9 de noviembre de 2021
- ¡La puerta! -gritó Sophia, mi compañera de piso, al oír que alguien había tocado el timbre.
- ¿Por qué no abres tú? -dije caminando de mala gana hacia la entrada.
- ¡Porque estoy en la ducha!
Reí y abrí la puerta. Me encontré con un hombre de unos 40 años.
- ¿_____ _____?
- La misma.
Me entregó un ramo de flores. Lo cogí con una gran sonrisa, eran preciosas y olían de maravilla.
- ¿De parte de quién va? -pregunté al ver que no había ninguna tarjeta.
- Oh, me dijo que no se lo dijera.
Levanté una ceja, curiosa.
- Pues... Gracias...
Cerré la puerta cuando Sophia salió prácticamente corriendo del baño envuelta en una toalla, imagen que me hizo mucha gracia.
- ¡Dime que no era...! -se detuvo en seco al ver mis flores.
Frunció el ceño y después sonrió.
- ¿Violetas? Creo que alguien tiene un admirador.
- No digas chorradas... -reí- Seguro que son de mi madre, hace meses que no la veo... O alguna broma de los chicos...
- Oh, vamos ____, si hubiera sido tu madre te lo hubiera dicho. Y los chicos no son tan capullos para bromear con eso, creo... Definitivamente alguien está colado por ti.
Desde ese día no volví a recibir nada más, pero tampoco le di importancia. Pasaron los meses, y por fin llegó uno de los días más esperados de todo el año por mí: mi cumpleaños.
- ¡Alegra un poco esa cara, 16 años no se cumplen todos los días! -decía Jaeden, mi mejor amigo, animándome.
- Es sólo que esta vez no está aquí mi familia... Nunca había pasado un cumpleaños sin ellos.
- Pero ya te han felicitado ¿no?
- Sí, pero no es lo mismo... Por cierto ¿dónde está Finn?
Miré a mi alrededor sin encontrarlo. Entonces las luces se apagaron y un foco se encendió en el escenario. Estábamos cenando por mi cumpleaños en un restaurante de la ciudad.
No tardé en ver a Finn allí, con su guitarra, un hombre al piano y otro con un violín.
Entonces la música empezó a cantar. Y no cualquier canción... Aquella canción... La que no podía escuchar sin evitar llorar.
Como si estuviera programado, en mi mente se proyectó el ramo de violetas que me habían llevado a casa meses atrás.
No, no era posible...
- Quién cada 9 de noviembre como siempre sin tarjeta, le mandaba un ramito de violetas... -seguía cantando.
No me sorprendió cuando las primeras lágrimas empezaron a brotar por mis ojos hasta deslizarse por mi mejilla, terminando en mi mandíbula y finalmente callendo a las baldosas del elegante restaurante.
Cuando la música terminó, todos aplaudimos. Y mi sorpresa no acabó ahí. Finn se bajó del escenario y se acercó a mí con un ramo igual de hermoso que el que me mandó en noviembre.
Un precioso ramito de violetas que esta vez sí tenía tarjeta, en la cual se podía leer: te amo.
Este OS también lo escribí en mi libro de preferences de Stranger Things porque me pareció demasiado hermoso. La única diferencia es el nombre de Sophia y Jaeden :)