Capítulo 5: Pretty ugly lies

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—Intenta tomarlo mientras todavía esta caliente. —La Sra. Brekker depositó una taza de chocolate caliente junto al plato de buñuelos recién horneados. —Si llegas a necesitar algo pídemelo con confianza, mi casa es tu casa.

La Sra. Brekker se quedó parada a mitad de la sala sin saber si lo más adecuado seria hacerme compañía o si dejarme sola. No podía culparla por no saber qué hacer en esta situación, después de todo no hay una sección en los libros de etiqueta  sobre qué hacer cuando acoges temporalmente a la hija de tu vecinas recién asesinadas.

Ella y mi abuela eran muy buenas amigas, las dos solían juntarse cada semana a tomar el té e intercambiar secretos de jardinería y patrones de tejido, y ella había sido la única de nuestros vecinos que se había ofrecido a darme cobijo en lo que la policía terminaba de revisar la escena del crimen que se había convertido mi casa. 

La Sra. Brekker me había sentado en su sala y me había cubierto los hombros con una gruesa cobija de flores tejida a ganchillo.

—¿Hay algún familiar al que te gustaría llamar? —me preguntó con suavidad.

—No tengo nadie a quien llamar. Ellas son... eran, mi única familia... —Tomé la taza de chocolate caliente de la mesa pero me fue imposible pensar en tomarlo sin que se me revolviera el estomago, así que solo lo sostuve entre mis manos para calentarlas. —Gracias por... gracias por todo.

La Sra. Brekker me regaló una sonrisa apagada y asintió con la cabeza, comprendiendo que lo que quería era estar sola. Antes de salir de la cocina tomó otra cobija del sofá y me la colocó encima de la anterior.

Bajé la mirada a la taza que sostenía en mis manos, observando cómo los malvaviscos flotaban por la superficie del chocolate caliente.

Todo se sentía irreal. O surreal. Siendo honesta no podía recordar la diferencia entre aquellas palabras. A través de la ventana seguían brillando las luces rojas y azules de las patrullas, un recordatorio constante de lo que había sucedido. ¿Pero qué era lo que había sucedido?

Había escuchado a la policía reconstruir el orden de los hechos una y otra vez, y tambien había escuchado a los reporteros de diferentes televisoras transmitir la trágica noticia en los horarios estelares. Yo aun así me negaba a aceptarlo, me negaba rotundamente a intentar encontrarle sentido a lo que había sucedido. Mi madre no podía estar muerta. Mi abuela no podía estar muerta. Yo no me había convertido en una huérfana. La negación de aquellos hechos era lo único que estaba salvando, lo único que evitaba que me hundiera en un espiral de desesperación del cual nunca lograría salir. 

¿Negar las cosas era una manera sana de lidiar con los hechos? Noup, no lo era en absoluto, pero ni de broma estaba dispuesta a entrar a la fase de aceptación y definitivamente no estaba dispuesta a aprender a vivir sin las dos personas más amaba en esta vida.

También estaba el asunto de la extraña figura que había estado rondando afuera de mi casa minutos después de que había sucedido la catástrofe. Mientras más intentaba recordar el extraño encuentro más este se desvanecía de mi mente, dejándome con la sensación de que en realidad lo había imaginado todo. Puede que incluso lo hubiese llegado a olvidar por completo, de no haber sido por aquella marca de quemadura que tenia en la muñeca izquierda.

No podía recordar de dónde había salido la medalla de hierro, y tampoco podía recordar porque había decidió enhebrarla con un hilo rojo y traerla de pulsera, pero lo que si sabia era que aquel símbolo había ahuyentado a la criatura oscura, y probablemente me había salvado de sufrir el mismo destino que mi familia. 

Porque no me importaba que tantas historias inventara la policía, yo sabia en el fondo que esto no había sido un robo ordinario, y definitivamente no había sido un crimen de naturaleza humana. Después de todo, ¿qué clase de ladrones entran a una casa y no se llevan absolutamente nada? La policía me había dejado entrar a la casa para revisar qué objetos faltaban y así poder marcar el atentado como un robo. Sin embargo, cuando fui a las habitaciones, descubrí que los joyeros seguía intactos, los aparatos electrónicos seguían en su sitio, y nada de valor había desaparecido. 

All Good Girls Go To Hell | Nick ScratchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora