lagrimas juntar nuestros labios en un fugaz beso: "no estés triste", fue lo único que alcance a escuchar en aquel estado de shock en el cual caí, ya que aun sentía ese leve y suave contacto haciendo mi sangre hervir.




Pequeño mio.  Junhwan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora