El Elegante Egoísta

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Nota de la autora: Este capítulo tiene alto contenido de relaciones sexuales hombre x hombre. Por favor si no te gusta este tipo de narraciones, pásalo de largo. Muchas gracias. 




El Hechizo de las Mariposas.

Basado en el anime de Yu Gi-Oh!
Fanfic por Yukino.


Seto - Joey

Capítulo 3

El Elegante Egoísta




Corría por las arenosas calles con el miedo temblándole en las manos y con la angustia atorada en cada centímetro de su piel. Sus pasos pequeños se dirigían al Sol, que en días anteriores se tornó en eclipse y dejó ciego a todo el mundo por un lapso de tiempo. Sintió también como de la tierra que pisaba se empezaban a escapar los miles de años que habían estado ocultos, enterrados y confinados a nunca salir. 

Sus cabellos negros se alborotaron al llegar al lugar que fue su hogar tanto tiempo, que conocía también. Iba ahí a obtener una antigua bitácora que su padre le había enseñado a usar. 


—Hichizu... ¿qué haces aquí?


La voz de su hermano la detuvo y lo vio a la luz del día, como no lo pudo ver antes. Lo ojos preciosos de Marik esperaban su respuesta. 


—Voy por la bitácora hermano, debo ubicar muy bien el tiempo y el espacio antes de ir de nuevo con el Faraón. 


—Hichizu —dijo su hermano en leve lamento —creí que nuestra misión había terminado cuando pude mostrar al Faraón el tallado de mi espalda... tú y yo ya no tenemos nada que ver ahí. Menos aún cuando lo que viene incumbe sólo al hechicero. Hermana, retuvimos mucho tiempo un mal que tarde o temprano tenía que volver a la luz. Yo mismo lo sentí en mi cuerpo, se apoderó de mi alma; ya no deseo entrar en esa historia de nuevo. Tampoco deseo que tú lo hagas. 


Hichizu miró a su hermano y entendió su angustia. Él ya no quería ser parte de lo que se vendría, no cuando ya había tomado partido en algo tan malo y desgarrador como la pérdida de su alma. Lo miró de reojo, le dio una sonrisa amplia y siguió su camino sin voltear a verlo. No quiso hacerlo porque sabía que iba a ceder ante su súplica, e Hichizu tenía una misión muy grande que cumplir desde el mismo momento en que con toda responsabilidad involucró por primera vez a Seto Kaiba en el mundo del Egipto Antiguo, no podía entonces solo ver desde las gradas, como su noticia ejercía un efecto sobre el antiguo hechicero, mucho menos cuando ella había callado ante Seto, una parte importante de la historia. 
Se perdió entonces en los remolinos de arena, ante la sollozante mirada de su hermano menor. 



***


El televisor encendido por días no cesaba de disparar la noticia del apagón que hubo en todo el mundo. No había explicación aparente a lo sucedido y toda la comunidad científica estaba reunida analizándolo, pero todas aquellas palabras solo se estrellaban en un cuerpo deshecho en lágrimas, tendido en un sofá, ahogado en tristeza. Ese apagón fue para él nada más que el inicio de su fin. Joey Wheleer estaba destrozado, totalmente abrumado por lo que había sucedido con Seto Kaiba. Ya su piel había probado por primera vez las cicatrices del amor, de un amor que según él jamás podría ser. Era ya muy tarde, se asomó a su ventana y se recostó en ella para ver el atardecer, que desde esa noche parecía más gentil. Levantó una de sus manos y la pegó al vidrio sin imaginar siquiera que del otro lado de la ciudad una mano se levantaba de igual manera añorándolo a él. Seto Kaiba desde su torre, mirando al infinito, ponía su mano en alto respondiendo al sentimiento de Joey. Él también estaba confundido, cansado de repetirle a su cabeza que eso que pasó no era diferente a lo que hacía con sus amantes, y cansado también de escuchar a su corazón decirle que hacer el amor con Joey fue una de las mejores cosas que le habían sucedido en el mundo.

Bajó su mirada, hacía ya tres noches que se había dado el suceso, tanto del apagón mundial, como el de él con Joey. Lo que Seto ignoraba por completo, era que Joey no había ido a trabajar desde que estuvo con él. Kaiba, no se había atrevido a buscarlo, tenía miedo aunque se lo negara. Asumió que las cosas habían seguido su rumbo normal, una noche más una noche menos. Por fin antes de irse a su mansión, tuvo el valor de ir a la sala de duelos donde todo había sucedido.

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