Capítulo 3

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[*]

Una vez dentro del autobús mi cabeza estaba como loca. Puse música en mi celular para relajarme, y de inmediato recordé al niño de la solicitud, pero no quise revisar su chat, no era el momento para eso. Sentía calor por todo mi cuerpo pero sudaba frío, tenía mucho miedo.

Una vez ya frente a mi casa, miré la puerta y quise planear un discurso rápido pero no valía la pena en realidad, así que solo entré.

《Vamos. Quizá no te griten.》

Entré y saludé.

-Buenos días, papá. Buenos días, mamá. 

Me volteé, ya que ninguno de los dos respondió, y me encontré con la "sorpresa" de que estaban discutiendo. 

Algo en mi se calmó porque eso querría decir que no iban a preocuparse de mi mala noticia, y que después de todo las cosas seguirían como están.

-¡Solo vete! —exclamó mamá.

-¿Pero qué demonios te pasa? ¡Esta es mí casa! —la voz de papá siempre era la más alta— ¡ya estoy harto de tú y tus reclamos, hago lo posible por mantener a esta familia!

Y siguieron así, durante un largo, muy largo rato. No paraban de gritarse, una y otra y otra vez. Esto ya se me hacía una costumbre. Pero, ¿cómo decirles qué me van a suspender de la escuela? Decirles que quizás tendré qué faltar una semana debido a ello, es todo un desafío para mí.

Maldita sea, que osado...

Caminé lo más lento que podía preparando algo que decir en mi cabeza mientras iba directo a la habitación de mis padres. Muchísimas excusas y victimización rondaban pero no encontraba el argumento correcto porque realmente no fue una casualidad, fue algo que planeé y actúe, sin arrepentirme de ello.

Hasta que abrí la puerta.

-Mamá. Tengo que decirte algo.

Su mirada de desprecio estaba clavada en mí desde el segundo en su habitación.

¿En serio me merezco esa mirada?

¿Tan mala hija he sido?

-¿Qué quieres? —su mirada transmitía cansancio y odio— estoy ocupada ahora, y tu papá llegará pronto.

Mis ojos no podían dedicarle una mirada de ninguna forma, no podía ser tan osada para mirarle directamente, menos aún con esta mala noticia.

- Mhm... solo quería decirte que si es que llaman de la escuela, es probablemente para un castigo o una posible suspensión...ya que...

- ¿Es en serio? —golpe la cama con su puño— ¿en serio vas a dar más problemas, Miranda? ¿No crees que es suficiente?

Su ceño se frunce y el miedo comienza a recorrer mi cuerpo. Ella se para y sus puños salen a la luz.

- M-mamá —tartamudeo nerviosa— No es lo que parece, yo no... —agh no sé como explicarlo...—  ¿recuerdas a los niños que me hacían bullyng?

Ella frunce aún más su ceño.

-¿De qué me hablas ahora? Podría apostar lo que quieras que es solo una excusa para encubrir tu error. Demás te descubrieron fumando o haciendo algo indebido, nunca puedes comportarte, por la mierda Miranda. —se para de la cama y comienza a apuntarme con el dedo— escúchame, vas a volver ahí, tendrás que solucionar el problema. No puedes estar aquí todo el día.

‐ Mamá, no es eso, te lo prometo. Es por el bullyng, me harté y golpeé a uno de mis compañeros en la nariz y el comenzó a sangrar y...

- ¿Entonces estás hablando en serio? —su tono de voz de suaviza por primera vez.

- Si, mamá. Llevan años molestandome y no puedo más. — mi voz se quiebra al pronunciar las últimas palabras.

Ella se queda sin decir nada y por primera vez puedo ver preocupación en su rostro, pero no ve la forma de demostrarlo.

Maldita sea, ¿cómo no vas a saber nada de esos niños? Me han molestado durante años y te lo he dicho, ¿acaso no lo recuerdas? No es que no recuerdes eso, sino que recuerdas que tienes una hija.

Respiro sigilosamente hondo y cierro los párpados un momento para controlar mi impotencia.

-Olvídalo, mamá, está todo bien, no te preocupes.

Me volteé y salí de su habitación.

Recuerdo esos tiempos, cuando había ese cariño entre todos; cuando no había que ver el amor como un sueño o un anhelo, cuando las acciones nacían y eran; cuando éramos una familia.

Al llegar a mi habitación no logro ni escuchar ni ver a papá por la casa, me percato de que había salido por la discusión de hace un momento y por su trabajo. Lo que me da tranquilidad.

El hecho de que ellos vayan a separarse me aterra porque sé que tendré que quedarme con uno de los dos.

Papá está más irritable porque mamá perdió su empleo; y gracias a lo que su jefe escribió en su expediente, nadie quiere aceptarla cómo empleada. No quería ver ni oír a nadie, sabía lo que pasaría con la casa, con nosotros y con su matrimonio.

Hace una semana atrás, vinieron unos psicólogos a nuestra casa, debido a que los vecinos están al tanto de lo que pasa con nosotros. Nuestra casa no es 5/5 pues sus paredes no son totalmente aislantes de sonido y escuchan las discusiones, los golpes, y como es el trato en sí en la casa. Además de ser un barrio bastante pequeño. El patio de la casa da con la calle, y es compartido entre todas las casas. Y hace unos días salí a comprar unos útiles para la escuela y Javier estaba afuera con más jóvenes. Intenté correr pero me tropecé con mis cordones y caí.

Para mí era la mayor lluvia de piedras que podría haber visto en mi vida, caían y caían sobre mí, y por todas partes, de parte de caras que jamás había visto y que puedo asegurar eso de ellos también.

Es impresionante como la gente puede hacer que odies a otra gente sin conocer.

Y lo peor de todo, es que vi a papá mirar desde la ventana y no hacer nada.

¿Tan poco valgo para él?

Para mala y buena suerte mía, este acto fue presenciado por mucha gente, sobre todo vecinos; ellos se llamaban y avisaban entre sí lo que ocurría, no había que ser muy inteligente para saber que mis padres si sabían lo que estaba ocurriendo y que por decisión propia no hacían nada. Veía los cortes en mis brazos y ahora unos nuevos por las rocas, también tenía la cara llena de sangre y ya ni podía ver.

Si embargo no pasaron más de 4 minutos luego de ver a vecinos asomarse y tal para que llegara uno de los hijos de una vecina de por aquí a ayudarme. Golpeó a la mayoría de los chicos he incluso dio patadas sin mirar atrás. Debe ser molestoso para ellos también escuchar todas las peleas y malos tratos hacía mí y no poder hacer nada.

Cuando pude abrir los ojos pude percatarme de que era el hijo mayor, de aproximadamente unos 22 años. Atiné a levantarme pero caí de golpe, no tenía fuerza ni en brazos ni piernas. Estaba toda herida por todos lados.

Siento como me ayuda a pararme y me limpia pedazos de sangre.

Me siento avergonzada.

- ¿Estás bien? —yo asiento sin mirarle aún— de verdad espero esto no vuelva a repetirse, no debes dejar que nadie te trate así.

- Gracias por tu ayuda, realmente la necesitaba...

- Mi casa está allí —apunta— estaré al tanto, y por favor, dile a tus padres de que dejen de ser tan estúpidos.

Se agacha un poco y me abraza. Me sacudo un poco la tierra que me había quedado encima para luego entrar a casa.

Y es por eso que sé que los psicólogos vinieron por orden de ellos, que además aclararon proporcionar un tratamiento a ellos y no a mí.

La ayuda duró unas horas cuánto mucho, porque mis padres les echaron de la casa, y dijeron que ellos sabían como ser padres, y nadie les cree eso.

AMOR SUICIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora