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A mis ojos se ha ofrecido un espectáculo doloroso, pavoroso: yo descorrí el velo que ocultaba la perversión del hombre. En mi boca, semejante palabra está por lo menos libre de una sospecha, de la sospecha de contener una acusación moral contra el hombre. Ha sido pensada por mi – querría destacar esto una vez más –, libre demoralina; y esto hasta el punto de que tal perversión es considerada por mi precisamente allí donde hasta ahora se aspiraba más conscientemente a la virtud, a la divinidad. Yo (y esto se adivina) entiendo la perversión en el sentido de decadencia; sostengo que todos los valores en que hoy la humanidad sintetiza sus más altos deseos sonvalores de decadencia.

Considero pervertido a un animal, a una especie, a un individuo, cuando pierde sus instintos, cuando escoge y prefiere lo nocivo. Una historia de los sentimiento superiores, de los ideales de la humanidad – y es posible que yo la escriba –, sería tal vez la explicación de por qué el hombre se ha pervertido de este modo. Para mi, la misma vida es instinto de crecimiento, de duración, de acumulación de fuerzas, de poder; donde falta la voluntad de poderío, hay decadencia. Sostengo que a todos los supremos valores de la humanidad les falta esta voluntad; que los valores de decadencia, los valores nihilistas, dominan bajo los nombres más sagrados.

El Anticristo》Friedrich NietzscheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora