Él nunca había intentado controlar sus deseos por las mujeres... y desde que ________________ había vuelto al pueblo ni siquiera tenía el control sobre su libido. ¿Cómo podía reprimir un hombre sus hormonas? ¿Acaso no estaba científicamente probado que la abstinencia era perjudicial?
—¿Por qué no esperáis un poco? No os hará daño.
—La quiero —dijo Sam—. Y ella a mí.
—Yo también quiero a Emma. Y a ________________, y a Teddy, y a Adam, y a Evan. Los Lambert son como nuestra familia —suspiró débilmente, buscando algún argumento que tuviera sentido.
¿Quién era él para intentar explicar las relaciones entre hombres y mujeres? Ni siquiera podía entender su atracción obsesiva por _______________. Lo único que sabía era que se sentía muy bien con ella. Tan bien que no quería dejarla marchar. Se levantó y le ofreció la mano a su hermano.
—Vamos. Brett querrá preparar una estrategia antes del partido. La última vez que jugamos al fútbol con los Lambert nos dieron una paliza. Tienen a la mujer de Evan, quien ha pasado por tres partos. No se anda con chiquitas.
—Y _______________ juega como un hombre —dijo Sam.
—No te preocupes por _________________. Yo me encargaré de ella. Tú ocúpate de Emma.
Sam sonrió.
—Hasta que nos casemos, seguirá siendo una Lambert. El enemigo.
Se dirigieron hacia la extensión de hierba, cubierta por la nieve. Al cabo de unos minutos todos los jugadores estaban congregados en el centro del terreno de juego. Ian vio a _________________ y la saludó con la mano, y ella le devolvió el saludo con una sonrisa vacilante. Estaba tan hermosa con tanta ropa de abrigo que Ian no pudo evitar la fantasía de desnudarla lentamente...
Respiró hondo y cerró los ojos. Aquél no era el momento para pensar en desnudarse con _____________. Una vez que estuvieron todos reunidos, Brett levantó la mano.
—Bienvenidos al primer y posiblemente único partido invernal de los Somerbert. Siguiendo la tradición de nuestro partido de verano anual, hemos decidido recuperar el antiguo trofeo —mostró el desatascador de inodoro que llevaba oculto a la espalda y todo el mundo se echó a reír y a batir palmas, sorprendidos de ver el trofeo después de tanto tiempo—. La última vez que se entregó este trofeo fue hace once años, y según reza la inscripción, lo ganaron los Lambert.
—Gracias a un touchdown de ______________ —dijo Ian, mirándola—. ¿Te acuerdas?
Adam te lanzó el balón y tú te escapaste de todo el mundo. Nadie pudo alcanzarte. Ella lo miró extrañada.
—No lo recuerdo.
—Yo sí —repuso Ian—. Fue un partido memorable.
Rodeó lentamente a los jugadores mientras Brett explicaba las reglas de juego y se detuvo detrás de _________________, con la mirada fija en Sam y Emma.
—Parecen muy felices —murmuró—. ¿A ti qué te parece?
_______________ lo miró por encima del hombro.
—Sí —afirmó.
Brett señaló la lista de ganadores, escrita con un rotulador en el asa de madera.
—Hoy nuestros capitanes serán Sam y Emma. Los equipos estarán igualados con Marianne, la mujer de Evan, y John, el marido de Ann, así que nadie tendrá que sentarse en el banquillo.
Teddy no estuvo de acuerdo.
—Nosotros somos tres chicos y tres chicas, y vosotros cuatro chicos y dos chicas. ¿A eso lo llamas estar igualados?
—John se operó de la rodilla el año pasado —dijo Brett—. Y Marianne jugaba al fútbol en la universidad. A mí me parece que estamos igualados...
Se lanzó la moneda al aire y comenzó el partido. Brett hacía de mariscal de campo para el equipo de los Somerhalder, y cuando inició el ataque para lanzarle el balón a Ann, ______________ apareció delante de ella e interceptó el pase. Echó a correr por la línea de banda y Ian se lanzó en su persecución. Apenas tardó unos segundos en cubrir la distancia que los separaba.
La agarró por la cintura, la levantó del suelo y los dos cayeron a la nieve junto al terreno de juego. De jóvenes siempre habían jugado sin miramientos, y había sido muy divertido. Pero ahora, tirado en el suelo con __________________ encima de él, el juego adquiría un matiz sexual desconocido hasta entonces.
—¡Esto es touchfootball! —gritó ella—. ¡No puede haber contacto!
—Ni siquiera te estoy tocando como me gustaría... —murmuró él. La hizo rodar de costado y se colocó sobre ella—. Tenemos que hablar.
Ella se retorció, intentando escapar.
—Si crees que puedes convencerme para que abandone el partido, olvídalo — espetó ella—. Sólo porque me besaste aquella vez...
—Más tarde —replicó él al ver que Brett se acercaba. Se apartó de ______________ y la ayudó a levantarse. Le sacudió la nieve del trasero y la mandó con su equipo, al otro lado de la línea de scrimmage—. Buena recepción —le gritó.
Un cambio de posesión llevó a Ian al ataque. Recibió el balón de Brett y echó a correr por el campo. Vio a ________________ corriendo hacia él y supo que se disponía a detenerlo como fuera. Eso era lo que le gustaba de _________________. Nunca rechazaba un desafío. Pero, en vez de acelerar el paso, redujo la velocidad hasta que ella lo alcanzó.
Hizo una finta a izquierda y derecha, pero _______________ lo sorprendió al seguir sus movimientos. Entonces Ian, dándose cuenta de que no iba a desequilibrarla, la agarró por la cintura y la llevó con él hacia la zona de anotación. Pero _______________ le dio una patada al balón mientras corría, arrancándosela de la mano.
—¡Balón suelto! —gritó _______________.
Teddy estaba justo detrás de ellos. Agarró el balón y echó a correr hacia la zona de anotación contraria. Ian se giró y dejó caer a_______________ en la nieve. Pero cuando se disponía a lanzarse en persecución de Teddy, ________________ lo agarró por la pierna y lo hizo caer.
Rápidamente se montó a horcajadas sobre él y vio cómo Teddy anotaba un tanto. Empezó a dar brincos mientras vitoreaba a su hermano, y con sus botes le provocó una dolorosa reacción a Ian. Maldiciendo en voz baja, se dio la vuelta y la tiró al suelo, agarró un puñado de nieve y se lo restregó contra el rostro.
—No sabes perder —gritó ella, forcejando con él. Consiguió derribarlo de espaldas y le sujetó los brazos a ambos lados de la cabeza.
—Bésame —murmuró él.
_______________ frunció el ceño.
—Aquí no. Nos verán todos.
Ian le apartó la nieve del cabello.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
—Más tarde —dijo ella—. Después de cenar.
—Reúnete conmigo en el cobertizo.
_________________ sacudió la cabeza, se puso en pie y echó a correr hacia sus compañeros. Se dio la vuelta y lo miró con una sonrisa burlona.
—Vais a perder... —tarareó—. A perder... a perder...
Ejecutó una pequeña danza, meneando el trasero. Ian no pudo evitar reírse. Dios... era increíblemente sexy. Mientras veía cómo se alejaba, pensó cómo sería pasar una noche con ella. Tener todo el tiempo del mundo para seducirla.
Para desnudarla lentamente y hacerla gemir de placer con sus caricias. ______________ había sido la protagonista de sus fantasías adolescentes. Pero aquellos juegos juveniles no podían ni compararse a las cosas que se imaginaba ahora.
—¡Ian!
Levantó la mirada y vio a Brett.
—Concéntrate en el partido —gritó su hermano.
Estuvieron jugando durante una hora, y al final el trofeo fue a parar a los Lambert, gracias al touchdown que Marianne, la mujer de Evan, consiguió en el último minuto. De regreso a casa, Ian se quedó atrás deliberadamente, manteniendo la vista fija en _______________.
¿Cómo habrían sido las cosas entre ellos si hubiera aceptado su proposición once años atrás? ¿Estarían allí, en aquel mismo lugar, deseándose mutuamente? ¿O se mirarían con vergüenza y remordimiento, en vez de excitación e impaciencia?
Tal vez las cosas hubieran salido tal y como se suponía que debían salir aquel verano. Pero lo que estaba pasando ahora entre ellos aún estaba en manos del destino. Y todo empezaría o terminaría aquella noche, en el cobertizo de las barcas.
***
Las dos familias se juntaron en el gran salón de los Somerhalder para compartir el chili y el pan de maíz. Después de la cena, Ian y _______________ se unieron a Sam y Emma en una partida de Monopoly, pero ______________ apenas podía concentrarse, especialmente por la manera con que Ian le rozaba el pie bajo la mesa.
Mantuvo la vista en el tablero, intentando controlar su desbocado corazón. Otros hombres la habían tocado de la forma más íntima posible, y ella apenas había reaccionado. Pero Ian sólo necesitaba acariciarle el pie con el suyo para hacerla arder de deseo.
—Park Place —anunció Sam cuando la ficha de Emma cayó en su propiedad—. Vamos a ver... Serán mil doscientos dólares, por favor.
Ian se echó a reír al observar el dinero acumulado por Sam.
—Parece que tienes bastante para comprarte esa motocicleta.
Sam fulminó a su hermano con la mirada, y Emma frunció el ceño al instante.
—¿Qué motocicleta?
—Sam va a comprarse una motocicleta cuando estéis casados —dijo Ian, barajando sus tarjetas de propiedad—. Nuestra madre no se lo ha permitido hasta ahora, pero cuando sea un hombre casado no podrá impedirle nada, puesto que serás tú quien esté al mando —clavó la mirada en Emma, esperando su respuesta.
A _________________ le pareció un extraño giro en la conversación. Le frunció el ceño a Ian, pero él se limitó a sonreír y se puso a contar su dinero.
—No puedes tener una moto —dijo Emma—. Son muy peligrosas. No te lo permitiré.
—Pero, Em, sería muy útil. No podemos permitirnos dos coches. Y la gasolina sería más barata.
—No —rechazó Emma rotundamente—. No voy a permitirlo.
Sam se irguió en la silla como un crío enfurruñado.
—¿Qué quieres decir con eso? No eres mi madre.
—Sam debería tomar sus propias decisiones —murmuró Ian.
_______________ le dio un puntapié bajo la mesa.
—¡Ay! —exclamó con una mueca de dolor. Sam y Emma lo miraron y él sonrió forzadamente—. Un calambre. Demasiado ejercicio en la nieve —agarró su dinero y se lo tendió a _____________—. Me retiro.
_________________ alternó la mirada entre las adustas expresiones de Sam y Emma y la sonrisa de satisfacción de Ian, y supo que había iniciado aquella discusión a propósito.
—Yo también me retiro.
—Ian tiene razón —dijo Sam—. Soy un hombre adulto. Puedo hacer lo que quiera.
—¿Quién va a pagar esa motocicleta? —preguntó Emma—. Yo no, desde luego. Y si crees que puedes usar el dinero de la boda, estás muy equivocado.
______________ se levantó rápidamente y siguió a Ian a la cocina. Él dejó su vaso en el fregadero y se despidió de sus padres, que estaban jugando a las cartas con los padres de ______________.
—Voy a bajar al cobertizo a ver si puedo encender la calefacción. Vamos a necesitar ese espacio.
—Y yo voy a volver al hotel —dijo _________________—. Tengo que hacer algunas llamadas. Os veré a todos mañana.
A nadie pareció extrañarle que se marcharan los dos al mismo tiempo. Ian la ayudó a ponerse el abrigo y salieron juntos por la puerta principal. Una vez en el exterior, la agarró de la mano y la llevó hacia el sendero que conducía al lago.
—Ian, tal vez deberíamos... ¿Adónde vamos?
—Al cobertizo. Me vendrá bien un poco de ayuda para encender la calefacción. Puedes sujetar mis herramientas.
_________________ se echó a reír y echó a andar junto a él. El frío aire nocturno agudizaba sus sentidos, y sintió cómo le daba un vuelco el corazón al pensar en lo que pasaría cuando estuvieran a solas. ______________ nunca se había considerado una mujer apasionada. Siempre había podido controlar sus deseos. Pero con Ian no podía dejar de pensar en el sexo.
Su intención era mantener la compostura, pero toda su resistencia se venía abajo en cuanto él la tocaba. Su lado más racional podía enumerar una larga lista de razones por las que no debía acostarse con Ian, pero el pulso empezó a latirle con fuerza y su cerebro fue incapaz de seguir pensando con coherencia. No podía hacer otra que dejarse llevar y abandonarse a las poderosas sensaciones que la consumían.
No se había sentido igual desde aquella noche con Ian en el lago, once años atrás. Pero ¿de verdad estaba dispuesta a hacer eso? Durante los últimos meses se había sentido vacía por dentro, como si su vida ya no pudiera hacerla feliz. Sería muy fácil llenar aquel vacío con Ian. Y quizá se sintiera mejor por una temporada. Aun así, se resistía a creer que necesitara a un hombre para ser feliz. Seguramente lo único que necesitaba era sexo.
Al menos ahora era lo bastante madura para saber la diferencia entre el deseo y el amor. Aunque sucumbiera a la atracción física, podría seguir manteniendo el control de sus emociones. Ian era la última persona en el mundo de la que se permitiría enamorarse. Era el único hombre que podía romperle el corazón. Y eso lo convertía en un riesgo muy peligroso.
Y sin embargo, no tenía miedo. Al contrario, se sentía completamente libre y liberada. Por fin podía dar rienda suelta a sus deseos y comprobar hasta dónde llegaba su pasión por Ian. Ya no tenía que seguir fingiendo. Él la deseaba y ella lo deseaba, y ninguno de los dos tenía necesidad de negarlo. La sombra del cobertizo de los Somerhalder se recortaba en la loma, junto a la orilla.
La parte baja albergaba el pequeño velero de los Somerhalder y su vieja lancha, pero el piso superior estaba acondicionado para acoger invitados. Era un pequeño apartamento completamente amueblado, provisto de cocina y cuarto de baño.
Los postigos estaban cerrados por el invierno, lo que confería a la casa un aspecto frío y hostil. Ian le sujetó la mano mientras ella subía con cuidado los escalones cubiertos de nieve. _______________ miró por encima del hombro y vio las huellas a la luz de la luna.
—Van a saber que hemos venido juntos.
—Sólo te he pedido que me eches una mano —le recordó él—. No hay nada malo en ello...
________________ respiró hondo y apretó los dedos en el bolsillo del abrigo. La idea de recorrerle el cuerpo con las manos, de poder tocarlo y desvestirlo con plena libertad, hacía que la cabeza le diera vueltas. Sabía lo que iba a pasar y no tenía miedo. Lo único que podía sentir era una impaciencia abrumadora.
Ian abrió la puerta y pasó al interior. _______________ lo siguió y oyó cómo se cerraba la puerta tras ella. Al instante siguiente sintió las manos de Ian en su cara. Sus labios se encontraron y un segundo más tarde estaban devorándose mutuamente.
—Llevo pensando en ti todo el día —murmuró él contra su boca.
—¿Qué pensabas? —preguntó ella con la respiración entrecortada.
—En lo que pasaría cuando volviéramos a estar solos.
—Dímelo... ¿Qué imaginabas?
Estaba tan oscuro en el interior del cobertizo que no podían ver nada, pero _________________ sentía el calor que emanaba de él, y se estremeció al sentir sus labios en la fría mejilla.
—Imaginaba que estabas frente a mí y que empezabas a desnudarte lentamente. Y luego te tocaba para comprobar si era tan maravilloso como había soñado.
__________________ se quitó el abrigo y lo dejó caer al suelo. A continuación, se quitó el jersey por encima de la cabeza y lo arrojó a un lado. Llevaba una camiseta interior que apenas podía protegerla del frío, pero, curiosamente, no se percató de la baja, temperatura. El corazón le latía tan rápido que ni siquiera se le puso la piel de gallina. Ian le acarició el brazo desnudo, agarró su mano y la besó en la palma.
—Espera aquí —murmuró—. La caja de fusibles está en el armario.
Desapareció en la oscuridad y _________________ se apoyó de espaldas contra la puerta. Oyó unos ruidos en el otro extremo de la habitación y un momento más tarde se encendió una cerilla. La llama iluminó el interior del cobertizo, proyectando trémulas sombras en las paredes. Ian encendió una linterna y la dejó en la mesita junto a la cama.
Se giró hacia ________________ y le hizo un gesto para que se acercara. _________________ se frotó los brazos. De repente se sentía invadida por el frío y los nervios. Todo parecía más sencillo en la oscuridad, como si fuera un sueño y los dos cuerpos sólo se sintieran por el tacto. Pero ahora que podía ver la cama y los ojos de Ian, todo le parecía muy real.
—Déjame ver si puedo encender la calefacción —dijo él.
Pasó junto a ella y metió medio cuerpo en el armario. Pulsó un interruptor y se inclinó sobre el radiador.
—Funciona.
Entonces volvió junto a ella, quitándose el abrigo mientras se acercaba. Era el chico que ______________ siempre había conocido. Todos sus rasgos seguían siendo los mismos... las oscuras pestañas, las cejas, los penetrantes ojos azules, la nariz recta y los labios sensuales. Pero con los años sus facciones se habían hecho más duras y atractivas, y era imposible apartar la vista de él. Alargó los brazos y empezó a desabotonarle la camisa, exponiendo su piel desnuda.
—¿Qué estamos haciendo? —murmuró, presionando los labios contra su pecho.
—No tengo ni idea —respondió él—. Pero no quiero parar.
Él deslizó las manos hacia su espalda y _______________ se estremeció por las sensaciones que le provocaba su roce.
—Esto va a ser imposible —dijo, frotando suavemente el rostro contra su cuello.
—¿Por qué va a ser imposible? —la llevó lentamente hacia la cama—. Tenemos luz, calefacción y una cama muy cómoda. Lo que ocurra aquí sólo será entre tú y yo. Lo prometo.
—Esto podría cambiarlo todo —dijo _____________ mientras él la besaba en el cuello.
Ian la agarró por la cintura y los dos cayeron sobre la cama.
—Cuento con ello —dijo.
_________________ entrelazó los dedos en sus cabellos y sonrió.
—En realidad, no creo que debamos hacerlo. Tú no estás preparado, y yo no pienso en ti de esa manera.
Él frunció el ceño y se apartó.
—¿No?
—No tengo esa clase de sentimientos por ti, Ian—murmuró ella con voz profunda, enfatizando la imitación.
Una lenta sonrisa curvó los labios de Ian, quien le había dicho aquellas mismas palabras aquella noche en el lago.
—Te mentí —dijo él—. Créeme, sentía esas cosas por ti.
—¿En serio? —preguntó ella, aturdida por su confesión.
—Durante mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
—¿Recuerdas aquel bikini rojo a rayas? Tenías catorce años...
___________________ asintió.
—Desde entonces. Recuerdo que te vi con ese bikini en el lago, y luego estuve pensando en ti aquella noche, en tu cuerpo, en tu piel suave, en tus pechos perfectos... Y luego... bueno, ya sabes.
—¿Luego qué?
—¿Cómo que qué? ¿Es que tengo que decirlo? Luego me desahogué como hacen los jóvenes de vez en cuando... y como también hacen los hombres adultos —se rió entre dientes—. Desde aquel verano en adelante, estar cerca de ti era una tortura.
____________________ sonrió, satisfecha por la información. Al parecer, el enamoramiento había sido recíproco. Y aquello suponía una diferencia. ¿Por qué no cumplir las fantasías de ambos?
—¿Y en qué más pensabas? —le preguntó, besándolo en el pecho.
Él presionó la boca contra su hombro y la mordisqueó ligeramente.
—Por aquel entonces no tenía mucha experiencia. Técnicamente aún era virgen. Pero me imaginaba cómo estarías desnuda —le subió la camiseta y la besó desde el vientre hasta la parte inferior de los pechos.
_________________ se incorporó, sentándose a horcajadas sobre sus caderas, y se quitó la camiseta. Recordaba haber hecho lo mismo once años atrás. Pero entonces había estado tan nerviosa que el corazón casi se le había salido del pecho. Ahora, en cambio, el anhelo de sus caricias parecía lo más natural del mundo.
Ian sonrió y le tomó un pecho en su mano, acariciándole el pezón con el pulgar.
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¿En tu cama o en la mía? (Ian Somerhalder & _____)
Teen FictionEl adolescente perfecto ahora era todo un hombre... y un magnífico amante. ________________ Lambert no esperaba que aquella breve estancia en la casa de campo de la familia con motivo de la boda de su hermana fuera a poner su vida patas arriba. Pero...