Lo miré de pies a cabeza hasta que lo noté.
La gorra negra y el suéter del mismo color.
—Oh, ¿Hamilton? ¿Tú eres el hijo de la Sra. Charlotte, mi vecina? —Le pregunté.
No se parece en nada a sus padres o hermano, si él no se presenta ni cuenta me doy.
—Sí, soy tu nuevo vecino. —Sonríe —Por eso quiero ayudarte en tu primer día, vecina. —Resaltó la palabra "vecina".
Casi no puedo dejarlo de mirar, es muy guapo.
Tiene una altura impresionante que le da un aire poderoso, un cuerpo marcado por lo que puedo apreciar, el cabello negro azabache, un poco hondulado y desordenado, los ojos grises, los labios un poco rellenos con un tono ligeramente rosado y una sonrisa preciosa, tiene un hoyuelo en el pómulo derecho, se ve endemoniadamente lindo.
Mientras que sus padres y hermano tienen el cabello rubio y los ojos de color verde.
Parece adoptado.
—No necesito tu ayuda, puedo ir yo sola, aun así, gracias. —Objeté.
Si necesito ayuda, pero no confío en desconocidos, me parece extraño que se acercara a mí sin un motivo aparente.
—Tranquila, solo quiero ser amable —Alzó las manos en rendición.
Alguien se acercó.
—No creo que pueda haber una gota de amabilidad en ti, Damien —Dijo una chica.
Él le pasó el brazo encima de los hombros y le dio un tierno beso en la mejilla.
—Claro que puedo. Mi madre me pidió que la ayudara en lo que pudiera por eso estoy aquí. —Se encogió de hombros.
Bueno, es un motivo.
La chica rió.
—Oh, eso sí tiene sentido —Dijo pensativa -Nos vemos más tarde primito "colaborador" —Emitió entre risillas.
Así que son primos...
Me sonrió antes de seguir su camino y yo apenas la miré. No soy muy sociable, soy del tipo de persona que no le gusta andar sonriendo o regalándole flores (metafóricas) a las personas.
Él se despidió con la mano y me miró.
—Bueno ¿En que estábamos? —Preguntó con picardía.
Rodé los ojos.
—En que iba clases y tú te ibas por donde viniste.
—Que directa, me gusta -Susurró para él, pero mi oído agudo me permitió escucharlo —Nos vemos en la cafetería más tarde entonces. ¿Trato? Me parece que sí —Sonrió sin dejarme responder un rotundo no y con eso se alejó.
No le di importancia y abrí mi casillero con la clave que me dieron, saqué mi libro de biología y busqué sola la sala 17 porque Cid se fue apenas él ofreció su ayuda.
Lo bueno es que tengo clases en el primer piso ya que soy muy floja para subir las escaleras, les hace falta un ascensor.
Ya tengo algo para quejarme.
Llegué al aula, abrí la puerta y procedí a entrar. Vi al profesor explicando algo y él me miró de arriba hacia abajo, analizándome.
—Usted debe ser la nueva ¿no? —Preguntó un señor cuarentón medio calvo.
—Eh, si soy yo —Dije rascándome la nuca.
—¿Cuál es su nombre? —Indagó.
—Morgan Black, señor —Respondí.
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El octavo pecado capital
FantasiaSiete pecados capitales ¿no? pero... ¿Que tal si falta uno? Conocido como "el pecado disfrazado"... capaz de destruir hasta el alma más pura, solo basta dejarlo entrar a tu vida para volverla un caos con fieles palabras, dulces caricias y una hermos...