• I •

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"Una vez deseé morir..."

Recuerdo bien esa noche, la primera noche de verano, junio 21 del 2020.

La habitación era oscura, me hacía sentir abrumada el amplio espacio vacío en la esquina donde antes estaba mi escritorio y donde solía poner mis papeles de trabajo. Junto a mí dormía una chica corta de estatura, roncando como anciana, con una postura extraña y una venda en su cabeza dándole un toque gracioso. El reloj marcaba las 2:30 am.

El ventilador giraba y giraba haciendo un ruido estresante para mis oídos, enfriando mis pies aun teniendo calcetines. La luz de la avenida entraba por las cortinas, una luz amarilla que realmente no me molestaba aún parpadeando. Miraba al techo, sin emociones visibles, con los ojos vacíos y llorosos por las emociones minutos antes, silbando con la respiración a través de mis labios.

Nada cruzó por mi mente, excepto eso, el día en que deseé estar muerta sin todos mis sentidos lúcidos.

"Quiero morir. Dios, por favor, déjame morir".

No recuerdo que sucedió más tarde, solo que eventualmente me dormí de alguna u otra forma. O eso pensé, deseando una noche larga hasta la tarde del mismo día, pero al abrir los ojos estaba en la misma situación sólo dos horas después. Mis pies en la cama ahora tenían zapatos y yo usaba una sudadera negra delgada.

La chica de estatura corta a mi lado, quien pagaba conmigo la renta del departamento, no estaba roncando, ni siquiera respirando. Todo era silencio y siluetas congeladas en un espacio fúnebre.

El ventilador se había detenido, el ruido había desaparecido y mis pies no eran fríos ni calientes. La luz de la avenida no parpadeaba como antes, y mis cortinas no cambiaban la dirección de su reflejo en el techo. Ni los latidos de mi corazón o los sonidos de mi respiración estaban presentes. Solo era yo en medio de un vacío terrorífico junto al reloj que marcaba las 5 de la mañana, cuando el sol aún no despertaba a nadie y no lo haría nunca más. Habían pasado dos horas desde la primera vez que me desperté.

Al salir del lugar, lo comprobé. Varios pájaros, quietos como animales disecados, volaban cerca del árbol junto al condominio, dormidos en un largo sueño al igual que el viejo amarrado al árbol para dormir tranquilamente. Ni los sonidos de la ciudad, ni la gente en los autos camino al trabajo mostraban señales de vida.

El día que deseé estar muerta... ese día todos murieron.

Todo murió... pero yo no.

Pídeme un deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora