LOCURA

19 4 1
                                    

Llego a casa tras una dura jornada de estudios. Las luces están apagadas y la puerta está abierta. Entro y lo primero que siento son miles de heladoras punzadas sobre mi rostro y el vaho escapando por entre mis tiritantes labios. Me resbalo y caigo al suelo. Siento las manos pringosas con un líquido viscoso y caliente. Veo una sombra deslizarse y colarse en una de las habitaciones, desapareciendo devorada por la oscuridad. Me levanto y tropiezo con un pesado bulto que obstaculiza el paso por el pasillo. Salto y vuelvo a tropezar, así hasta seis veces. La sombra a la que persigo sale por la entrada escabulléndose por la puerta que había dejado entreabierta y está se cierra de un portazo. Un rayo cae y su luz ilumina el interior de la casa a través de las ventanas abiertas y el viento entra agitando las blancas cortinas que flotan etéreas como almas en pena. Entonces veo los cuerpos inertes de mis familiares, en fila y ordenados según su edad. Me miro las manos y sorprendida me encuentro empuñando un cuchillo ensangrentado. Enciendo la luz del pasillo y dejo una marca roja sobre el interruptor y la blanca pared. Entonces recuerdo el frío y el silencio del principio, recuerdo que horas antes, aquello fue una macabra orquesta de llantos amargos y desgarradores chillidos, una danza de rayos cayendo del cielo y cuerpos desplomándose en el suelo. Todo ello dirigido por el brillante filo de la batuta que sostenían mis ahora temblorosas manos. Yo los había matado. Y aquella sombra que había huido presurosa, era mi cordura. Y de aquellos seis cuerpos sin vida uno era el mío propio, aún con los ojos despiertos, mirando vacíos a la nada. Un cuerpo caído en el suelo cual muñeco de trapo, rompiendo el orden y la simetría armoniosa del mortal conjunto familiar.

P.E.U.S

15 de Septiembre, 2018

Hace ya, al menos 2 años, que se me repite esta pesadilla. Cada noche alternando con algunos otros sueños a veces más alegres y otras veces menos terroríficos que este. Por lo menos una noche a la semana, sin fallar, me despierto temblorosa, con la respiración agitada y las sábanas pegadas al cuerpo debido al sudor frío que recoge cada resquicio de  mi pálida piel, mezclándose con las lágrimas que resbalan por mis pómulos. Así contado, tal y como lo he narrado y leyéndolo hoy bajo el amparo de la luz del día hasta me parece una reacción extremadamente exagerada la de mi cuerpo paralizado y mi mente bloqueada. Cuando me despierto de esta pesadilla nunca es de golpe y sopetón, es una especie de lucha por salir de ahí. Por un lado, me cuesta abrir los ojos una barbaridad y cuando al fin lo logró los tengo que volver a cerrar porque me da un tremendo mareo y todo me empieza a dar vueltas, siento que mis pupilas están dilatadas al máximo de su capacidad y mis ojos se vuelven tan sensibles que me duele hasta el más leve pestañeo. Los músculos de todo mi cuerpo están contraídos generando un descontrolado y violento tiritas de mi cuerpo. Por otro lado, mi mente se traba, no es que me quede en blanco, es más bien como si susurraba constantemente en mi cabeza la misma frase: "yo no he sido, yo no he sido, yo no he sido". Tres veces en las que con cada repetición el susurro se vuelve más tenue y alargado, y una en el momento justo, antes de subirme en el silencio, vuelvo a empezar con la plegaria, hasta que finalmente se me cansa el cuerpo la mente y el alma, y me quedo acurrucada hecha una bolita sobre las sábanas con un constante "lo siento, lo siento, lo siento". Analizándolo ahora... No sabría si sentirme tonta o extremadamente dramática. En fin, hablar de esto me ha dejado sin fuerzas. Sólo espero que con el paso del tiempo este mal sueño acabe cayendo en el olvido junto con tantos otros sufridos a lo largo de mi aún corta vida.

P.E.U.S

En Esta Casa De LocosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora