~ Golpe de Estado ~

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Sabía que no tenía mucho tiempo para sacar a su reina de ahí, los soldados enemigos se infiltrarian pronto en el palacio.

Corrió buscando a Elizabeth, no la encontraba en ningún cuarto, llegó al despacho y tampoco estaba ahí.

Empezó a desesperarse.

¿Donde podría estar su amada Reina?

Se detuvo a pensar un poco, miro hacia el ventanal y por fin la encontró se rodillas en su jardín de rosas.

Mientras caminaba por los pasillos le ordenaba a los soldados proteger el palacio.

Unos fuertes golpes se escucharon más cerca aún.

El enemigo se habia acercado aún más.

Corrió lo mas rápido que pudo hasta llegar a ella.

Elizabeth miro hacia el, estaba agitado por correr rápido. Ella se puso de pie y le tomó la mano

-¿Estas bien Meliodas? Dime qué ocurre ahora mismo.-

El tono de voz de ella indicaba mucha molestia. No podía ocultarlo más.

-¡ Es un golpe de Estado! Tu abuela ya lo sospechaba pero no había querido decirte nada, todos están a salvo solo quedas tú aquí, vamos Elizabeth, necesito sacarte de aquí -

Elizabeth miraba incrédula a su rubio, todo este tiempo y no habían comentado nada a ella, sentía que no confiaban como deberían.

Soltó la mano de Meliodas y le dio la espalda, soltó unas lágrimas inevitablemente.

Pensaba que todo estaba bien, y que ahora algo así ocurra en su poder. La hacía sentir muy inútil.

Un fuerte golpe la hizo sobresaltarse. Miro hacia donde provenía aquel golpe al igual que su rubio.

-¡El enemigo ah invadido el palacio! ¡Protejan a la reina!-

Se oyó gritar a lo lejos.

Meliodas gruñó. Tomó la mano de Elizabeth y la jaló hacia él comenzando a correr.

Ella lo comenzó a seguir sin dudar, veía en su espalda una mochila y en su cintura su gran espada.

Le seguía un poco el paso, ella no era muy ágil para correr.

Pronto unos caballeros intervinieron en su camino, él se posicionó frente a Elizabeth protegiendola.

Le entregó la mochila y empezó a pelear contra aquellos dos hombres.

Elizabeth veía horrorizada como el los atacaba sin piedad, era la primera vez que veía a Meliodas luchar de esa manera.

Cuando acabó con esos hombres, tomo suavemente la mano de la peliplata y continuaron corriendo, estaban por llegar a un corredor cuando fueron interceptados de nuevo, esta vez por cinco hombres.

Meliodas de nuevo se lanzó contra ellos atacando sin piedad, el cuerpo de uno cayó cerca de Elizabeth, haciendo que ella se asustara mucho, cerró sus ojos del miedo, mientras solo escuchaba el ruido de las espadas chocar.

Abrió sus ojos cuando el grito de dolor de Meliodas la alertó. Lo habian herido, se llevó ambas manos a la boca mientras negaba con la cabeza, eran cuatro contra uno, no quería que le sucediera algo malo.

Pero ¿Que debería hacer? No sabia usar una espada, nuevamente el rubio gritó, era atacado por segunda vez, esta vez un poco más profundo, podía ver caer mucha sangre.

Se aterro aún más.

Meliodas podía morir.

No supo de donde sacó valor, pero tomó la espada de aquel hombre que estaba en el suelo cerca de ella, no sabía ni como agarrarla, recordó levemente que de pequeña tomó algunas clases de esgrima con sus primos, supuso que debería ser lo mismo, aunque la espada era más grande y pesada.

Pero no le importaba eso, solo quería ayudar a su rubio, quien ya estaba siendo acorralado.

Caminó rápido hacia uno de ellos y sin dudar le clavó la espada por detrás atravesando el pulmón y saliendo por el corazón, él de inmediato cayó muerto, ella giro hacia otro hombre y repitió lo mismo, los otros dos enojados se abalanzaron contra ella, pero Meliodas no se los permitió y rápido le cortó el brazo a uno, haciendo que caiga, el otro no avanzó más, ya que la punta de la espada de Elizabeth estaba en su cuello.

La mirada celeste de la actual reina mostraba mucha molestia y enojo.

-¿Quien los mandó? ¿Porque hacen esto?-
Su voz daba más miedo aún.

-El príncipe Harry y Lady Elena.-

Respondió con miedo y temblando aquel hombre.

Elizabeth asombrada sin bajar la espada dejó caer un par de lágrimas. ¿Sus propios primos hacían eso?

No podía dejarlo vivir, y con un grito lastimero de dolor, empujó la espada hacia dentro de su cuello matándolo al instante.

Soltó la espada y cayó de rodillas temblando y llorando. La sangre le había salpicado en su rostro, no podía creer que ella, había matado a tres hombres.

Meliodas se inco junto a ella y la abrazó.

-Elizabeth por favor, reacciona, debemos irnos, no podemos quedarnos aquí, los caballeros defenderán al palacio, pero tienen orden de retirarse si no pueden más.-

Ella asintió con la cabeza aún abrazandolo y se puso de pie, tomo una espada y junto a Meliodas salieron de ahí, llegaron a un pasillo secreto, todo ese tiempo ella veía las heridas de Meliodas, le deberían doler claramente pero el se mantenía firme y valiente.

Al salir de aquel pasillo oscuro pudo notar la laguna del bosque que estaba algo lejos de su palacio, le gustaba ir a acampar ahí con sus primos, así que conocía bien el lugar.

Caminó hacia el lago y rasgo un trozo de su vestido y lo mojo, se acercó de nuevo a Meliodas y le curo la herida con el agua, repitió eso algunas veces, después cubrió las heridas con otro trozo de tela.

Mientras ella lo curaba, el la veía detalladamente, sus facciones asustadas y su rostro con algo de sangre aún, sabía que estaba asustada y aún así ella sacó valor para defenderse y lograr salir.

Elizabeth se sentó en aquel pasto verde y sus lágrimas caían sin control, hasta ahora se daba cuenta de que todo estaba siendo un caos, y que si no fuera por Meliodas ella estaría muerta ya o en alguna celda, el que sus primos los dominara el egoísmo y la avaricia era increíblemente sorprendente.

Meliodas pudo recuperarse un poco, se puso de pie y camino junto a Elizabeth de la mano más adentro del bosque, encontró una cueva y junto varias ramas, entraron y prendió una fogata.

-Se que no es lo que acostumbras, pero descansaremos aquí un par de horas y luego Seguiremos avanzando.-

Elizabeth miro a su rubio y solo asintió con la cabeza.

Recordó que traía la mochila y decidió abrirla para ver su contenido. Tenía algunos cambios de ropa sencillos para ella, una capa con capucha y una bolsa llena de monedas.


-¿Mi abuela preparo la mochila verdad?-
Preguntó al ver las provisiones que tenía esta mochila.

Meliodas no respondió, el cansancio lo había vencido y se encontraba durmiendo ya.

Elizabeth aprovecho a quitarse ese vestido tan molesto y se colocó una de las ropas que estaba ahí.

Un vestido algo corto para ella con botas cómodas largas que llegaban antes de las rodillas, perfectas para caminar, una blusa sencilla de algodón blanco y se colocó la capa, con la peineta que llevaba en su cabello se los peinó para luego hacerse una cola alta.

Estaba decidida a luchar si era necesario, todo para que ella recuperara su palacio y su reinado pueda continuar.

~ Leal a ti ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora