Abrí mi ordenador portátil, sería una buena idea poner música y ordenar un poco mi habitación. Tirar cosas era una terapia para mí, como si me limpiara a mí misma.
Meneé mis caderas al ritmo de la música mientras mi amigo peludo se acercaba a mí.
-Kiwi, me lo vas a llenar todo de pelos.- reproché al perro como si pudiera entenderme, obviamente no fue así y se quedó mirándome absorto, decidí ignorar a mi perro, era muy cariñoso pero lo recogimos cuando ya era adulto, por lo tanto no obedecía demasiado a nuestras órdenes.
Pasé horas recogiendo mi habitación, doblando y seleccionando ropa, limpiando muebles... por último decidí barrer.
- Dios, que pedazo de pelusas.- sentí culpabilidad al decir esa frase, no era una persona sucia pero últimamente había dejado muchas cosas de lado además nadie se ocupaba de mi habitación, que a mis 20 años debía ser mi responsabilidad.
- Este tipo de limpiezas se deben hacer más a menudo.- era esa voz, mi corazón se aceleró, debatiéndose entre el miedo y la ilusión. Me giré hacia atrás para verlo aunque ya sabía quien era el dueño de esas palabras.
Estaba más guapo de lo que recordaba, su pelo negro estaba peinado con un tupé, su ojos brillaban de una forma especial, como si reflejaran la picardía de sus palabras, sus labios, gruesos se curvaban en forma de media sonrisa.
- ¿Perdón?- fui lo único que alcancé a decir.
- ¿Me recuerdas?- preguntó con falsa inocencia.
- Claro que te recuerdo, como se me iba a olvidar, pero qué sabes tú sobre lo que yo limpio, en esta casa mete mucho polvo, no es mi culpa.- una explicación absurda, él frunció los labios expresando diversión.
- Te he estado viendo.- pronunció tras unos segundos de pausa, parecía debartirse entre si decir esas palabras o no.- Y creo que no eres muy dada a la limpieza.
- ¿Me estás llamando guarra?- grité despertando a mi perro, que pasaba la mayoría del tiempo durmiendo.
- Dios me libre, claro que no.- rió aún más.- La higiene personal la controlas bien.
Abrí los ojos del mismo modo que la primera vez que lo vi, recordé las palabras que dijo, no te espiaré, solo quiero un amigo, me sentí tremendamente traicionada aunque no tuviera ninguna confianza con ese "chico", más que nada esa era la razón como una tonta había creído en sus palabras y me había compadecido de él, después me había dejado tranquila por semanas y resulta que había estado observándome en mis momentos más vergonzosos, me asaltó el pensamiento de todas las cosas íntimas y ridículas que me podía haber visto haciendo y morí casi de la vergüenza, noté mi cara caliente.
Él estudió mi cara mientras yo lo miraba fijamente y una sensación de malestar recorría cada poro de mi piel, era de las personas más inseguras que podían existir en el mundo y ahora mismo estaba expuesta totalmente ante un chico guapísimo y seguro de sí mismo que se había inmiscuido en mi vida sin ningún permiso.
- Era broma.- noté cierto tono de vergüenza en sus palabras.- Nunca haría eso, de verdad.
Seguí mirándolo sin saber qué decir, pero mi expresión se suavizó.
- ¿Me perdonas?- preguntó extendiendo la mano, me pareció un gesto raro pero pensé que se debía a alguna costumbre que no había conseguido quitarse, se suponía que los fantasmas no podían tocar a nadie. Decidí dejar el tema, asentí mientras mordía mi labio inferior, debía de tener el aspecto de una niña de 12 años y miré su mano extendida, esperando mi respuesta.
- Me siento la persona más tonta del mundo.- dije no solo por no entender su gesto, sino por tomarme su broma tan a la tremenda.- pero, no se supone que los "muertos" no pueden tocar a la gente.
- A veces sí, si me concentro sí puedo, aunque todavía no lo controlo del todo.- me ofreció una sonrisa culpable y yo acepté su mano, su tacto no era como me esperaba, era fuerte y fresco, no poseía la calidez de cualquier mano pero no dejaba de tener un tacto suave y acogedor.
- ¿Empezamos de cero?- no podía aguantar esa ilusión y me derretí.
- Claro, pero con una condición.
- Dime.
- Que dejes de vacilarme, siento que te estás riendo de mí continuamente, y si quieres que sea "tu amiga" o algo parecido tienes que tratarme normal.- dije recobrando mi orgullo.
- Siempre he tenido un humor un poco sarcástico, pero para nada pienses que me río de tí, lo prometo.- comentó llevándose la mano en el pecho en un gesto cómico, mientras yo reía.
Me sentía dividida, por una parte me hacía sentir bien tenía algo que me desinhibía, me sentía ligera a su lado pero por otra parecía tenerme en sus manos, solo un par de contactos con él y ya me comportaba como una niña delante del chico de que gusta, no podía dejar de hacer el ridículo y era cuestión de tiempo que lo notara.
- Bueno... ¿me dejas acompañarte?-
- Claro.- sonreí, me daba igual que fuera una locura, de todas formas nadie lo iba a saber. Por una vez en mi vida iba a lanzarme siguiendo mis instintos, nunca había sentido esa chispa con nadie y aunque no fuera real iba a disfrutar lo que la vida me deparara.
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Me encantaría saber si esta historia consigue gustarle a alguien así que agradecería cualquier comentario sobre ella o sugerencias para mejorar.
Muchas gracias de antemano a todos y todas.
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El filo del aire
Teen FictionEl tiempo me ha hecho ver con claridad todos aquellos sucesos que tan intensamente viví. Tras conocerlo nada volvió a ser igual, yo no era la misma. Para bien o para mal se había sumergido en mi vida y yo me había impregnado de él.