Capítulo 3: Mármol

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Por lo que no se percato en absoluto de que un hombre y una mujer de avanzada edad se acercaban a la parte trasera del auto para retirar el equipaje del maletero y llevarlo al interior de la mansión

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Por lo que no se percato en absoluto de que un hombre y una mujer de avanzada edad se acercaban a la parte trasera del auto para retirar el equipaje del maletero y llevarlo al interior de la mansión. Murat le concedio unos instantes para que admirara el exterior y luego poso su mano con suavidad en la parte media de su espalda para conducirla al interior.

La edificación de un blanco inmaculado se erigía sobre el césped impecablemente cortado que rodeaba la propiedad. Lo primero que saltaba a la vista eran las formas cuadradas y curvas perfectamente distribuidas en la parte externa de la gran mansión, propias de un costoso trabajo de arquitectura. El estilismo moderno podía distinguirse en los grandes ventanales de cristal.

Al entrar, Elissandra no pudo más que emitir un resoplido de admiración ante aquel ostentoso vestibulo. Había varias columnas de estilo griego de un perfecto marmol blanco que parecían aguardar a los visitantes con tranquilidad en la imponente estancia. Cuatro de esas columnas se ubicaban a pocos pasos de la entrada rodeando un hermoso árbol bonsai perfectamente cuidado. El techo se encontraba iluminado por una enorme araña de cristal en forma de lágrima situada justo en medio de 2 escaleras enormes. El suelo que en su mayoría era de color blanco lucía unos hermosos rombos de colores negro y dorado de estilo turco.

En ese momento comenzó a sonar el teléfono celular de Murat, quien lo contestó en seguida y frunció el ceño. Le indicó en turco al ama de llaves que condujera a Elissandra a su habitación.

Una vez dentro trato de ordenar sus pensamientos, sintió el pánico creciendo en la boca de su estómago y su respiración acelerarse. No se fijo en el lujoso dormitorio, sólo camino por inercia hacia la enorme cama y se dejo caer en uno de sus costados.

Había conocido a Murat hacía dos años atrás y desde entonces el contacto con él, aunque fuera virtual, se había hecho un indispensable en su vida. Cada vez que escuchaba el tono de notificación de su celular corría a contestarlo puesto que sabía que era él. Para ella el mejor momento del día era cuando Murat le hacía una video-llamada. Y es que, a pesar de que no lo conocía en persona, lo percibía como alguien cercano. Tanto era así, que se había abierto con él para contarle la trágica historia de su vida, pero era en este momento que se daba cuenta de que no sabía absolutamente nada sobre él. Lo que más le aterraba de todo era que sin pensar en las consecuencias, había dejado atrás su país sólo para estar con él, para conocerlo en persona. Jamás, durante toda la preparación de este viaje, se había detenido a pensar que al llegar a su lado estaría por completo a su merced. Aun cuando había estudiado el idioma durante seis meses y Murat había insistido en aguardar a que terminara su carrera, sabía que no podía independizarse nada más llegar.

Elissandra cerró los ojos y respiro profundamente, diciéndose a sí misma que la confianza ciega que sentía hacía él había sido la causa de que realizara aquel viaje, y que debía mantenerla con firmeza ahora que estaba a su lado. Abrió los ojos con la determinación tatuada en la mirada, y se dispuso a recorrer su habitación.

Hecho un fugaz vistazo en el dormitorio de amplias paredes color gris que contrastaban con los colores negro y plata de la cama y los muebles de la habitación. Luego, ella fijo su atención en el inmenso ventanal de cristal que permitía la entrada de luz natural a la estancia, y que además precedía el enorme balcón cercado con una barandilla cilíndrica de cromo plateado tan reluciente que casi podía reflejarse en el.

Elissandra deslizó con cuidado la puerta corrediza para acceder al balcón y admirar la panorámica. La gran extensión boscosa sólo terminaba donde nacía el atardecer. Había un hermoso acantilado por donde el sol comenzaba a esconderse, y el contraste de colores azul y naranja del cielo provoco un enorme suspiro en Elissandra.

- Espero que te guste -dijo una voz conocida tras ella, que le cortó la respiración por la sorpresa.

- Lo siento no te escuche llegar - dijo con tono de disculpa a Murat y le sonrió tímidamente -. Me encanta.

- Entiendo que nada es como lo esperabas - dijo y dejó colgando esa frase entre ambos mientras observaba atentamente el rostro de Elissandra donde se reflejaban sus emociones como si de un libro abierto se tratase.

Ella abrió los labios como si quisiera decirle algo, pero los cerró de nuevo y suspiró. Él espero a que ella rompiera el silencio.

- Es que no esperaba que tuvieras ésta clase de vida - dijo al cabo de varios segundos, y se atrevió a mirarlo directamente a los ojos -, y siento que no te conozco -terminó mordiendose el labio. Él se acerco a ella sin dejar de mirarla a los ojos, y coloco la mano en su barbilla para atraerla hacia él y posar sus labios en los de ella, en lo que para Elissandra fue el beso más dulce de su vida. Rozaba sus labios con suavidad alargando aquel beso con tortuosa lentitud, provocando severos estragos en el ritmo cardíaco de Elissandra, que en aquel momento se sentía tocar el cielo. Él culminó el beso alejandose con delicadeza.

Cuando ella abrió sus ojos se encontró con los de él, que la veía con una sonrisa y un extraño brillo en los ojos del que ella no se percató en absoluto.

- Después de dos años, ahora veo porque te aguarde. Eres dulce como la miel más pura.

Ella sólo lo miraba embobada, él le acarició la mejilla.

- Ponte cómoda, ordene que te traigan la comida a tu habitación para que puedas descansar. Mi casa es tu casa. Ahora debo irme, tengo unos asuntos que resolver, pero volvere antes de que despiertes por la mañana - dicho esto le sonrió y sin decir nada más abandono la habitación.



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