Capítulo 1

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Seguí mirándolo hasta que noté un nuevo impacto, giré la cabeza hacia atrás y vi como alguien tiraba de mi mano con la suficiente fuerza como para apartarme de todo mientras aquel asaltante no oponía la menor resistencia.

Comencé a sentir como el alivio recorría todo mi cuerpo, nada era real. Supe que terminaría rápido por lo que desee saber lo más rápido posible a quién mi cerebro había dado el papel de salvador, levanté la mirada y encontré unos ojos castaños que me miraban con decisión.


Abrí los ojos despacio, mis párpados se encontraban pegados a consecuencia de las lágrimas que había derramado, la sensación de rabia e impotencia no me había abandonado, pero comenzaba a disiparse lentamente. 

Me levanté de la cama lentamente y crucé el pasillo para, aunque fuera absurdo, cerciorarme de que todo había sido fruto de mi mente. Dormían como osos. Miré la hora, todavía me quedaba más de media hora de sueño que iba a ser desperdiciada dando vueltas en la cama.

Suspiré deprimida, para los pocos días que iba a la universidad, me había tocado la pesadilla el día que más clases tenía.


Dí un segundo bocado a mi sándwich mientras ojeaba distraída Instragram, la vida se había convertido en una competición por ver quién era más en cada cosa, no es que yo no participara en cierta medida en aquello y eso era lo que más me molestaba internamente.

- ¡Qué asco de sociedad de verdad!- solté al aire. Claudia, mi mejor amiga, levantó la vista del teléfono mientras me miraba sorprendida.

- ¿Qué te pasa a ti, putón amargado- era típico que utilizáramos ese tipo de apelativos, cuanto más insultantes y ridículos mejor nos parecían.

- Pues que soy un putón amargado- sonreí de lado.- Además he tenido una pesadilla asquerosa.

- Vamos que has tenido una mierda de día.-

- Justo, ha sido una paranoia muy rara, porque yo veía como que mataban a mis padres y en vez de preocuparme por ellos me ponía en plan karateka con el tío ¿Sabes?- me miró atenta, amaba a esa niña, siempre dispuesta a escuchar aunque le estuvieras diciendo la mayor tontería de la tierra.- y cuando iba a matarme ha venido un tío por detrás y me ha cogido y ahí ya me he despertado.

- ¿Pero salvado en plan princesa Disney?- me dí cuenta de lo absurdo que había sido mi sueño y negué con la cabeza.

- No tía en plan princesa no, no me ha llevado como la del Mario Bros... me ha tirado del brazo y ya me he despertado. Yo que se... ¿no dicen que no te puedes morir en un sueño? pues habrá sido por eso.- 

- Ay no sé nena, pero ya lo has contado, así que no se te va a cumplir.- dijo inocentemente y yo reí, esta chica no era normal.

El día transcurrió de forma aburrida y rutinaria, a veces me preguntaba si tenía algún sentido seguir estudiando aunque amaba mi carrera y la idea de ayudar a la gente.

 Bajé las escalerillas del autobús con pesadez mientras reflexionaba sobre mi propia apatía. Saqué mi teléfono y conecté los auriculares, comencé el camino despreocupada mientras escuchaba música, era una mierda de canción. Volví a sacar el teléfono del bolsillo de mi chaqueta mientras los cables se liaban entre ellos, suspiré pesada mientras experimenté una sensación conocida, una fuerza tiraba de mí hacia atrás de la misma forma que había ocurrido en mi sueño, miré a mi alrededor... un coche de alta gama estaba cruzando la carretera a gran velocidad, me había distraído y estaba a punto de cruzar. Me giré en búsqueda de la persona que me había ayudado pero la única que se encontraba en la acera era yo. Intenté escudriñar la zona en busca de algún testigo, nada. ¿Cómo era posible que no hubiera nadie en la calle a las cinco de la tarde?

Reanudé mi camino impactada mientras intentaba borrar de mi mente todos los pensamientos extraños que me asaltaban, ¿Estaba desarrollando alguna manía persecutoria a causa del estrés? ¿Pero qué estrés si me tocaba las narices entre otras partes del cuerpo?

Decidí dejar la música por el momento, ya había apurado demasiado a la suerte y mi Ángel de la guardia debía esta un poco agotado de mi poca conciencia.

-Gracias, parece que me vas a dar trabajo.- sentí un susurro en mi oído.

Abrí los ojos de par en par, volví la cabeza como si de un resorte automático se tratase y comprobé una vez más que estaba sola en la calle. No podía ser, se me estaba yendo la cabeza no habría otra explicación. Aumenté la velocidad de mis pasos, aunque no solucionaría nada, la paranoia iba a acompañarme.

Me miré en el espejo del ascensor, aún tenía cara de susto era inevitable, estaba total y completamente cagada. Intenté retomar la compostura, lo peor que podría hacer para mi salud mental era preocupar a mi madre.

Llegué a casa y evité todo contacto con cualquier ser, no sabía mentir y cualquier gesto sospechoso desencadenaría un interrogatorio que estaba segura no pasaría con éxito. Cerré la puerta de mi habitación después de que Kiwi, mi pequeño perro entrara tras de mí. Medité unos segundos, la situación era realmente absurda, ¿de qué me estaba escondiendo? Yo no había hecho nada malo, quizás comerme la cabeza de más y haber creado un amigo imaginario o vete tu a saber, pero eso no había sido queriendo ni mucho menos. Ni siquiera tenía ese tipo de amigos de pequeña y eso que siempre había sido una niña muy rara.

Fuera como fuese, que no tenía ánimos para fingir serenidad cuando tenía un susto de diez pares de cojones era un hecho, habían estado a punto de atropellarme y escuchaba voces, lo más normal para un lunes de rutina.

Cavilé en busca que alguna distracción, era demasiado temprano en el curso como para empezar a estudiar, yo necesitaba la presión de un inminente suspenso para concentrarme, tampoco me apetecía ver ninguna serie pues ninguna conseguía atraparme, en los últimos tiempos había devorado casi literalmente todas las películas más absurdas de instituto americano por lo Netflix debía estar extasiado de mí. Decidí echarme una siesta (cosa que nunca hacía), tenía razones para ello, había madrugado y dormido bastante mal, prácticamente no sería pereza sino un hábito sano. Me acurruqué en mi edredón e intenté relajarme por unos minutos, fue totalmente imposible. Me giré por decimotercera vez en busca de una posición cómoda y miré a todos lados con impaciencia, lo encontré.

La distracción perfecta, el libro que había empezado hacía unos pocos meses y había abandonado de mala manera al comenzar las clases, me levanté de un salto y me acomodé en la cama con Kiwi para leerlo.

- ¿De verdad eres capaz de leer estas cosas?- comentó una voz divertida.- Te creía más lista...

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Me encantaría saber si esta historia consigue gustarle a alguien así que agradecería cualquier comentario sobre ella o sugerencias para mejorar. Muchas gracias a todos y todas de antemano. 

El filo del aireWhere stories live. Discover now