Capítulo 2

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Después de lo que se sentía como el viaje más largo que haya hecho en mi vida llego a casa, afortunadamente no hay nadie aún. Mis padres, ambos trabajan, y Sarah, mi hermana mayor, se casó el año pasado y vive con su marido del otro lado de la ciudad, desde hace 3 meses están esperando un bebé.

Subo a mi habitación apresuradamente y me quito el uniforme. De nuevo me encuentro frente al espejo, esta vez en ropa interior, tengo un par de golpes del lado izquierdo junto a las costillas que, a través de mi piel pálida, parecen un par de enormes manchas de un color púrpura muy obscuro, también tengo una pequeña herida en la rodilla izquierda.

El espejo en mi habitación está ubicado justo detrás de la puerta, a tal altura que apenas puedo ver por debajo de mi rodilla, solía estar colocado allí para Sarah, pero esta habitación ahora es mía y ciertamente no soy tan alto como ella, lo que me hace sentir incómodo siendo un varón de 17 años.

Me dirijo a tomar una ducha caliente, me siento sucio. Odio tener esa sensación de tierra y arena entre mis manos y mi cabello, detesto el hecho de saber que hay sudor por todo mi cuerpo.

Al salir de la ducha me encuentro con que mi madre ha llegado, está en la cocina silbando una canción con la que últimamente está obsesionada.

Afortunadamente ella no es quien lava mi ropa sucia, desde que tengo memoria ha habido personal de limpieza aquí que se encarga de todas las labores domésticas. Vienen a casa todos los días por las mañanas. Mi madre no verá el uniforme sucio y no se dará cuenta de lo que pasó esta tarde.

A veces, también, desconfío de las afirmaciones del Sr. Evans, no creo que le haya llamado. En realidad, como todos, pienso que esa es una absurda amenaza que usan todos los maestros para obtener algo de ti.

Me pongo lo primero de ropa que encuentro, camino hacia las escaleras que cruzan por el vestíbulo, las bajo y doy vuelta hacia la cocina.

"Hola mamá" Le digo con una sonrisa, realmente me alegra verla

"Hola Alex... pero ¿qué rayos te ha pasado?"

Mil colores iluminan mi rostro, soy un verdadero estúpido, olvidé por completo que tengo una enorme mancha roja en la mejilla.

Mi madre nunca había sonado tan preocupada.

"Nada" le contesto mientras llevo mi mano a cubrir mi mejilla. "Tropecé en la escuela, en el patio que tiene rocas y caí justo encima de una de ellas"

Es una mentira no muy fácil de creer, probablemente la mas estúpida que jamás haya dicho. Sí existe tal patio, está del otro lado de mi escuela, donde estudian los chicos de grupos más avanzados. Y sí fue en tal patio que resulté herido, pero no fue por una caída que terminé así. Por suerte es la única herida visible que tengo.

Pretendiendo creer en la mentira que acabo de echarle me dice "En cuanto llegue tu padre la cena estará servida"

"Excelente, entonces estaré un rato más en mi habitación." Le digo mientras tomo una cereza que está en la mesa de la cocina y la llevo a mi boca, olvidándome de la escena que pasó hace apenas 10 segundos.

Mi madre solo hace un gesto de indignación mientras asiente con la cabeza y gira los ojos de un lado a otro.

Subo corriendo por las escaleras por las que bajé, llego a mi habitación y cierro la puerta.

Reproduzco un poco de música en el mini componente que se encuentra en una repisa justo por encima de mi cama. Admito que la época de los 80's, aunque no haya sido ni cerca de la década en la que nací, fue una época muy buena en lo que se refiere a música, o al menos es mi favorita.

Enciendo mi computadora dispuesto a charlar con Elle, mi mejor amiga. Debe estar preocupada por no haberme visto hoy en clase de química ni después de ella, pero me avergonzaría mucho confesarle donde estuve está tarde.

Sólo la saludo y le pregunto acerca de la clase, le pido verla algún día por la noche, indiscutiblemente necesito algún tipo de asesoría, de lo contrario, mis notas bajarán de una manera en la que no me puedo permitir, y entonces el Sr. Evans sí tendrá esa charla con mis padres. La debo evitar a toda costa. Mi padre enfurecería.

Está obscureciendo y mis ojos ya no soportan la luz de la computadora por sí sola. Me levanto a encender mi lámpara y cuando vuelvo a ver la pantalla hay una conversación nueva en el chat.

Sólo una palabra.

Una palabra es suficiente para que aquella sensación de llanto vuelva a mí, para que recuerde repentinamente el dolor de cada uno de mis golpes.

Tan solo leo una palabra que me hace pensar en mi madre, en mi padre.

En la clase de química que perdí el día de hoy.

Recuerdo la mirada penetrante del Sr. Evans y el camino hacia el salón de castigos.

Recuerdo el frío y el silencio.

Un montón de sensaciones recorren mi piel mientras mi mirada sigue fija en la pantalla leyendo aquella palabra que desearía poder borrar del vocabulario.

Marica.

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