I. Efímero

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Inocencia jamás había tenido un verano que se sintiese tan efímero, recordaba que de pequeña, cuando volvía a Crema de visita durante la misma temporada, pasaba los días sintiéndose vaga, a pesar de ello, estos últimos días de Septiembre—además de estar invadida por una sensación de tristeza que intentaba ahogar duramente—se marcharon en un parpadeo. Aún con la tragedia que la había llevado a Crema, los contados días que quedaban para finalizar el verano, logró obtener algo de diversión que nunca había experimentado en lo que consideraba un aburrido y desaliñado pueblo.

Bianca Ricci se llevaba todo el crédito por ello, se declaraba culpable de que Inocencia haya tomado paseos fuera de casa cada tanto, la había llevado a deleitar deliciosos helados en tardes en las que el sol ardía furiosamente, a dar paseos en bicicleta por la plaza para sentir algo de brisa rozando sus caras, una que otra vez, la llevó al lago ubicado más allá del viejo granero, o simplemente la visitaría en su morada para estar juntas haciendo absolutamente nada. A veces Inocencia tocaba el piano para ella o le recitaba uno de los tantos poemas que de principio a fin conocía y los domingos, sin falta, fueron juntas a la iglesia, puesto que los padres de ambas pertenecían a la religiosa fanaticada. Crema, en sí, era un pueblo atiborrado de creyentes que se escondían del mundano exterior bajo el manto de un benevolente Dios. Y sin más rodeos, Bianca Ricci e Inocencia volvieron a ser las mejores amigas que alguna vez fueron cuando eran pequeñas, antes de que Inocencia se mudase a Florencia.

La mañana del 15 de Septiembre sería la segunda vez que Bianca invitaría a Inocencia al lago, ambas mentían a sus padres acerca del lugar en el que estarían, puesto que a ellos les desagradaba la idea de sus hijas chapoteando en trajes de baño expuestas a la vista de cualquiera que pasase por ahí, por otra parte, Bianca e Inocencia eran niñas que vestían de manera bien recatada, ninguna tendría la audacia de estar vilmente descubierta en un lugar público, y sus padres quizá sabían eso, pero también creían que los adolescentes disfrutaban de experimentar cosas nuevas, nocivas y pecaminosas, poco se confiaban en que sus hijas no se dejasen corromper por las tentaciones que el día a día ofrecía, debían conservar su pureza hasta el matrimonio, así habían sido enseñadas.

Entonces ocurrió esa tarde de Septiembre cuando Bianca e Inocencia arribaron al lago y compartieron una sonrisa cómplice porque el mismo estaba totalmente solitario, eran únicamente ellas y las libélulas que por ahí revoloteaban. Las dos llevaban vestidos que cubrían sus rodillas, Bianca con el cabello negro azabache cayendo sobre sus hombros e Inocencia con su melena de oro atada en un lazo rojo, habían llevado ropa extra en sus bolsos y habían procurado salir de casa exclamando un estruendoso ❝¡Me voy!❞ sin que sus padres tuviesen tiempo de ver qué llevaban puesto, de esa manera no podrían cuestionarles nada. Se deshicieron de sus zapatos y se zambulleron al agua con pasos torpes que las hicieron tomarse de las manos, buscando sostenerse una de la otra, y ya adentradas se carcajeaban de lo exitosa que había resultado ser su travesura, arrastraban sus manos a través del líquido y luego las alzaban ferozmente para chapotear y juguetear.

Los árboles que habían crecido creando un claro de camino al lago también habían extendido sus cabezas sobre el agua y la hacían lucir verdosa, cubrían el sol y, por consecuencia, la temperatura no era tan alta, corría brisa sobre el lago que las hacía volver sus cuerpos bajo el agua porque afuera no se sentía tan cálido. Inocencia comentó que durante su estadía en Florencia no había visitado ningún tipo de extensión oceánica, siempre se ceñía a su estricto régimen de estudio y su tía poco la dejaba ir afuera, aunque Inocencia tampoco había hecho amistades sólidas como para ir al teatro u otra cosa que adorase.

—Siento como si hubiese extrañado esto, aunque en realidad no me gusta estar en el pueblo—contó Inocencia, con los cabellos flotando y la mirada esmeralda en las ramas.

Inocencia & Las 21 ArmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora