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Se trataba de un ser pequeño, no media más de quince o veinte centímetros, había unas alas en su espalda, pero no eran delgadas ni frágiles, al contrario, eran fuertes y tenían plumas ─sí, plumas─, de color negro o blanco si su nacimiento había sido de noche o día. Utilizaba ropa que no variaba de la que estaba de moda, su aspecto era prácticamente humano, sin orejas picudas, peinados extraños o nombres raros. Esa era la apariencia de un guardián.

A lo largo de la historia la gente bautizó a los guardianes con distintos nombres y los dotó de características especiales, incluso les atribuían dones mágicos. Ángeles de la guarda, duendes, elfos, o simplemente hadas. ¿Su función? Proteger a cada uno de los seres humanos del planeta. Sí, su trabajo consistía en volar detrás de alguien siempre, pero no tenía poderes mágicos como los humanos pensaban, se trataba más bien de saber jugar las cartas, manipular el destino.

Así, era como el pequeño ser alteraba eventos a lo largo de la vida cotidiana para poner las probabilidades a favor de su protegido, un golpe al dedo pequeño del pie contra la pata de la cama, un despertador que no suena a la hora programada e incluso no obtener el trabajo de sus sueños. Estos pequeños y significativos sufrimientos evitaban catástrofes mayores, ya que la vida de un guardián se veía directamente dependiente de la vida del protegido.

Ese día, volaba a toda velocidad, había perdido de vista a su protegido, sus sentidos se encontraban totalmente alerta pendientes de una mínima señal de vida por parte del muchacho. No podía creer que después de todos esos años hubiera cometido un error, un ser como él no podía permitirse perder a su protegido porque significaría perderse a si mismo.

Cometió un error garrafal el creer que el muchacho podría ir de excursión sin su compañía, por el amor de los Dioses mayores, si el crío no era capaz siquiera de cruzar la calle sin su ayuda, como rayos creyó que podría ir al bosque sin él, además había roto la regla más importante de los guardianes; ─«Bajo ninguna circunstancia debes separarte del protegido, bajo ninguna circunstancia debes perder de vista al protegido»─, pero si era un idiota, golpeó su frente con la palma de la mano y siguió volando a una velocidad que iba en constante aumento.

Lo vio un par de kilómetros adelante, tirado contra el pasto con una mancha que empañaba la camisa blanca que llevaba puesta, al pequeño se le paralizó el corazón al ver como la mancha iba creciendo, voló más rápido para llegar hasta su protegido. Se dio cuenta al instante, ya no podría hacer nada, no había forma de detener la hemorragia.

Moriría. Ambos morirían.

El guardián comenzó a sentir una punzada en el pecho, dirigió la vista allí y se dio cuenta de que tenía una herida diagonal que atravesaba desde el lado izquierdo del pecho y terminaba a la altura de su costilla derecha. Lloró.

Moriría. Ambos morirían.

El pequeñito siguió llorando, aterrizo en el pecho de su protegido y se acurrucó ahí, con las lagrimas cayendo cada vez con más fuerza. Ambos seres comenzaron a quedarse dormidos por la falta de oxigeno.

Murió. Ambos murieron.

En ese instante en cualquier otra parte del mundo se oye un llanto, ─¡Es una niña! ─Grita alguien. Un guardián aparece en la habitación como si hubiera surgido de la nada, tiene alas blancas y la sensación de haber estado llorando hace apenas un instante. La pequeña llora, tiene vagos recuerdos de un bosque y sangre saliendo de su pecho.




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⏰ Última actualización: May 02, 2021 ⏰

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