*YO LANCE POR CUPIDO* {PARTE 3}

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Los días previos a la fiesta que había organizado por su cumpleaños, pasaron como agua. Entre el trabajo, la organización, y soportar a Cupido pisándole los talones, prácticamente tenían a Lena agotada.

Jamás pensó que organizar una pequeña fiesta costara tanto.

Jamás imagino que el trabajo en la oficina fuera tan denso.

Jamás, por nada en el mundo, ni aunque lo estuviera viendo con sus ojos, creyó que ese ser extraño existiera, le estuviera exigiendo enamorarse y le estuviera volteando su vida pata arriba.

Las opciones que antes le daba cada vez que pasaba un hombre, habían quedado atrás, solo se mantenía al marguen enamorando a otras personas. Y se preguntaba ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué ya no insistía tanto? Algo tramaba, y eso era seguro.

Lena abrió la cajuela y soltó un suspiro {¿Cómo diablos iba a subir todo eso?} se dijo. Viendo la cantidad de bolsas con todo lo que sus amigas le habían ordenado comprar. Tendría que al menos hacer diez vueltas para poder llevarlo todo.

—Tu que, ¿no piensas ayudarme? Te quedaras ahí viéndome...

—Soy Cupido, no cargadora de bolsas— dijo, y desapareció, dejando esa capa de nube blanca que ya Lena conocía.

No tuvo más que respirar y tratar de relajarse un breve segundo, después, tomo las bolsas— cinco demasiado pesadas—en cada mano, y comenzó a avanzar hacia el elevador, sin embargo, las bolsas le calaban en los dedos, sentía que le rompían los hombros, y por arte de magia, los pies no le respondieron y tambaleo cayendo al suelo con todo.

—Parece que será costumbre recogerte del suelo— la voz sarcástica de Max inundo sus oídos.

{Jodida suerte} pensó.

Max la tomo de las manos y le ayudo a levantarse, le ofreció una esplendorosa sonrisa, Lena quiso sonreírle, pero sintió como sus mejillas se calentaban. Otra primera cosa que notaba con él; sonrojarse.

Lena le soltó sintiéndose nerviosa.

{¡Maldición! ¿Cómo conseguía hacerla temblar?}

—Si prometes no barrer el suelo conmigo, puedes levantarme las veces que quieras— soltó, tratando de sonar divertida.

—Feliz cumpleaños...— le felicito el, sin olvidar porque motivo era su fiesta.

—Gracias...

Ahora sus mejillas explotaban.

—Supongo que te estas preparando para la noche— dijo el, viendo las bolsas tiradas en el suelo.

—Así es...

— ¿Quieres ayuda?

—Te lo agradecería.

Max tomo las bolsas, sin inmutarse en el peso, y ella puedo ver como se enmarcaban los músculos de sus antebrazos. El camino hasta el elevador, ella le siguió abriendo las puertas para él. Luego, se cerraron para quedar un inquietante silencio que ambos experimentaban en el aire, pero que ella lo interrumpió acabando con todo lo que en su cuerpo explotaba, como un volcán en erupción lanzando densa lava.

—Y a que te dedicas Max, qué haces en la ciudad.

—Soy maestro de literatura...— {Diablos, eso no era lo que esperaba escuchar} —. El sindicato me ha cambiado de escuela, iniciare en unos días en una nueva por aquí.

—Que bien...

—También he encontrado un departamento más cerca, pronto dejare de ser el incómodo vecino— anuncio Max, viendo de soslayo su expresión—. Espero puedas ir a visitar a viejos vecinos.

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