Capítulo 4

25 2 0
                                    

— Y está será tu habitación. Tiene baño privado y vestidor —comentó Elena, mi tía—. Te dejo para que te pongas cómoda querida.

Mire a mi alrededor sintiéndome estúpida, mi nuevo “hogar”. Una casa algo rústica, en la parte trasera al cruzar las verjas del jardín estaba el bosque que América había mencionado, con un poco de niebla. Una de mis ventanas tenía la vista al bosque y la otra, hacia la casa del amor platónico de mi prima; el tal Dámek.

Los colores de mi habitación no eran de mi agrado. Las paredes eran de un tono crema y lo que parecían ser la vigas de sustentación, tenían relieve y estaban pintadas de color rosa. «¿Quién carajos pintó este lugar?» literal, no me gustaba. El suelo era de madera lisa, la puerta del closet era de un tono marfil con el pomo dorado. Por otro lado había un amplio escritorio y justo encima de esta un pequeño estante para libros pegado a la pared, en una esquina del cuarto estaba una tele plasma anclada a la pared, mi cama también era amplia con la cabecera de madera, un espejo de cuerpo entero se posaba a lado derecho de una cómoda de madera lisa.

Alguien tocó la puerta.

— ¿Te gusta? —pregunto la pelirroja.

— Tendré que acostumbrarme, ¿No? —comenté.

— ¿Vamos a dar un paseo? Te gustará.

— Quiero ir a una librería.

— Entonces vamos. —Sonrió.

Unos cuantos pasos fuera de casa y la parlanchina ya comenzó a saludar a sus vecinos, gritándoles: ¡Es mi prima! Dónde terminaba señalándome y haciendo que todos pongan sus ojos sobre mi.

— Aquí no acostumbramos tener nuevos habitantes, por eso te miran.

«Y porque tú pareces un megáfono andante»

A simple vista parecía un pueblo tranquilo dónde todos parecían conocerse, pequeño, pero sorprendentemente cuenta con un centro universitario.

Tras un rato andando, viendo que en este pueblo solo habían pequeños negocios, casas, centros educativos. Entramos en una cafetería; yo pedí un café sin azúcar, la pelirroja había pedido un Cappuccino con pastel de chocolate. Mi móvil se había conectado a la red libre.

La chica había traído nuestros pedidos a la mesa.

— Hola Ame —saludó a mi prima—. Aquí tienen sus pedidos; un café sin azúcar, para ti —me dio la taza—, y pastel con cappuccino, para Ame. ¿cómo te llamas? —preguntó.

— Zade —respondí.

— Es mi prima, va vivir en mi casa ahora —expresó la pelirroja.

— Entiendo. Yo me llamo Jholie, por si necesitas algo —Se retiró.

Estaba muy tranquila disfrutando del café y de la conexión gratis, ignorando a la patética de mi prima, cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo, fue como si una estática que hace estremecer mi anatomía.

Cuando levanté mi mirada para encontrar de dónde provenía esa incomodidad. Me di cuenta de una mirada fija en mí, unos ojos que aprecian ser negros o café oscuro, a unas cuantas mesas de la mía.

Me remuevo con incomodidad sobre la silla, de todas las miradas interrogantes que había recibido hoy, está era la más…, como decirlo…, no era maliciosa ni nada por el estilo pero aún así llegaba a ser la más extraña de todas. No me atreví a alzar la mirada otra vez, aquel había conseguido sonrojarme un poco. Por lo que ví hace unos segundos se trataba de un joven, de mi edad o un poco más, quizás.

Vestía una camisa celeste, piel blanca, cabello castaño, despedia un aire solitario, misterioso, atrayente. Dejó el dinero sobre la mesa y salió de la cafetería.

Yo terminé mi café— ¿Dónde está la librería?

— Ah, ahora vamos espérame diez minutos.

—No te preocupes, puedo ir sola, solo dime dónde está.

— Está bien, caminas hacia la izquierda hasta llegar a la esquina y ahí está la librería.

— Está bien, te espero allí.

Comencé caminar y sin darme cuenta había llegado. Pienso comprar algo de terror o suspenso —son mis géneros preferidos— quizás me decidia por algo de fantasía, queriendo cambiar a un nuevo género. Una vez adentro obstétrico que la cajera es una señora ya mayor con el cabello canoso. Me adentro entre los estantes buscando algo que llame mi atención, tono uno del estante, si portera puse unas manos atadas y ensangrentadas que lleva por título “yo no la maté” se ve muy interesante a primera vista, el título logro atraparme rápidamente.

—Es un buen libro —comentan justo detrás de mi con una voz ronca y varonil, antes la sorpresa dejo caer el libro, soy muy fácil de asustar debido a mis ataques de pánico o “breves delirios mentales” como lo llama mi madre.

Volteó para ver al individuo que tuvo la osadía de sorprenderme de tal modo. Al dar con sus ojos, su rostro y con toda su masculinidad, quedé algo sorprendida. El hombre que estaba en la cafetería.

Esos ojos negros, intensos, profundos que no mostraban ninguna expresión emocional, están mirándome fijo y sin pudor, sin nada de vergüenza a diferencia de mi. Eso me hace sentir algo exhibida, como si el pudiese ver en lo más profundo me mí y con solo mirar ya supiera lo que estoy pensando de él. ¿Qué es lo que pasa? Nunca antes había sentido esta sensación de extrañeza o de querer saber más acerca de una persona. Este hombre es el primero.

—Ah, discúlpame, no quería asustarte.

—Pues debe aprender a ser más sutil —contesté seca.

—Sí, me lo han dicho. Pero tranquila —Lanzo una mirada de arriba a abajo—, no voy a comerte.

—Ah…

—Nunca te había visto por acá.

—Pues no es la primera persona que me lo dice —digo, tratando de esconder lo intimidada que me siento—. Con usted ya van tres, sin contar las miradas interrogativas de medio pueblo.

—“Usted” me hace sentir viejo y solo tengo veintitrés. —Rió— Soy Shaw —dijo extendiendo su mano para saludar. Dudé un poco pero lo saludé sin decirle mi nombre— ¿Y?

—¿Y, que?

—¿Cuál es tu nombre? —cuestionó lamiéndose el labio inferior.

—Ah…, Zade.

—Es bonito, no es muy común y eso lo hace bonito. —Volvió a “examinarme” por llamarlo así— No lo sé pero…siento que ya te conozco.

—Solo me ha visto unos instantes y yo no recuerdo haberlo visto antes, bueno, no antes de la cafetería —confieso mientras le doy la espalda para comenzar a caminar hacia la caja.

—Presiento que eres de esas chicas misteriosas, que les gusta encerrarse en las cuatro paredes de su habitación, no sale, no tiene amigos, dime…, ¿Te está gustando la ciudad? —Puedo notar esa pizca de burla en su voz, lo cual no me agrada.

—Lo siento, parece que usted no conoce la privacidad de una persona y mis padres me enseñaron a no hablar con desconocidos, permiso —espeté, pagándole a la anciana.

Me dirigía hacia la puerta y parecía que el no se rendía venía atrás de mí.— Disculpa si te abrumé sin conocernos, son hábitos que se adopta en el oficio.

Una vez afuera América se acercó a nosotros y observo al castaño atrás de mi. —Oficial, ¿Cómo le va?

—América, solo dime Shaw, no estoy de servicio el día de hoy.

—¿Podemos irnos ya? —cuestioné alzando un poco la voz.

—Déjeme presentarle a mi prima, Zade, el es el suboficial Shaw Lewis. —Rodeé los ojos ¿Por qué tenía que ser tan parlachina?

—Ya nos conocemos. ¿Nos vamos? Tengo cosas importantes que hacer. —Apreté el brazo de América muy fuerte para que entendiera que quería alejarme de ahí.

—Eh, adiós Shaw —concluyó la pelirroja.

—Hasta luego…, América, a ti también Zade.

Comenzamos a caminar lo más rápido posible, como acto instintivo volteo a mirar ligeramente atrás y sigue ahí, observando a nuestra dirección. El se despide con la mano y sonríe de una manera tierna como si nada malo pasara.

———————————————————
Si estás leyendo mi historia y llegaste hasta aquí sin saltarte ni una parte te felicito!!! Y te amo!!! Con toda mi alma que se está volviendo oscura desde que comenze a escribir esta historia :v

Cualquier cosita ya saben no duden en decírmelo yo estoy para ustedes besos. Hasta el próximo capítulo.🖤

Delirium InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora