Tres

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Llegué a la cafetería justo a tiempo después de todo un fin de semana durmiendo y un día entero de universidad. Desgraciadamente sí, solo tenía libres los fines de semana y lunes, de ahí en fuera mi tío se rehusó a darme algún otro día de descanso. Acomodé mi pequeña placa con mi nombre en mi camisa amarilla y entré en la cocina tras la caja después de saludar a algunos compañeros de trabajo que apenas empezaba a conocer.

Dentro de la cocina, básicamente mi trabajo era glasear las pequeñas y gorditas donas de los diferentes sabores, lo sé, un trabajo con una gran responsabilidad, pero lo prefería a hornear, realmente estar cerca del horno era un martirio. Personalmente, me gustaba más cuando no había ojos en mí y la cuchara accidentalmente tocaba el dorso de mi mano para poder limpiar el dulce lamiendolo, esa cuchara era tremendamente movediza. Cómo sea, tomé lugar frente a Rose, una compañera de trabajo que se veía realmente cómica en estas horribles redes para el cabello y comencé a glasear las donas de chocolate mientras ella me hablaba sobre su día.

Una hora después me tocaba cambiar de turno con Yugyeom en la caja, así que me quité los guantes de látex y la estúpida red para el cabello y fuí hasta la caja.

— Las donas aclaman tu ayuda para poder tener color y sabor, mi turno con el dinero. —dije a Yugyeom dándole unas palmaditas en la espalda. El río mientras asentía y se giraba.

— Al fin, ya me empezaban a doler los pies. —paso su pulgar por la comisura de mis labios y lo limpio en mi camisa— Ewk, aprende a limpiarte la boca si no quieres que Kim te corra apenas cumplas el mes.

Rodé los ojos— No va a correr a su sobrino favorito imbécil.

Una vez cada quién estuvo en su área comencé a atender órdenes y uno que otro pedido para las mesas. Realmente prefería glasear las donas, al menos comía algo, aquí solo veía a las personas hacerme caras de disgusto (no todas) ó intentar obtener mi número de teléfono. Miré el reloj en la pared sobre mí, en cinco minutos acababa mi turno al fin y unas horas después estaría en mi preciosa y amada cama contra este asqueroso frío. A veces, no era asqueroso si alguien te abrazaba; lamentablemente yo no tenía algún "alguien", ni siquiera a mi mami.

Entonces salió Yugyeom de la cocina mientras se quitaba los guantes, interrumpiendo mis depresivos pensamientos. De todos los empleados él era con el que mejor la llevaba, aparte de que éramos de la edad, era mi pareja de intercambios así que aunque no estábamos juntos en horario, en nuestros descansos platicábamos.

— ¿Trajiste almuerzo hoy o también me quitarás del mío?

— Parece que corriste con suerte, cociné algo. —caminé con Yugyeom dejándole la caja a él siguiente turno. Fuimos hasta nuestras mochilas de dónde sacamos cada quien un recipiente con comida y nos sentamos en una de las mesas traseras del lugar.

— ¿Qué tal el cambio? ¿Ya está desempacado todo? —preguntó desenrrollando sus palillos de una servilleta.

— Bueno, la mayoría, me da flojera sacarlo todo... —contesté mientras fruncía mi nariz.

— Mírate, si eres Conejeon, ¿Te inyectaron genes de conejo?

— Es lo más estúpido que he oído en mis 21 años de vida... —comencé, pero la puerta de la cafetería llamó mi atención. Ó más bien, quién entraba por ella. ¡Era él, de nuevo! ¡El castaño bonito del miércoles!

Mis fideos quedaron a mitad del camino mientras mis ojos seguían los pasos del chico y mi boca se abría un poquito de más. Bueno, tal vez todos pensarían que yo era alguien estúpido con la cara que cargaba. Pero esa belleza realmente idiotizaba. Casi hacia una semana desde que lo ví, y puedo jurar que mi mente no había grabado lo suficientemente bien lo bonito que era.

Black Eyes ||KookV|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora