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Nunca pensé que sería tan difícil ser un adulto. Uno trabaja arduamente para que su sueño se haga realidad y todo se desmorona cuando tu instructor de arte pronuncia unas simples palabras: “No sirves para esto”.

¡Y he trabajado tanto para llegar a la cima! En cambio, a los ojos de esa gente uno nunca da lo suficiente.

Ahora me siento horrible.

Tuve que volver a mi ciudad, pues un viejo amigo me dijo que lo hiciera. Wally Franks cuidó de mi madre y notó su recaída desde que me marché. En resumen: Dejó de asistir al médico cuando sus medicamentos se agotaron, cerró su conservatorio de música y apenas atiende su pastelería, lo que resulta en... Poco dinero y falta de medicamentos. Antes de que decayera más tuve que volver a casa para cuidarla y encargarme el local. Aunque los pastelitos no dan mucho dinero, lo que me hace pensar que podría conseguir empleo y aportar en algo.

Le comenté de mi situación a Frankie, y ahora que sabe el gran problema económico que estamos teniendo, más los caros medicamentos que mamá necesita, está pegado como adhesivo a nosotras.


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Ya he acabado de limpiar la cocina cuando este muchacho de cabello ondulado entra por la puerta. “Solo estoy de paso” dice, para que después de una hora termine instalándose en el comedor, regañándome por decirle que todo va bien... Lo cierto es que no he conseguido un trabajo en más de un mes.

—Frankie, esto es muy difícil para mí... ¿Qué se supone que debo hacer ahora? —Me lamento, sirviendo en su vaso un poco del batido que preparé.

Él trata de beber con ansias, pero antes se detiene para hablar:

—¿Por qué siempre parece que te fueras a morir cuando algo no te sale? —Se queja, dejando el vaso sobre la mesa—. No es como si aquí no hubiera trabajo. Créeme, hay empleo por todos lados. ¿Y la señora que quería una mucama?

—Me echó hace más de un mes. Me dijo que no limpiaba bien y que solo era una mujer holgazana. —Volteo los ojos hacia un costado, imitando la voz rasposa de la mujer para luego tomar mi batido—. ¡Quería que limpie toda la casa en un solo mediodía antes de que su esposo llegué! ¿Por cuánto? Un centavo y las sobras de su plato por todo. ¡Me prometieron 50 centavos!

—Dijiste que aceptabas lo que sea, sabes que la gente privilegiada no va a pagarte bien. —Se encoge de hombros.

—Estaba desesperada. Ahora la cosa está empeorando... ¡Necesito más que sobras, William! —contesto en un berrinche, pronunciando ese nombre que tanto odia.

—¡Ugh! No sé para qué te dije mi primer nombre. —Sacude sus hombros con una mueca de disgusto. Luego procede a tomar de una vez el batido.

—Ya te lo dije... Nadie en esta ciudad quiere tenerme de empleada. —Miro el diario actual, viendo los grandes círculos hechos con lápiz ya tachados. Ninguno quiso aceptar. ¿Estaré haciendo algo mal? Luego de quejarme en voz baja me animo a verlo—. Y lo necesito más que nada... No por mí, es por mamá. Es ella quien necesita el dinero.

Lo miro esta vez a sus ojos con un poco de desesperación y él traga el último hielo que estuvo masticando desde hoy, volteando sus ojos por todas partes como si estuviera pensando qué decir o qué hacer.

𝑃𝑅𝐼𝑆𝐼𝑂́𝑁 [Bendy and the Ink Machine x reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora