Adagio

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Turín, 1967

¿Qué clase de padres obligan a su hija de 14 años a casarse? Esa era la idea que se mantenía fija en la cabeza de Cileigia Bocelli mientras su madre acomodaba su vestido de novia que apenas se ajustaba a sus infantiles curvas en tanto miraba su propio rostro confundido en el reflejo del espejo. Cileigia era la menor de tres hermanas, de cabello rubio y grandes ojos azules apenas había entrado a la secundaria cuando sus padres le dieron la noticia, iban a casarla con Valentino Cotto, quien había cumplido los 35 años y acababa de atravesar un divorcio sin descendientes. La familia Bocelli atravesaba una gran crisis monetaria, las hermanas mayores de Cileigia habían abandonado su hogar hace años y no sabían nada de ellas desde entonces, con las deudas hasta el cuello y una enfermedad fatal para su madre ella fue la elegida para ser desposada.

La ilegalidad o el término estupro no jugó en su caso, pues fueron ambos padres quienes autorizaron el matrimonio con un juez al frente en la iglesia Santa madre de Dios donde ella realizaría su matrimonio y ellos finiquitarían su contrato, las deudas fueron liquidadas y ella entregada como agradecimiento. Fue la primera vez que lo vio mientras avanzaba sujeta del brazo de su anciano padre quien apenas podía caminar, con verlo a lo lejos Valentino infundió un terrible miedo en cada parte de su cuerpo, su prometido y casi esposo media 1,80 m, tenía cabello negro y ojos color miel, de ostentoso porte y bien vestido, pero su mirada, era como ver un lobo hambriento listo para degollar a su presa y destrozarla lentamente, la leve sonrisa maliciosa que tenía le hizo pensar en todo menos en algo bueno, cuando su padre la entregó noto la abrumadora diferencia de altura, ella media apenas 1,40 y era menuda, delgada y pequeña a su lado. Sujetaba su brazo con firmeza y sus dedos toscos se abrían paso a través de su delgada mano, haciéndole apretar los labios con dolor.

Le tuvo miedo desde el primer instante, sin embargo tuvo que aparentarlo mientras sonreía para las fotografías y escribía en él acta con su perfecta caligrafía su nuevo nombre, las manos le temblaban y sudor frío cuando la profunda y hosca voz de Valentino rozó su oído derecho.

Ahora eres mi propiedad Cileigia - ella solo asintió y sonrió nerviosamente ante la cámara mientras se paraba de puntillas plantando un beso tosco en sus labios resecos y cubiertos por un fino bigote. Sus padres se marcharon temprano de la fiesta y por largas horas se dedicó a sonreír nerviosa sujeta de su brazo, temblando como una hoja que estaba a punto de caer.

Valentino Cotto solo quería una cosa, o mejor dicho dos, una mujer que mantuviera su hogar limpio y una esposa que supiera atender sus necesidades, una que le diera un hijo a diferencia de la inútil que tenía como ex esposa, pese a que en el exterior él luciera como un hombre recatado y educado, la realidad es que era alcohólico, y propenso a disfrutar de drogas en pequeñas cantidades, mucho del dinero que ingresaba a sus bolsillos se desperdiciaba en licor, y aún en su propia boda bebió copa tras copa observando de reojo a su pequeña esposa, quien solo miraba hacia abajo, resistió el impulso de darle un golpe en la espalda y obligarla a divertirse, pero eso significaría que la espantaría muy pronto.

Cileigia le huía a la idea de su noche de bodas, por el contrario quería que Valentino llegara lo suficientemente borracho para que durmiera y no la tocara, pero no fue así, apenas habían puesto un pie en su pequeña casa cuando él forzaba el cierre de su vestido haciéndola gritar, una cachetada bastó para que frenara sus gritos, dos más para que se disculpara y se desnudara por cuenta propia, llorando y sollozando con en silencio Cileigia simplemente observó el dije en forma de cruz de su cuello, rezando silenciosamente mientras su esposo tiraba su cuerpo a la cama y arremetiera contra ella, al inicio luchó y rogó porque se detuviera, su infantil cuerpo apenas podía soportar la envergadura del suyo, callando cuando otro par de golpes la hacían girar el rostro y cerrar los ojos fuertemente.

C'est la vie (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora