• IX •

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Ese fue el deseo que más duró...

Desperté el primer día de verano, junio 21 del 2020. Una mañana tranquila y silenciosa en mi cama, con el ventilador dando vueltas, la luz de la avenida entrando por las cortinas y el reloj marcando las 5:40.

Mi posición era un poco incómoda, pero me percaté de que la cama en la que estaba era más amplia que antes. Mis piernas eran largas y colgaban por mi pose. Miré mis brazos lentamente subiendo la mirada hasta vislumbrar al chico con una venda en la cabeza y que roncaba como anciano. Me abrazaba con fuerza, yo pegado a su torso y él con un brazo bajo su cabeza. Aquella escena parecía la de una película romántica pero trágica.

Abrió un ojo... como zombi.

—¿Ya despertaste, Eli? —preguntó adormilado. Bostezó—. Yo dormiré un poco más... es temprano.

—He querido preguntarte esto desde hace tiempo... —Las palabras comenzaron a salir, y él me vió curioso abriendo el otro ojo—. ¿Por qué tienes una venda en la cabeza, Alex?

Rió—. Porque anoche discutimos sobre apagar la luz y me lanzaste un libro en la cabeza. Entonces me vendé y no te disculpaste... solo te dormiste. —Se encogió de hombros.

Fue ahí cuando recordé, que antes de la primera noche y del primer deseo esa pelea sí había sucedido... pero era mi compañera femenina y no mi pareja. Sí, la golpeé, y la pateé a su cama para que durmiera. Le grité cosas horribles. ¿Por qué estaba tan enojado ese día?

—¿No puedes dormir, mi rascacielos? —Sacudió su nariz como si hubiera dicho algo bueno. También me pareció que esperaba una respuesta mía con un apodo pero yo no sabía de qué forma llamarle, aunque tal vez le hubiera dicho pequeño—. Está bien, estoy aquí, Eliot. Solo no te pongas triste, ¿de acuerdo? Si quieres me mantendré despierto toda la noche.

¿Cuánto sabía él de mí? Yo no recordaba nada. Era una ilusión que me habría encantado de haberla vivido antes en otra situación. Quizás él sabía de mis problemas y por eso cuidaba de mí, yo me aprovechaba de su gentileza.

Me abrazó más fuerte. Una de sus manos se deslizó para tomar la cobija y cubrirme. Seguía siendo el chico corto de estatura y yo era uno alto y, en esos momentos, alguien de pocas palabras. Me di cuenta de que cada vez que pedía más sueños yo hablaba menos y no pensaba tanto. En realidad... no quería pronunciar ni una palabra. Solo cuando Filiae hablaba...

Su rostro se ensombreció cuando no di respuesta. Su voz se tornó ligeramente quebrada y lo que dijo hizo un nudo en mi estómago que me hizo sentir la realidad—. Eli... ¿Por qué anoche deseaste morir?

Negué con la cabeza.

¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo me escuchó?

—¿Estás teniendo problemas de nuevo?

No sabía que responderle. Volví a negar con la cabeza. Entonces la pregunta volvió a mí acompañada del sonido de los trenes. Era cierto... ¿Por qué deseé morir? ¿Y por qué no podía recordarlo?

"Una vez deseé que alguien me amara incondicionalmente... y Filiae lo cumplió para mí".

Creo que fueron dos años y medio el tiempo que pasé con Alex. Era un buen chico, y parecía que no ocultábamos nuestra relación de nadie. De hecho, fue bueno, la representación de lo que debería ser un amor como cualquier otro. Era raro. Incluso arreglé la situación con mis padres, mi cuenta bancaria no estaba mal, y tenía más habilidades en la cocina. Todo parecía ir mejor y me permití ser feliz.

Alex amaba la fantasía, siempre le gustaba hablar de reinos mágicos y seres extraños. Yo lo escuchaba cuando nos abrazábamos en las noches y veíamos las estrellas por la ventana. Fue la única persona después de tantos deseos con quien pude conectar.

—¿Sabías que existe un ángel de la muerte que nunca falleció? No recuerdo su nombre ahora, pero creo que empezaba con a —susurró acariciando mi cabello. Estaba recostado en su regazo y él recargado en la cama—. Era un humano que ayudó a alguien importante hace 2000 años, y gracias a ello pudo llegar a un estado genial sin probar la muerte. ¡Es increíble! Dicen que aún comete errores como un niño porque nunca creció... también se creé que vive en un lugar llamado reino dorado...

—¿De qué hablas? —Murmuré.

—¿Eh? De un ángel.

—No. El reino dorado...

—Oh, es una representación de los cielos. Supuestamente... el más allá donde moran los dioses es un reino de oro que no tiene valor monetario. Un lugar mágico y hermoso. Le llaman reino, pero es casi un planeta.

—¿Mágico?

—Ciencia no comprobada, supongo. Y sí los humanos no lo comprobamos entonces no es algo real... como la magia.

Algunos dicen que cuando las cosas están bien algo malo está sucediendo, pero fueron dos años sin que esa felicidad fuera interrumpida.

—Eli, te amo. Así que mírame a los ojos y no llores... lloremos juntos si es lo que quieres.

Era exactamente eso, un amor incondicional. Algunos también dicen que vemos lo que queremos ver, pero en realidad no es que lo veamos, queremos creer en ello y aunque sepamos la verdad sigue siendo muy doloroso. Era como ver una película, en la habitación principal, de larga duración que me distraía para no preocuparme por el desastre en la sala.

Y mientras lo abrazaba y él me besaba tumbados en el suelo junto a la luz de la noche lo tomé de las mejillas y le susurré al oído:

"Una vez deseé morir...

¿Puedes matarme?"

Pídeme un deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora