✦ 3. El destino.

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El sol iba saliendo por encima del bosque y si de otro momento se tratara, hubiera estado encanta de aquella hermosa imagen. No pegué un ojo en toda la noche, me había mantenido mirando por la ventana a la oscuridad y la densa neblina que cubría el paisaje. Demasiadas cosas pasaron por mi mente en la noche, quería abrir la puerta y salir corriendo, pero algo dentro de mí decía que no hiciera, mi vida podía acabar en dos minutos si intentaba abrir la puerta y el conductor sacaba el arma para detenerme con un balazo.

Él, por su parte, si había tenido un sueño reparador, no se había despertado en toda la noche a pesar de dormir en una horrible posición en aquel incómodo asiento. Habíamos retomado la carretera hacia ya alguna dos horas, aun sin romper el silencio. Aún me cuestionaba si realmente estaría sacándome del país. Tal vez y solo tal vez, quería exagerar la situación, ya que no podías sacar ilegalmente alguien y menos secuestrada.

El auto hizo la parada en un viejo aeropuerto casi abandonado. Varios hombres abordaban una pequeña avioneta con equipajes y maletines. El corazón amenazó con salirse de mi pecho al confirmar que todo era cierto.  Tomé el manubrio de la puerta y el conductor me miro rápidamente. Su intimidante mirada me amenazó, me indicó claramente que no lo hiciera, solo con sus grandes ojos grises. Pero al parecer la mía si le confirmo que lo iba a hacer, ya que intentó agarrar mi brazo, pero en un solo movimiento quité el seguro y salí del auto.

Cuando mis pies tocaron el suelo, no dudé dos veces y corrí sin mirar hacia donde, solo despegue rápidamente. Podía saborear mi libertad y podría dejar aquella locura atrás, pero eso no sucedería. Un disparo se escuchó tan estridente que paré en seco y por la rapidez con la que corría caí incada en una rodilla.

Sentí un terrible dolor apoderarse de toda mi pierna, era muy aguado y me tomo un par de segundos levantarme. Me aseguré de no ser yo la que cargaba con aquella bala y no, estaba intacta, excepto por mi rodilla. Al girar lentamente me encontré con aquellos penetrantes ojos tan cerca, que por retrocedí por la cercanía.

— Me tienes harto — dijo en voz baja. Su tono destilaba enojo.

Eché una mirada sobre su hombro y cuatro hombres se encontraban con sus armas apuntándonos o a apuntándome a mí. Solo pensar que por esa estupidez podría terminar en una cuneta como un simple cuerpo que ya no servía, me hizo engrifar. Me tomó del brazo con fuerza, pero no como para lastimarme y me llevó hasta el avión, los hombres seguían mirándome como a cualquier mono de circo.

Uno de ellos, con cabello rojo casi carmesí, nos interceptó antes de que subiéramos al avión — Con que esta es tu pequeña fiera — comentó con una risa burlesca, mirándome de arriba abajo.

— Déjalo, John — amenazó mi opresor.

Subí las escaleras con dificultad, pues el dolor en mi rodilla no había cesado y con la suerte que cargaba, seguramente estaba rota o astillada. El interior del avión, se encontraba vacío, adornado con sillas desgastadas y ventanillas sucias. El ojo de gato me empujó hasta caer en el asiento y me pasó una bolsa con el logo de McDonald's afuera.

— Come. Nos iremos en unos minutos y es un vuelo de casi quince horas.

— ¿Quince horas? Dime a donde me llevas — ordené desesperada.

Me sostuvo la mirada por unos segundos y entre abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró. Estaba pensando muy bien su repuesta.

— Rumania — contestó al fin.

Luego desapareció por el pasillo y bajo del avión.

¿Rumania? Eso no podía ser cierto, ya estaba más convencida que nunca, de que esto iba a ser mi fin, con tan solo veintidós años de edad, sin ser mi culpa, he terminado secuestrada por asesinos que seguramente me iban a vender o prostituir en algún prostíbulo asqueroso de Rumania. Gia.

Realidad Inquebrantable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora