Tres horas más tarde, me encontraba sentado sobre la mullida cama fosforescente de Sokjin. Había decidido que, como la mitad de mi guardarropa provenía de todas las tiendas de segunda mano de la ciudad y la otra mitad provenía de mi padre, no tendría absolutamente nada apropiado para vestir en la fiesta a la cual iría con Jungkook. Como mi ego era tan grandísimo, no quería verme fuera de lugar. Quería sentirme parte de los demás y no provocar las burlas de todos, como era de costumbre. Pero más que nada quería verme bonito para Jungkook. Aunque él no me pudiera ver de todos modos.Y gracias a que mi mejor amigo era un gurú de la moda—aunque el fuera parte del lado oscuro—, ir a su casa sería el lugar perfecto para ser asesorado por alguien con experiencia en estos casos.
—¿Estás seguro de que no lo decía bromeando? —Pregunto el en tono serio mientras tendía los millones de cosméticos sobre su alfombra roja. Comenzó a tomar unos pocos y después volvió a tirarlos con el montón, indeciso—.
—Estoy más que seguro. El día de hoy amaneció de un humor exageradamente bueno.
«Gracias a mí, claro».
—Y de perdido, ¿el se ofreció a llevarte?
—Sabes bien que él no puede manejar —Respondí en defensa. Aunque realmente no estaba segura, el podía hacer tantas cosas por sí solo, que no me sorprendería si lo viera por la calle manejando—. Yo iré a su casa y de ahí nos iremos juntos.
—¡No es justo! Te invita a una cita y ¿tú eres quién tiene que pasar por él? Eso es tan extraño, ¿sabes? —Dijo mientras volvía a tomar unos pocos cosméticos, separándolos de los demás y colocándolos sobre la cama. Los demás, que se encontraban regados por la alfombra, los tomo y los empezó a echar de nuevo a un cajón de su cómoda—.
—No seas tan terco y mejor ayúdame a arreglarme, ¿vale?
—Vale, vale. Pero oye, recuerda por qué estas siendo tan amable con él, ¿sí? Entre más rápido termines con el trabajo, mejor.
Recordé lo que el había dicho hace un par de días atrás, de ser amable con Jungkook para ayudarlo con su enfermedad y después alejarce cuanto antes con la paga. Antes había parecido una buena idea pero ahora... No estaba tan seguro.
- No lo se - confesé. Extendí mis piernas a lo largo de la cama y comencé a frotar las lentamente -. El ha cambiado mucho.
—Significa que estás haciendo bien tu trabajo—Contesto Seojin alegre y sarcástico, incorporándose del suelo y sentándose a mi lado—.
Lo mire con una expresión de culpa y amor grabada en los ojos. El capto.
—Oh... !Oh, santo cielo! ¡¿Te gusta Jungkook? —Chillo mientras saltaba de la cama y se colocaba frente a mi—. Pero no un simplemente me gusta. ¡De verdad te gusta, y mucho!
Sentía mi cara calentarse con cada palabra que el decía. Ahora no podía sacarmelo de encima nunca.
—No Jin, yo...
—¡No intentes mentirme, Yoongi! Te conozco perfectamente bien. ¡No puedes mentirme! —Grito emocionado. Hundí mi cara en una almohada—.
—Enserio, todo esto es una confusión. Yo solo estaba...
—Cállate. ¡Esto es grandioso! —El me interrumpió mientras se lanzaba hacía mi con un abrazo de oso y me felicitaba. Después se calmo y se alejo un poco, mirándome petrificado—. Aguarda un momento —El no dijo nada por un par de segundos y finalmente, hablo—. ¿Qué paso con Namjoon? Yo pensé que aún te gustaba.
¿Por qué me tenía que conocer tan bien? Duh, amigos.
—Uh. Yo... Bueno, digamos que Nam y yo, eh... ¿Nos besamos?
Seokjin volvió a chillar, más emocionado aún.
—¡No puedo creerlo! ¿Besaste a Namjoon? ¡El esta tan bueno! ¡Cómo te envidio!
—Ahora cállate tú —Le solté. El se carcajeo—. No fue tan grandioso como crees ¿vale? Mejor no hablemos sobre eso.
—No te creo. Los tipos tan buenos como él, siempre son grandiosos en esas cosas. Además, estas muy mal de la cabeza si crees que no me dirás nada sobre ese beso. Suelta la sopa.
—Ugh —Bufé levemente y comencé a rascarme por detrás de la oreja, como un pequeño perro. Olvídenlo, ignoren ese comentario—. Bien, tu ganas —Le dije resignado. El sonrió maliciosamente—. Fue el sábado pasado. Cuando fui a casa de la abuela. Digamos que nos quedamos solos en el patio trasero, y él empezó a hablar sobre cual diferente era yo de todos los demás y que me quería, bla bla. Después me beso. ¿Contento?
El me fulmino con la mirada. —No, no estoy contento. Y tu tampoco. ¡Vamos! ¡Ese beso lo has estado esperando desde siempre! Y ahora que ocurre, solo lo cuentas como si me estuvieras platicando sobre tu última consulta con el dentista. ¿Podrías ser más especifico? Gracias.
—Perdón. Es solo que no quiero hablar de eso en estos momentos, ¿vale? Estoy nervioso. —Me miro por unos segundos, pero después asintió levemente—. Ahora, ¿Podrías ayudarme? Tengo una cita y no quiero llegar tarde.
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