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Granja avícola Choi, Sur de Busán. Verano de 1922.


A Seokjin le encantaba la cabaña de Jungkook. Nunca había sido tan feliz como durante los fines de semana que pasó en la granja. Alquiló una habitación en casa de los señores Kang, situada en la misma carretera, e iba andando hasta el terreno todos los días. Colaboraba en dar de comer a las aves y recoger los huevos, pero se negaba a limpiar los gallineros.

-El olor me pone enfermo -le dijo a Jungkook-. Y no puedo volver a casa oliendo a gallinas.

A Jungkook no le importaba. Se conformaba con tenerlo allí, aunque fuera sin hacer nada. La alegría de Seokjin era contagiosa y él empezó a creer que el proyecto llegaría a buen puerto después de todo. Ciertamente, los gallos y las malditas gallinas estaban haciendo un buen trabajo y producía más huevos de los que podía vender. Ahora tenía un buen número de pollitos a los que podía engordar y vender.

Seokjin le preguntó cómo pensaba matarlos.

-Les partiré el cuello -dijo él.

-Papá dice que su madre lo hacía con un cuchillo.

-No quiero que las plumas se manchen de sangre.

-¿No tienes que desplumarlos, tesoro?  ¿Quién va a comprar un pollo que no esté desplumado?

-Sólo hay que quitar las plumas del cuerpo, Jinnie. La cabeza y el cuello se dejan como están para que el carnicero pueda colgarlos sobre el mostrador. Tienen peor aspecto si están cubiertos de sangre.

Seokjin se agachó para contemplar a un grupo de suaves pollitos.

-Pobrecitos

-Pobre de mí, querrás decir -Dijo Junkook- desplumaré hasta en sueños si el negocio despega. Las plumas se arrancan con facilidad si el cuerpo aún está caliente, pero incluso así el trabajo es duro.

-Habrá un montón de plumas, cielito. ¿Qué piensas hacer con ellas?

-No lo sé -Dijo Jeon, paseando la mirada por el campo-. Quemarlas tal vez. El olor inundará todos los rincones, pero al menos me libraré de ellas.

Tenía un buen problema con la paja sucia de los gallineros. Su intención era pudrirla, para luego venderla como abono, pero el proceso requería tiempo. Mientras tanto, las montañas de paja daban a la granja un aspecto más cochambroso y descuidado del que tenía en realidad. Al principio, Seokjin no pareció percatarse de ello, pero transcurridas unas semanas, empezó a regañarle.

-Nadie comprará tus huevos si han visto de dónde proceden. Creerán que están en mal estado. Tienes que pintar los covertizos, que den sensación de limpieza.

-No puedo permitírmelo -repuso, con evidente malhumor-. La pintura cuesta dinero.

-Pídeselo a tu padre.

-Ya me ha dado bastante.

Cuando sus reprimendas se volvieron insoportables, Junkook le sugirió que fuera él quien le facilitara el dinero para poder pintar.

-Tú quieres que nos casemos, Jin, pero eso no sucederá si la granja fracasa. sé que tienes ahorros. No te arruinarás por prestarme unos cuantos wones, ¿No crees?

-Papá me arrancaría la piel a tiras si se enterara de que le presto dinero a alguien que no es mi prometido -repuso Seokjin con coquetería-. Antes tendrás que regalarme el anillo, cielito.

-¿Y con qué voy a comprarlo? ¿Conoces a algún joyero que cambie gallinas por diamantes? 

Pero a pesar de la recurrente discusión por el dinero y el matrimonio, el verano y el otoño transcurrieron con bastante felicidad. Hizo calor en septiembre y octubre, y Seokjin bajó a Busanjin casi todos los fines de semana. Los sábados, cuando terminaban sus tares, él y Junkook encendían un fuego en la puerta de la cabaña; los domingos por la mañana se dirigían a la capilla metodista situada en el centro de la ciudad antes de regresar a casa a saborear la comida que Seokjin había preparado.

INNOCENT [kookjin/kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora