Annie y la Orden del Fénix

Two

VISITANDO A HARRY

Annie estaba demasiado aburrida en su habitación. Desde que Harry había ido a su casa, el tiempo pasaba mucho más lento, desesperándola, pues no tenía mucho que hacer.

No tenía inspiración para dibujar en ese momento. Tampoco tenía sueño como para echarse una siesta y había terminado sus deberes.

Así que, decidida, se cambió a ropa de salir, pues seguía con su pijama aunque fuera las 2 de la tarde.

Tomó un dinero que había ahorrado, su varita, y bajó las escaleras.

—Mamá, papá —llamó Annie entrando al salón. Sus padres estaban viendo televisión y Alex dibujaba con sus crayones.

—¿Si cariño?

—¿Puedo ir a visitar a Harry? —preguntó rogando porque aceptaran.

Sus padres se miraron, algo inseguros.

—¿Quieres que te llevemos? —preguntó su padre.

—No, está bien. Tengo ganas de caminar —dijo Annie.

—Bien. ¿Llevas tu varita? —preguntó su madre, poniéndose de pie para darle algo de dinero en caso de necesitarlo.

—Aquí —Annie la mostró— y también algo de dinero.

—De acuerdo. Diviértete y cuídate —dijo su padre besando su frente.

Annie caminó algunas cuadras a decir verdad, pero el clima estaba fresco y el viento refrescaba. Una gran tarde de verano.

Entró a un pequeño vecindario donde todas las casas lucían iguales. Observó los jardines, los niños jugar y acarició a una que otra mascota que estaba por ahí.

Llegó a la casa número cuatro, nada fuera de lo ordinario. Se disponía a tocar el timbre, cuando vislumbró una cabellera negra moviéndose entre un arbusto.

Annie sonrió y sigilosamente se agachó detrás de él. Rodeó su cuello con sus brazos y dejó un beso en su mejilla.

Harry se mordió el labio mientras sonreía.

—Hola mi amor —murmuró. Annie se sorprendió.

—¿Cómo sabías que era yo?

—Tu perfume. Amo tu perfume —dijo dándose media vuelta para verla de frente.

—Rayos.. —murmuró Annie.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Harry curioso.

—Dije que te visitaría. Estaba muy aburrida en casa —se encogió de hombros.— ¿Qué estás haciendo en el arbusto?

—Intentando escuchar las noticias —respondió. Annie se tumbó junto a él y el pelinegro tomó su mano entrelazando sus dedos.

Una voz se escuchó dentro de la casa.

—Me alegra ver que el chico ha parado de meterse por medio. ¿Dónde está, de todos modos?

—No lo sé —dijo tía Petunia— No está en casa.

Tío Vernon dijo gruñendo:

—Mirando las noticias... —dijo mordazmente—. Me gustaría saber qué se trae entre manos. Como si a un chico normal le importaran las noticias. Dudley no tiene ni idea acerca de lo que se cuenta en las noticias; ¡dudo si sabe quién es el Primer Ministro! De todas formas no debe haber nada de sus noticias en nuestras noticias.

—Vernon, ¡shh! —dijo Tía Petunia— ¡La ventana está abierta!

—Oh, sí, perdón, cariño.