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Eso había estado...cerca.

Demasiado, a decir verdad.

Taehyung divagó en los recientes recuerdos de lo sucedido durante el concierto, mientras seguía encerrado en una de las salas del backstage. No había tenido tiempo de pararse a hablar y celebrar con los chicos después de terminar el concierto, y ni siquiera había hecho presencia para la foto grupal. No podía. Simplemente, era incapaz de dar un paso fuera de aquella sala y enfrentar la realidad.

La jodida realidad.

Todo había estado bien, como siempre. Bien para todos. Y para Taehyung, quien se había acostumbrado al dolor de ocultar sus sentimientos, había sido solamente un día más. Un día más en el que no podía abrir su boca para decirle a Jeon Jungkook cuán jodidamente enamorado estaba de él. Un día más en el que debía callar y aguantar, y por sobretodo, procurar que nadie sospechara, mucho menos Jungkook. Sin embargo, aún fingiendo cuánto más podía, Taehyung era incapaz de no mirarlo con ojitos de amor, y que cada vez que sus orbes conectaban con los del azabache, estos se llenaran de pequeñas estrellas que dejaban ver qué tanto sentía por Jungkook, y cómo ese sentimiento sobrepasaba cualquier tipo de amistad, incluso la suya.

Jungkook y Taehyung habían estado muy unidos desde que se conocieron. Según decía siempre el azabache, Taehyung fue un gran apoyo cuando tuvo que mudarse a Seúl y empezar de cero, así que a raíz de la ayuda que el peliazul le ofreció, unieron lazos y, poco a poco, formaron una amistad única, de esas que todo el mundo quisiera tener. Esa amistad que era suya, y que cuidaban día a día, manteniéndola casi en secreto, queriendo la intimidad para solo ellos dos. Porque si bien era cierto que eran muy unidos, también lo eran con el resto de miembros, y aunque pareciera que con el paso del tiempo, frente a las cámaras se mostraban más atentos con los demás y parecía que su relación estaba desgastándose, era todo lo contrario cuando estaban a solas. Siempre estaban juntos; jugaban a videojuegos, veían doramas y películas, salían a restaurantes -siempre intentando evitar las cámaras- y siempre tenían palabras bonitas y tiempo suficiente para dedicar al otro.

Su relación estaba mejor a espaldas de las cámaras, y no era la primera vez que alguno de ellos, o incluso los otros chicos, lo decían públicamente.

Y cabe decir también, que no faltaban las sonrisas cómplices y avergonzadas de ambos cuando eso ocurría.

Su amistad se desarrolló y maduró con ellos, y por lo tanto, también hubieron problemas que enfrentar. Ellos también discutían, se enojaban, se sentían desplazados o simplemente peleaban por tonterías. Quizá esos fueron los únicos problemas que a Jungkook hicieron crecer y madurar. Quizá eso fue lo que él vio cuando el mayor se resentía sin saber por qué. Quizá solo no le encontraba sentido, y no lo entendía, pero aún así siempre trataba de solucionarlo. Porque a pesar de todo, y a pesar del comportamiento extraño que tenía Taehyung a veces, él no quería perderle.

Pero lo que Jungkook no sabía, es que Taehyung tuvo que lidiar con algo más jodido que las discusiones. Taehyung, en ningún momento, se enojó con él sin motivo.

Para el de pelo azul todo había sido sencillo al principio. Tenía 17 años cuando debutaron, al fin y al cabo, ¿qué iba a saber él sobre amor? Taehyung, ajeno a lo que su corazón murmuraba cada vez que estaba cerca del azabache, entabló con Jungkook una amistad que lo llevaría al desastre.

Al más puro desastre.

Él no lo sabía, entonces, que una amistad podía convertirse en algo más si es que se sobrepasaba ciertos límites. Él tampoco sabía que no era malo enamorarse de un chico. Taehyung era inocente, ingenuo, y se dejaba llevar por la sensación de tener al azabache con él, ignorando a propósito que, con el tiempo e inevitablemente, su corazón pasó de murmurar a prácticamente gritar que lo que él sentía por aquel muchacho de ojos oscuros, sobrepasaba los límites de todo lo que él conocía.

𝗙𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝘀 → 𝐾𝑜𝑜𝑘𝑉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora