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Narra Cuauhtémoc:

- Hare lo que quieras, limpiare mi habitación, lavare la ropa pero no me obligues a ir a un grupo de apoyo.- Le suplique a mi mamá tirando de su delantal.

-Temo, no sera tan malo como lo haces parecer, te aseguro que sera divertido ¡Incluso puedes hacer amigos!.- Menciono mi mamá sin dejar de preparar la cena.

-¡Pero yo ya tengo amigos! ¡¿Te olvidas de Diego?! ¡Le diré y ya no seras su segunda madre!.- Hable indignado con la esperanza de que eso la haga cambiar de opinión.

-¡Puedes llevar a Diego!.- Mierda.

La solté del delantal y me fui a sentar a la mesa que teníamos en la cocina.

No quería ir a un grupo de ayuda, los considero tontos y que realmente lo último que hacen es ayudar.

No quiero a un desconocido tocando una guitarra mientras recita un mantra el cual aprenderemos por que nos ayudará a soportar los problemas de la vida ¡Eso lo hacen mis papas todos los dias!

-Cariño, solo intentamos ayudarte.- Mi mama se acerco y se sentó a mi lado entrelazando nuestras manos.

-Tengo 15 años, si quieres ayudarme consigueme una identificación falsa y dejame ir a todos los bares posibles.- Le respondí haciendo un puchero.

-Mañana tu y Diego iran al grupo de ayuda.- Sentenció mi mama levantándose otra vez.

-¡Dios, no!.- Grite antes de dejarme caer sobre la mesa golpeando mi frente.

-Hazlo por nosotros cariño.- Dijo mi mamá mientras ponia sal a lo que cocinaba.

Fue ahí donde me di por vencido, esa frase siempre ha sido mi punto débil.

Siempre he obedecido todo lo que mis papas me ordenaban, lo hacia por que no podia imaginar su dolor.

Cuando tienes un hijo trazas toda su vida, desde que se le cae su primer diente hasta su primer berrinche pero jamas se te pasa por la mente que tu podrías enterrarlo cuando asegurabas que seria al revez.

Y esa era la vida de mis papás, ellos tenian que enterrarme a mi, y seguramente hacían todas estas cosas para convencerse de que yo seria eterno, pero quizás no iba a ser así.

-Esta bien mamá, ire a llamar a Diego para pedirle que me acompañe.- Le dije parandome de la silla para darle un beso y dirigirme a mi habitacion.

Me senté en mi cama tomando mi celular marcando el número de Diego.

Tres timbres pasaron para despues intercambiarse por la efusiva voz de Diego Ortega Elizalde.

-Pero, ¿Que te pasó? ¡Tienes cara de muerto! .- Grito Diego al verme con ese tonto chiste de siempre.

-Me parece muy carismático tu sentido del humor.- Le respondi torciendo la boca a lo que el explotaba en carcajadas.

-Soy un encantó.-

-Bueno, encantó, tenemos planes para mañana.- Tuve que morder mi lengua para no soltarme a reír tras ver su rostro.

-¿Disculpa? ¿Tenemos? Me suena a manada.-

-Me acompañaras al grupo de ayuda en el que mi mama me inscribió.-

-¿¡Qué!? ¡Pero si tu dijiste que los odiabas!.-

-¡Lo se! ¡Lo se! ¡Cállate! ¡No voy tan feliz! ¡así que tendrás que acompañarme!.- Le grite mientras me dejaba caer sobre mi cama.

-¡Ah, no! ¡Eso si que no! ¡Mañana tengo una cita con Guido! ¡Guido es caliente! ¡Un grupo de apoyo no es caliente!.- Grito de regreso mientras me apuntaba acusadoramente con su dedo desde el otro lado de la pantalla.

-¡Pero soy tu mejor amigo! ¡No puedes dejarme por Guido!.- Le respondi mientras hacía pucheros intentando converserlo.

-Lo siento cariño, ¡Besitos!.- Fue lo ultimo que dijo mi amigo antes de colgar y empujarme al vacío.

-Genial, ahora tendré que soportar los mantras yo sólo.-

Cerre mis ojos intentando evitar el berrinche que queria crear ahora mismo.

Hazlo por ellos, hazlo por ellos》 Repetía una y otra vez pero no era fácil.

Me parecía irracional, no me gustaba salir y solo lo hacia cuando Diego me obligaba.

Desde que me diagnosticaron leucemia en segundo grado de preparatoria tras desmayarme en un partido de basquetbool, deje de salir, las clases las tomaba en casa y me privaban de hacer el mayor esfuerzo, todo por reseta del doctor.

No me gustaba hacerlo, sentia verguenza de que me miraran, las quimioterapias habían deshecho lo que alguna vez fue un cuerpo sano y fuerte.

Mi cabello se cayó, mi piel es palida, mas pálida de lo normal, rozando la palidez de un enfermo, que finalmente es lo que soy, mis ojos perdieron su brillo y mis labios estan la mayor parte del tiempo cuarteados, sin olvidar que mi cuerpo siempre está frío.

No soy guapo, me avergüenza tanto que me miren, no deseo ir a un grupo de apoyo donde me juzgarán y me obligarán a hablar de lo que siento cuando no deseo pensar en lo que siento.

La mayor parte de mi tiempo se lo dedico a pensar en la muerte, en que llegara un momento en que no volveré a sentir la brisa ni volveré a escuchar el cantar de la aves en la mañana.

Y la otra parte de mi tiempo se lo dedico a evitar pensar en todo lo demas, evitar pensar en que estoy mas que consiente que llegara el día en que mis ojos no volverán a ver la luz del dia, ni la oscuridad de la noche.

Sencillamente evito el dolor, y al evitarlo puedo seguir de pie afrontando y superando cada paso de mi enfermedad estoicamente.

Pero no estoy seguro de poder seguir manteniendome impasible si tendre que hablar de mis sentimientos los siguientes dias restantes de mi vida.

Me levanto de la cama con la bruma de pensamientos atacando mi alma, para dirigirme al baño y tomar una ducha.

El agua tibia recorre mi espalda perdiéndose en las brechas de mi cintura, poso mis manos sobre el frio muro de losetas frente a mi y me dejo ir.

Las lágrimas comienzan a correr abiertamente por mi rostro mezclandose con la lluvia artificial de la regadera.

El tiempo es algo que aveces me gustaría controlar, me gustaría haberme enterado antes de este virus que dia con dia acaba conmigo.

Desearia tener el control de la cosas, poder salir y correr sin cansarme y terminar vomitando sangre.

Me gustaria poder ser el hijo que mis padres merecen, alguien que no solo exista para crearles dolor.

Cierro el grifo y me envuelvo en mi toalla para salir del baño.

Llegó a mi armario y busco entre mi ropa lo mas cómodo para dormir.

Apago las luces y me dirijo a la comodidad de mi cama sin antes ver mi telefono en el cual hay un mensaje de Diego.

Eres mas valiente de lo que crees, puta fea.》

Sonrió al telefono y lo apago dejándolo en mi mesita de noche.

Me cubro con las frazadas de mi cama disponiendo a ir a mi mundo favorito, aquel donde soy valiente para enfrentar a este monstruo que me ataca con insistencia, aquel mundo donde mis padres no sufrirán por mi ausencia, aquel universo perfecto en el que los planetas se alinian y me permitan mas dias de vida.

Príncipe Triste [Aristemo.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora