Capítulo único

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Por fin sus pies habían vuelto a tocar tierra firme. El Continente Oscuro ya había quedado atrás y ahora tenía todos los ojos de su gente; los ojos que había obtenido de aquel príncipe... Tserriednich.

Ahora podía hacer lo que lo había estado atormentando día y noche;  podía enterrar los ojos de su gente para que descansaran en paz.

Los sentimientos de Kurapika estaban a flor de piel, y eso que solo había dado dos pasos tras bajar del navío, probablemente debido a la emoción a causa de poder cumplir su cometido.

Si vivía para ello, claro.

Aquella habilidad que lo salvó de morir en la extraña guerra de sucesión entre príncipes, el emperor time, le había arrebatado mucho más tiempo de vida del que alguna vez imaginó. Y es que habían tenido algunos problemas. No sólo la guerra en sí, sino la presencia de la araña y los múltiples enfrentamientos. Todo ello causó que ahora el rubio se preguntara cada mañana si viviría un día más.

Pero en ese momento no le importaba. Lo único que quería era que las almas de sus hermanos alcanzaran la paz.

Gon lo miró con sus ojos brillantes. El rubio no se había movido de esos dos pasos iniciales y parecía sumido en sus pensamientos.

─Kurapika, ¿Estás bien?─ Pregunta el pelinegro con preocupación. Temía por la estabilidad emocional de su amigo ahora que todo había acabado.

El aludido volvió en sí y le dedicó una sonrisa alentadora. Killua y Leorio los esperaban pasos más adelante cargando unas cajas. kurapika y Gon también llevaban cajas,  que contenían los ojos escarlata que había logrado recuperar. Todos se habían alegrado tanto por ello que se ofrecieron a ayudar a llevarlas sin dudarlo.


El lugar donde kurapika vivía destacaba por lo lúgubre; Leorio temía encontrarse a un asaltante cada vez que doblaban una esquina cuando iban de camino. Pero allí estaban, frente a un montón de ojos escarlata expuestos cuidadosamente, rodeados de flores ya marchitas.

─¿Q-qué... piensas hacer con ellos?─ Killua expresó abiertamente la duda que todos se hacían. El corazón del rubio daba un vuelco cada vez que lo pensaba.

─Yo... ─ su mirada se afiló sin darse cuenta, ya no había vuelta atrás─. los enterraré. Volveré para enterrarlos... al bosque donde vivíamos. Allí podrán descansar eternamente.

Las expresiones de sus tres amigos se suavizaron de puro alivio. Estaban realmente contentos porque su objetivo esta vez fuera algo apacible y que lo iba a calmar. Kurapika alzó la mirada hacia ellos con fijeza.

─P-puede sonar algo estúpido pero, ¿querrían... acompañarme?─ preguntó el Kuruta con timidez.

La verdad es que les había pedido aquello, no sólo por la confianza que les tenía, sino porque estaba seguro de que podría ser su último viaje juntos.

─¿Para qué estamos si no?─ Fue la respuesta de Leoro. Gon y Killua asintieron emocionados, aquello significaba una nueva aventura que se avecinaba.

Kurapika sonrió agradecido, aunque con algo de amargura.

En las horas siguientes se dedicaron a colocar en cajas todos los frascos con los ojos escarlata que el rubio había conseguido. Habían decidido partir temprano en la mañana; Kurapika parecía no poder esperar, estaba impaciente por volver al lugar donde creció, donde fue tan feliz... y donde se produjo su mayor desgracia.

Y así fue como, antes de la salida del sol, los cuatro amigos viajaban hacia el antiguo emplazamiento del clan Kuruta. Tras largas horas de viaje en dirigible, se habían adentrado en un inmenso bosque que parecía no tener fin. A pesar de todo, los chicos estaban asombrados ante la belleza de aquel lugar.

La última plegaria de un KurutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora