El chapoteo constante que los pasos de Eugene provocaban en el agua turbia del drenaje, formaban ecos que viajaban a través de la inmensa red de alcantarillado de la ahora infame Saint Rue. Sus pasos constantes lo alejaban cada ves más de la quinta avenida, y de aquellas detestables criaturas que polulaban en la superficie. Allí abajo el hedor a podredumbre y oscuridad lo reinaba todo, y aún que a estas alturas ya estaba acostumbrado a la penumbra de aquel claustro, odiaba permanecer oculto debajo de la ciudad como una rata.
Aquel lugar, inmenso, parecía ser un espacio olvidado por el tiempo, una especie de reino mágico alejado de las atrocidades de la superficie, etéreo e inexplicable, pero como todas las cosas en este mundo su seguridad no era gratuita, exigía un precio a pagar por ella, un único precio a decir verdad, y era convivir con toda la mierda y la peste que aquella metrópolis sumergida en el caos había dejado como restos fúnebres esparcidos por cada recoveco de aquel lugar.
Si bien, cuando el mundo era ese caldo de cultivo para capitalistas desmedidos e inventores de falsas utópias, consumidores, religiosos y toda esa gente sin una mota de personalidad, Eugene prefería la soledad, ahora, extrañaba de ves en cuando alguna sonrisa o palabra de otro ser que no fuera el mismo, alguna señal que le demostrase que no flotaba sin rumbo en una pesadilla eterna. Por eso cuando sus pasos lo llevaron a tomar la ruta opuesta que llevaba a su refugio y en medio de el camino se encontró con Anne, sus sentidos se congelaron, y por la simple duda de no saber si era amiga o enemiga tomo la desición de noquearla, había aprendido en tiempos pretéritos que no todos los humanos son amables, y más aún en estos dias, no estaba dispuesto a perder otra oreja solo por creer en bondades inciertas, así que fortuitamente golpeo la cabeza de la mujer con el bastón de madera que le servía de lazarillo, adelantándose a cualquier acto del que fuera capaz su contraparte.
Estaba nervioso, tenía delante suyo a su rehen, maniatada y amordazada, como si fuera una presa en temporada de caza, inconciente y con un hilillo de baba chorreandole por la comisura de su boca, la misma que llevaba como recuerdo una pronunciada cicatriz que cruzaba ambos labios, rojos y carnosos. Eugene se rió por lo bajo, no sabía que los angeles pacearan por la mierda, se dijo, y siguió aumentando su buen humor, hasta que de pronto la prisionera emitió un quejido, un pequeño quejido que cambió todo la tranquila energía que envolvía el ambiente.
Los ojos de la chica se abrieron lentamente, acomodando su visión a tal oscuridad, se sentía exhausta, pero aún así sabía que debía proseguir su camino, pero al intentarlo se percató que no podía moverse, sus manos estaban atadas y sus pies bien sujetos. Comenzó a desesperarse, sabía que estar en esa situacion significaba la muerte, y no estaba en sus planes morir ese día. Se tranquilizó unos segundos y con un poco de esfuerzo puedo ver que alguien estaba delante de ella , a una distancia considerable, observándola.
- quien eres tu, por qué me tiene aquí?-
La pregunta le salió por inercia, había aprendido que en este último tiempo no había espacio para el protocolo y prosiguió.
- si quieres robarme debes saber que no tengo más de lo que me quitaste mientras estaba inconciente, si quieres violarme será mejor que después de que lo hagas me mates , por qué te seguiré hasta el fin del mundo y te arrancaré los testículos con mis propias manos, así que tal ves , si me sueltas ahora, lo olvidaremos todo y cada uno que siga con su camino-
Debía negociar, debía hacerlo por más que su posición no se lo permitiera, mostrar debilidad alguna solo sería entregarse al enemigo en bandeja de plata, y no permitiría aquello, por ella, por su vida, por Rose.
- no voy hacerte daño- contesto Eugene- aunque fui yo quien te pego en la cabeza, no podía arriesgarme. Y entiende que si te hubiese querido violar, ya lo hubiese echo , así como tamben el matarte. Así que visto las sircinstancias porque mejor no aprovechamos este tiempo para presentarnos ? . Yo me llamo Eugene.
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EL HALO
AcakCuando el HALO apareció por primera ves en los cielos nadie le dio importancia , la vida trascurría como siempre , y lo urgente se adueñaba como era de costumbre de lo mas importante. Así fue que cuando el infierno se desato en la tierra , nad...