35: Ella

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Tim dudaba por momentos de las palabras de Damián, pero tras pensarlo varias veces y otras cuantas palabras intercambiadas con Damián, entendió que estaba cansado de no encontrar nada y de que todo lo llevara al mismo lugar, a excepción de esto último por algo que él sabía y no le iba a contar.

Tim, como todos, sabía que de alguna manera Damián siempre pedía confianza y apoyo, lo que la última cosa la mayoría ya no le estaba dando. Pensó por un momento en las interminables peleas que tenían, en cuanto se evitaban y lo poco que hablaban. Por una vez estaba sintiendo esa oportunidad de ayudarlo y conectar con él, pues estaban hablando sin problemas y por segunda vez en todo lo que llevaba de conocerlo, le estaba pidiendo ayuda, y no se la iba a negar.

– Bien... Te diré cómo borrar las cosas. Te supervisare desde mi computadora y si algo se traba, te ayudaré desde aquí. Primero tienes que cerrar -

"Tim" Damián lo interrumpió " Yo... Gracias... De verdad"

– Niño, no agradezcas. Para eso está la familia... Además, aún no has borrado nada.

~∅~

Se había quedado toda la noche revisando los documentos que había descargado, leyendo los detalles. El nombre de Dasha lo eligió una de las guerreras que había ido al ataque, Ra's la consideraba digna de liderar la liga y por esa razón se le había entrenado como cualquier descendiente de sangre del viejo. 

Los papeles estaban esparcidos por su suelo, alumbrados por la lampara de escritorio que tenía, sus cortinas negras estaban cerradas y había escuchado movimiento en la mansión, pero lo consideraba normal, pues cuando se había encerrado en su cuarto aún no regresaba su padre. Solo cuando escuchó pasos pequeños correr por la mansión y las risas de dos niñas que conocía bien fue cuando volteó hacia el pie de sus cortinas. En el suelo ya se veían los rayos de sol. Miró el reloj de su muñeca, eran las 11:00 am. No había dormido, y si Dick lo veía en ese estado lo regañaría si bien le iba, porque sabía que él y Alfred eran capaces de inyectarle algún narcótico solo para que descansara lo suficiente, ya lo habían hecho y honestamente no quería experimentar esa sensación de nuevo.

Recogió los papeles procurando no desordenarlos, los guardó en un compartimento secreto y salió, tenía que avisarles que dormiría gran parte de la tarde y no quería ser molestado. Cuando dio la vuelta para bajar por las escaleras, vio a Mari y a Helena al pie de las escaleras, que a la vez también lo habían visto.

– ¡Damián! – gritaron al mismo tiempo y empezaron a subir las escaleras corriendo.

– Oh no, no no ¡NO! – y sintió como ambas niñas le brincaban y lo tiraban al suelo, provocando que le doliera todo el cuerpo aún más.

– ¡Por fin saliste de tu cueva! – dijo Helena abrazándolo.

– Te vez muy descuidado, ¿Qué te ha pasado? – preguntó con desilusión Mari.

– Su novia murió hace un mes, ¿Lo olvidaste? – susurró Helena.

– No era mi... ¡AH! ¡Quítense de sobre mi! 

Ambas chicas se levantaron rápidamente, pues sabían que ya se había enojado. Él se levantó y empezó a bajar las escaleras dejando a las chicas sentadas en el suelo.

– ¿En serio tenía novia? – preguntó Mari a Helena.

– Él dice que no, pero todos los veíamos juntos, como se miraban y como se llevaban. Realmente se veía muy feliz con esa chica y se nota demasiado que la extraña.

– Ya veo... – contestó la media tamariana.

– Mari, no me digas que te gusta mi hermano – hizo una cara extraña hacía la chica.

You Make Me Die (Damian Wayne [Robin] y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora