―Disfruto de la vista. Es impresionante, ¿no crees? ―sus ojos brillaron al alzarlos hacía los destellos de luz.
Lo miré por un momento: alto, imponente, el cabello cayéndole por la frente, las manos en los bolsillos del pantalón.
»La manera en la que todo puede alumbrarse con un pequeño haz brillante, pero que, cuando éste falta, la oscuridad es tan grande que te absorbe por completo y sientes que jamás volverás a apreciar el delicioso contacto de la luz en tus pupilas o del calor de los rayos solares sobre tu piel... ―su voz llenó el silencio de nuevo, dando cierta vida al entorno íntimo a nuestro alrededor.
Giró su rostro a mi figura en el suelo y lo recorrió de pies a cabeza. Un pensamiento se cruzó por mi mente pero sus ojos me distrajeron de cualquier cosa que estuviera pensando.
― ¿Cómo sabías que iba a estar aquí?
―Es divertido que pienses eso porque... no lo sabía. Simplemente caminaba por el bosque, encontré este hermoso lugar y te vi allí, tan tranquila. ―su sonrisa me indicó que todo lo que decía era mentira.
Me incorporé. Sacudiendome los pantalones bajo su atenta mirada empecé a caminar.
―Bueno... ya que todo esto fue sólo coincidencia me iré para que aprecies la vista sin interrupciones. Buenas noches, Greymme.
Rió con cautela. Sacó una mano de su bolsillo y rascó su barbilla mientras miraba al cielo, sus ojos grises resplandeciendo por el reflejo lunar.
―Touché. ―me encontré de nuevo embelesada con la manera en la que su voz se enronquece cuando habla francés. Tan sólo con esa simple palabra su tono cambia y se escucha más baja, atractiva.
Me giré pillándolo observándome con diversión.
― ¿Qué? ―me crucé de brazos y una mueca de fastidio se extendió en mi rostro.
―Eres astuta ―empezó a caminar, acercándose a mí―. La verdad es que, sí estaba caminando sin rumbo alguno por este bosque, pero tu aroma tan característico me atrajo y llegué hasta aquí. ¿Me vas a arrestar o qué? ―ronroneó y todo mi cuerpo vibró.
Isis, bájale tres puntos a tus hormonas, por favor.
― ¿Ahora olfateas a la gente como un perro? ―traté de sonar calmada, pero mi voz salió un poco entrecortada. Caminé hacia atrás los mismos pasos que él movía hacía delante.
―Prefiero pensar que soy más bien un lobo.
Y de verdad parecía uno. Su cuerpo se movía con sutileza y elegancia, como acechando y todo en él gritaba "depredador".
― ¿Y qué te hace pensar que soy como tu presa? ―su gesto cambió, noté una pizca de superioridad y sus ojos volvieron a mi cuerpo.
Me examinó.
―Hueles a inocencia, niña, es imposible no verte como a un cervatillo de piernas temblorosas cuando desde aquí noto como te estremeces.
No había reparado en los escalofríos que removían poco a poco mi columna vertebral y que hacían debilitar mis extremidades.
»Pero no te alteres, no haré nada que no quieras ―se giró hacía el lago rompiendo el contacto visual después de brindarme un guiño pícaro―. Además, ambos sabemos que otras personas obtienen nuestra atención, ¿no es así? Debo admitir que tu madre es un buen ejemplo de ello. ―un sonido de afirmación dejo sus labios.
Maldito.
―Aléjate de ella. ―mi mandíbula apretada demostraba el enojo frente a sus palabras.
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Detrás de las Máscaras ✔︎
General FictionCuando la mansión colindante a su casa es ocupada por una numerosa familia luego de algunos años sin dueño, Isis Heid comienza a sospechar. Ellos son muy... Perfectos. Hermosos pero letales, como la más impecable mentira. Además, saben algo. Algo os...