capitulo 2

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Esa noche, cuando su padre llegó, estaba muy asustada, pero en su mente rodó la idea de que su madre quizás, se había olvidado del incidente con Liza. Porque, había jugando con ella todo el día. Además de que Ana hizo los quehaceres domésticos, todo el día sin queja alguna, pero por si acaso, para evitar que su padre la maltrate; se fue a dormir temprano. El sólo hecho de verla,  lo enojava y siempre encontraba la manera de enfadarse con ella y hofenderla en reiteradas ocasiones. Por si acaso, ella estaba fingiendo estar dormida, para escuchar lo que decían, era tarde y realmente estaba cansada por hacer todas esas cosas más aún siguió escuchando.

Recostada en un colchón pequeño de una plaza, fino y viejo, que sus padres habían comprado cuando recién se caserón; se lo habían dado hace mucho tiempo, cuando tenía unos tres años y un toldo de la misma época del colchón. Este mismo había sido remendado, por ella misma en muchas ocasiones.

Su cama estaba ubicada en un espacio de la casa, donde se ponían las cosas que no se usan, era un tanto peligroso, pues tenía que pasar con sumo cuidado, las tablas eran viejas y pasaba por las varengas del suelo donde se conectan las tablas; era más seguro. Se acomodó allí, ese era su opción o abajo en un lugar cerrado donde colocaban el arroz, destinado para la siembra del verano.

Ese lugar era frío, aunque agradecía que sea arriba y no abajo. El frío tenía justificación, pues sólo tenía unos trapos viejos para cubrirse. Sí por si acaso alguien llegue a quedarse en la casa, ella saldría de su lugar y entraría al cuarto de Liza, que aunque sea de tablas era seguro, limpió y su cama era nueva, su toldo también, pero no podía entrar a su cama o la castigarian, ya le pasó una vez y no quería que se vuelva a repetir. Lo hacía por ordenes de su padre, para que nadie sospeche de lo crueles que estos eran.

Despues de un rato de escuchar la conversación de sus padres,   como no notaba que su madre diría algo, se calmó y se durmió, al poco tiempo su padre como todas las noches se acercó a darle las buenas noches a Liza, notando la raspadura en su rodilla izquierda; le pregunto a su esposa, calmado --¿Qué le pasó a Liza en la rodilla?-- está
reaccionó como si hubiese recordado algo, que le tenía que decir a su esposo, golpeado con el puño la palma de su mano --es verdad te lo iba a contar-- le dice --pues dime, ya es tarde y mañana tengo que irme a trabajar temprano-- abostesando dice --tengo sueño-- entonces su esposa responde --está bien, pues veras, ella estaba jugando con Ana y calló-- continuó después de una pausa, al ver la expresión de su esposo --según Ana se calló solita, pero no se, si fue ella quien la hizo caer, quizás por envidia o por como la tratamos-- esto último sacó de sus casillas a su esposo, por la manera de como se expreso del caso, es como si lo hubiese hecho a propósito, tentándolo a que la castigue.

De inmediato, su padre tomó un látigo de cuero y entró enojado al rincón donde estaba Ana, pasó por las  varengas del piso y al llegar la despertó a gritos, después, la tomó por los pelos. Ante lo que hacía su padre, ella intentó que la suelte del cabello, le dolía. A rastras la sacó de su cama, como estaba concentrada en liberarse del agarré, no se percató donde pisó, se apoyó en una tabla que se encontraban en mal estado, callendo y metiendo la pierna derecha por el hueco, Sebastián no espera a que ella se incorpore, causando que se corte con un clavo, este le dañó a un costado de la rodilla, pues la había levantado tirandola del cabello muy rápido.

La saco fuera de la casa, arojandola contra el suelo; al caer ella notó que su pierna derecha estaba llena de sangre, la cubrió para hacer presión en la herida. Lo notaron, pero no le dieron importancia, como, sabían que su casa estaba rodeada de matas de  verde, no se preocuparon porque los vieran, sino por el ruido que podían hacer, no querían llamar la atención de los vecinos, estos no se encontraban muy lejos, empezó, advirtiendole --te advierto, si haces ruido te irá peor-- después, dijo muy enojado,  con voz en tono normal, pero terrorífico --cómo te atreves a lastimar a Liza, niña estupida-- y  sin más, le dio un latigazo que la hizo encrispar su espalda y luego enderesarla nuevamente, mientras, sostenía su rodilla, porque, con el golpe un poco de sangre salió, de está. No le importó, a éste padre inhumano que la continúo asotando. La hizo llorar, pero no gritó, sabía que si lo hacía, sería peor, pues se lo había advertido anteriormente, los contuvo como pudo, mordiendo sus labios, y ahogando entre ellos un dolor insoportable.

Él Dolor, Él Amor Y Él CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora