22 de abril del 2019
De nuevo, María pasándose con el bucle de fingir que es mi madre. Ni siquiera la susodicha, con lo exagerada que es, se ha puesto así de pesada con el tema; que si ''no entiendo porqué lo haces'', ''ni siquiera lo necesitas'' por aquí y por allá como era de esperar. No entiendo la razón por la que le parece inaceptable que haya aceptado un trabajito por la tarde pero tampoco es que tenga que entender a esta muchacha todo el rato, perdería la cabeza, bastante activas somos ya las dos mentalmente por separado.
-Me estás poniendo la cabeza como un bombo, chica. –le informo a ver si es consciente de que debe relajarse. –relájate, hazte ese favor.
-Tú eres la que debería relajarse.
En un principio me propongo ignorar el tonito que ha empleado pero a los segundos no puedo evitar cuestionar su actitud. Sólo faltaría que hubiese venido a la que ahora es mi casa nada más que para crear una nube de mal rollo.
-María, ¿vas a decirme qué te pasa... o vamos a seguir fingiendo que toda esa molestia que tienes es debido a que haya decidido libremente y de forma madura sacarme un dinero extra? –se lo digo en un excesivo tono cortante y nada más soltarlo me arrepiento. –y siento si ha sonado muy borde, no era mi objetivo ni mucho menos, pero de verdad, te conozco; sí, lo hago, y sé que te pasa algo.
-Estoy preocupada por ti.
-Y yo por ti.
Nos quedamos en silencio mirándonos hasta que se deja caer en el sofá y pone los pies sobre una de las cajas de la mudanza.
-¿Tanto necesitas ese dinero? –suspira. –sabes que yo pue-
La interrumpo porque ya sé que es lo que va a decir. –No quiero que me dejes dinero. –me siento a su lado. –estoy bien, ya lo sabes, no me habría metido en esto. –hago un gesto señalando al estudio. –de verdad, no me habría independizado si no pudiese permitírmelo y estar tranquila. No contaba con este trabajo, ya te he dicho que es algo que surgió.
Suspira y sonríe. –Pensaba que ibas a tomarte tus ratos libres en mejorarte... ya sabes.
-Le das mucha más importancia tú a esta mala racha que yo... -río con pesadez. -encima hablas de ello como si fuese explotación que trabaje por la mañana y algunas horas por la tarde, y bueno, encima temporal. Por favor, la mayoría de la gente trabaja muchas más horas que yo.
-Tal vez esté siendo una maldita pesada. –apoya su cabeza en mi hombro. –llevas razón y cuando llevas razón te la doy.
-Eso es discutible.
-Cuando no te doy la razón es porque no la llevas Luisi. –me mira y golpea el hombro cariñosamente.
Paso de esa bobada y opto por ir al meollo del asunto. –María, ¿qué ocurre? ¿estás bien? Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que haga falta.
Puedo ver en su mirada la duda y eso me pellizca el corazón porque el simple hecho de pensar que no se sienta cómoda comentando cualquier cosa conmigo... me entristece. Pero después de entrelazar su mano con la mía y apretarla, sé que la duda no tiene nada que ver conmigo, simplemente parece que no está preparada para contarme lo que sea que le preocupa.
-O bueno, ahora o cuando quieras, pero si compartirlo te ayudará... sabes que aquí siempre tendrás mi hombro. Hasta que me muera al menos. –bromeo con naturalidad.
Sonríe de medio lado y con un halo de tristeza. -¿recuerdas cuando el viernes no pude ayudarte a empezar a traer cajas? –habla con lentitud y aprieto su mano en señal de que continúe. –Luisi, estaba de reposo, en casa. No estaba trabajando.
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EL TEATRO, QUE BAILA
RomanceLuisita ha llegado a ese momento de su vida en el que algo en su interior le susurra una y otra vez que debe ''dar un salto al vacío''; el problema es que no lo entiende. Si le hubiesen preguntado hace cinco meses cómo iba su vida, no habría dudado...