Six

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GRIMMAULD PLACE

Despues de haber leído el papel y seguir las órdenes de Moody de pensar en lo que acababa de memorizar, Annie se sorprendió.

Una puerta bastante estropeada surgió de ningún sitio entre los números once y trece, inmediatamente seguida por unas paredes sucias y unas ventanas sombrías. Era como si una casa extra se hubiera inflado, desplazando de su camino a las que estaban a sus lados.

—Vamos, deprisa —gruñó Moody, empujando a Harry por la espalda.

Subieron los peldaños de piedra y se quedaron parados frente a una puerta. Lupin sacó su varita y golpeó una vez la puerta con ella. Harry escuchó clicks metálicos y lo que parecía ser el estrépito de una cadena. La puerta se abrió con un crujido. 

—Entren rápido —susurró Lupin— pero no se vayan muy lejos cuando estén dentro y no toquen nada.

Traspasaron el umbral de la puerta para adentrarse en la más absoluta oscuridad del recibidor. Podía oler la humedad, el polvo y un olor dulzón que parecía arraigado al lugar; el sitio daba la sensación de ser un edificio abandonado. Miró por encima de su hombro y vio a los demás entrando detrás de ella.

Moody quitó el hechizo desilusionador de ambos con un toquecito de varita.

Escuchó una ruido sibilante y suave y entonces unas lámparas de gas totalmente pasadas de moda volvieron a la vida a lo largo de las paredes, arrojando una parpadeante y escasa luz sobre el despegado papel de la pared y la raída alfombra durante un rato. El oscuro corredor apenas
estaba iluminado por una luz tenue que reflejaban una tela de araña del techo y los marcos de unos retratos ennegrecidos por los años, que colgaban torcidos de las paredes.

Oyó el sonido de unos pasos rápidos y la madre de Ron, la señora Weasley, salió de una puerta situada al final del vestíbulo. Estaba sonriendo para dar la bienvenida y corrió rápidamente hacia ellos, aunque Annie se dio cuenta de que estaba bastante más delgada y pálida que la última vez que la había visto.

—¡Oh, niños! ¡Qué bueno verlos! —susurró apretándolos en un abrazo— estás tan bonita, Annie. Harry, estás algo delgado, aunque me temo que tendrán que esperar un poco más para cenar.

Se giró hacia la pandilla de magos que estaban detrás de él y susurró urgentemente— Acaba de llegar, la reunión ya ha empezado.

Harry tomó la mano de Annie para seguirlos, pero la señora Weasley les cortó el paso— No niños, la reunión es sólo para miembros de la Orden. Ron y Hermione están arriba. Bajen la voz en el vestíbulo.

—¿Porqué...? —quiso preguntar Harry.

—No quiero que nada se despierte.

—¿A qué se...? 

—Te lo explicaré más tarde, tengo que darme prisa, se supone que tengo que estar en la reunión...Sólo te enseñaré dónde tienes que dormir.

Presionando el dedo contra sus labios, los guiaba en cuclillas hacia unas largas cortinas carcomidas por el moho, detrás de las cuales Annie supuso que tendría que haber otra puerta. Después de ladear un enorme paraguas
que estaba de pie en el suelo y que parecía que hubiera sido hecho para la pierna cortada de un troll, empezaron a subir la oscura escalera, y pasaron por delante de una hilera de cabezas encogidas, que estaban enmarcadas en placas en la pared.

—Señora Weasley, ¿por qué...?

—Ron y Hermione se los explicarán todo, queridos, de veras que tengo que irme de prisa —dijo la señora Weasley distraídamente.— Allí... —estaban alcanzando el segundo piso— tu puerta es la de la derecha. Te llamaré cuando haya acabado. Después te mostrare tu habitación Annie.

Annie y la Orden del Fénix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora