2. El descampado

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Salí por fin de esa casa, después de tener que abrirme paso entre empujones y de encontrarme ya a algun que otro borracho.

Abrí el coche y entré rápidamente para, seguidamente irme.

No podía irme a casa, mi madre se preocuparía, y empezaría a darme la tabarra sobre qué había pasado para que volviera de la fiesta antes de que pasara ni tan siquiera una hora. Así que decidí seguir conduciendo, aún con los ojos llorosos, sobre que hacer. De repente escuché el pitido típico de cuando me mandaban un WhatsApp sonar. Cogí mi iPhone y pulsé el botón de inicio para ver la notificación en la pantalla de bloqueo. Era Naty: "¿Dónde estás? Te hemos buscado por todos lados y no te encontramos".

Me entraron ganas de contestarle, de decirle que había escuchado su conversación sobre mí en el baño, y que cómo podía después de 13 años de amistad hacerme esto. Pero no lo hice. Preferí ignorar esa notificación y seguir conduciendo, cuando de repente ví un enorme descampado lleno de hierba que iba perdiendo su verdosidad y extremadamente corta. Aparqué el coche allí, salí de él, y me senté con la espalda contra un árbol y en la parte menos visible de él. Y comencé a recordar todos esos momentos que yo había tildado de raros, mientras empezaba a llorar nuevamente: cuando Naty no alagó mi vestido, lo que realmente estaba haciendo era no alagar mi cuerpo, igual que el "no estás mal" de las chicas, que era un "¡GORDA!" a gritos; y el silencio después de la broma, era un "antes muerto que tocar tu enorme culo" de Nacho.

Miré el rollo que había en mi barriga y lo agarré con mis dos manos. Luego estiré las piernas que tenía dobladas y a las que me estaba aferrando para observarlas detenidamente. ¿Realmente estoy tan gorda?

-Sí, lo estás -escuché que decía una voz, contestando a mi pregunta-.

Giré mi cabeza hacía la voz que venía de mis espaldas y allí ví la chica más hermosa que había visto nunca. Era tan alta como yo, aunque quizá hasta algún centimetro más, con una larga y lisa cabellera rubia y unos grandes ojos azules, tan azules como los míos. Llevaba puesto un vestido rosa palo hermoso, que sin ser apretado, mostraba su gran delgadez, cosa que la hacía perfecta: aunque el vestido ocultaba gran parte de su cuerpo, podía ver los huesos de su clavícula, sus delgados brazos y sus piernas, tan pequeñas y perfectas que cuando las juntaba, dejaban un hueco en medio. De repente me dí cuenta de que tenía la boca abierta por la sorpresa de alguien tan perfecto, así que la cerré rápidamente, mientras ella se acercaba y con sus andares gatunos, se posicionaba delante de mí.

-¿Quién eres? -atiné a preguntarle con un hilo de voz mientras me secaba las lágrimas-.

-Me llamo Ana, encantada de conocerte... si no fuera por toda esa grasa. -dijo Ana y suspiró-.

-¡¿Perdona?! -dije con sorpresa y a la vez con rabia. ¿Cómo se atrevía una completa desconocida a decirme eso?-.

-Oh, honey, no te enfades. Yo no estoy aquí para dañarte como tus "amigas". Tú y yo vamos a ser amigas, y voy a ayudarte a dejar de ser una gorda para ser tan o más delgada que tus "amigas" y que les puedas hacerles tragar sus palabras... y para que puedas tener al chico que quieras, o sea ser Gerardo, ¿no? -dijo Ana entre risitas-.

¿De qué conocía Ana a mis amigas y cómo es que sabía lo que me habían hecho? ¿Y cómo podía saber que me gustaba Gerardo cuando a la única persona que se lo había dicho era Naty? Lo único que sabía era que esa chica llamada Ana quería ayudarme a adelgazar y ser tan perfecta como ella, porque ahora que me observaba bien, sí que era verdad que yo estaba realmente gorda. La última vez que me pesé hacía dos años pesaba 69 kg, seguramente seguía en ese peso, ya que mi alimentación seguía siendo igual que la de aquél entonces.

-¿Quieres ser tan delgada y perfecta como yo? -dijo Ana y yo asentí con la cabeza- Bien, pues a partir de ahora deberás hacer todo lo que yo te diga, sin excepción. Si no lo haces, yo me iré, y no podré hacerte tan delgada y hermosa como yo. Y no es eso lo que queremos.

De repente sonó otro pitido de mi WhatsApp que interrumpió mi conversación con Ana. Miré mi móvil y volvía a ser Naty: "Vero, ¿estás bien? Estamos preocupadas por tí". Iba a volver a guardar el móvil cuando Ana habló:

-Esas malditas putas. No deberías seguir yéndo con ellas. Ahora ya no estarás sola, me tendrás a mí que nunca te mentiré y que te ayudaré a conseguir lo que deseas, cosa que ellas no han hecho NUNCA -dijo Ana remarcando la última palabra. Tenía razón, eran unas egoístas mentirosas pero... eran mis amigas-. Exacto, ERAN tus amigas. Ya no. Además, si ellas saben que tú y yo somos amigas, nos separarían. Ellas quieren que tú estés para ellas en cualquier momento del día, y sobretodo que tú sigas siendo gorda, para ellas seguirse sintiendo delgadas.

-Entonces, ¿les debo decir que sé todo lo que dijeron de mí en el baño?

-No, eso nunca. No les des esa satisfacción. Simplemente miénteles. Diles que quieres estar sola, o que has conocido gente nueva fuera del instituto y que prefieres pasar tu tiempo con ellos. Pero si dices la segunda, NUNCA menciones mi nombre. Y ahora escúchame bien -dijo Ana poniendo los brazos en jarras (las manos en la cadera)- yo tengo un don. Ese don me permite escuchar tus pensamientos y hablarte aunque mi cuerpo no esté a tu lado. También me pemite sabe que haces, si estás en apuros y si me has obedecido o no sin que mi cuerpo esté ahí. Así que más te vale obedecerme, ¿estamos? -me fijo mirándome alzando una ceja con cara interrogante, a lo cuál, yo asentí con la cabeza-. Así me gusta, si me haces caso nos llevaremos muy bien. Piensa que yo sólo hago todo esto porque te quiero y quiero ayudarte a conseguir tu mayor deseo. Venga, levántate del suelo -sonrió Ana y yo me levanté. Entonces me dió un beso en la frente-. Hace mucho que estás aquí, deberías irte ya a casa. -miré el reloj. Ya había pasado una hora-. Sólo espero que esas putas no hayan llamado a tu madre para decirle que no estabas en la fiesta -dijo con cara de rabia y mordiéndose el labio inferior-.

-¿No quieres que te lleve a tu casa? No me molestaría -le pregunté, intentando ser simpática. Después de todo, ella iba a ser la que me ayudara a ser perfecta-.

-No, gracias. Creo que me voy a quedar un rato más aquí. Buen viaje.

En aquél instante arranqué mi coche y me dirigí a casa, no sin antes de, al final de la calle, volver a mirar por mi retrovisor para ver a Ana. Pero ella, ya no estaba.

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¡Hola!

Éste capítulo ha sido un poco más largo que el de ayer. ¿Qué os ha parecido? ¿Os imaginábais la incrusión de Ana en la novela de esta manera?

Hasta el viernes/sábado/domingo que viene no creo que pueda volver a escibir, ya que tengo clases :(.

¡Ojalá os esté gustando la novela y este capítulo ^^!

Abrazos,

A.

Ana me amaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora