Dilema

Capítulo 6: "Esa sonrisa"

–No estoy llorando... –fue la única frase que pude formular, ya que me quedé completamente paralizada–. Y entré sin mirar.

Me encogí de hombros, simulando que toda la situación me daba igual.

–Escucha, si no puedes soportarlo, renuncia.

–¿Que renuncie el primer día? –le dije, extrañada. Este no era precisamente la clase de aliento que precisaba. ¿Tan difícil hubiese sido decirme "tranquila, eres menos inútil de lo que piensas"?

–Si, si no aguantas, simplemente renuncia –prosiguió. Se colocó en el lavabo junto a mí, y posó sobre mí una mirada que firmemente demostraba la frialdad de su desinterés por mí–. No quiero tener de empleada a una incompetente que no puede aceptar una simple orden.

Nunca me pasaba, pero, en ese momento, no tenía idea de qué decir. Ni un poquito. ¿Realmente me aterraba tanto ese tipo, que no era ni 10 años mayor que yo? Qué patético. Tal vez sí tenía que renunciar.

Lo pensé mejor. Caí en la cuenta de que renunciar sería hacer lo que él quería. Y yo jamás hubiese querido que eso sucediera. "El orgullo es lo último que se abandona" era mi frase.

–Pues no renunciaré. Parece que tendrá que aguantarme.

Acto seguido, tras terminar de lavarse las manos, él hizo algo que jamás lo creería capaz de hacer. Mientras se daba la vuelta para retirarse, esbozó una pequeña sonrisa.

–Por favor, deja de tratarme de usted. No es necesaria tanta solemnidad. Tengo 26 años. Es extraño –fue lo último que me dijo.

...

–¿Lo hice bastante bien, no? –le pregunté capciosamente a Tom, una vez finalizada la única tarea que me asignó que pude realizar correctamente. Afortunadamente, esa resultó ser la más importante que tenía que hacer en el día, por lo que mis previos errores fueros olvidados de una vez. Reconocer mi talento tardó, pero por fin lo hizo, aunque con una expresión de perplejidad en su rostro llego de pliegues en la frente, probablemente causados por desempeñar tareas complicadas como enseñarme a usar el Excel.

–No tienes idea de cuánto tiempo estuve intentando que ese señor me enviara un email con su Documento de Identidad. Largos meses... y tú... pues... lo conseguiste en...

–Vamos, dilo. 5 minutos. Soy valiosa, ¿verdad?

–Supongo que no tengo excusas para hacer que el jefe te eche después de esto... –se cubrió el rostro con la mano, todavía incrédulo respecto de lo que había sucedido–. Ve a su oficina, entonces.

–¿Y qué le digo?

–Deja que él hable. Ni se te ocurra alardear sobre esto en frente suyo, ¿esta bien? Suerte.

–Gracias, Tom –le agradecí, con una expresión en mi rostro todavía más exagerada que la de Tom, a causa del primer indicio de poseer una educación que él había demostrado. Luego, me dirigí al pasillo. No sin antes darle un consejo al tipo–. Sabes, Tom... realmente debes trabajar en la amabilidad. Yo creo que cualquiera podría haber logrado lo que logré yo hoy.

Me volteé, sin darle la posibilidad de una réplica.

–De modo que has pasado la prueba –se sorprendió el jefe, al verme entrar. ano destaco el hecho de que no dijo "buenas tardes" porque creo que eso era algo bastante predecible a estas alturas.

–¿Prueba? ¿Y cuál es mi logro?

–Probar que eres al menos un 1% indispensable... Sí, personalmente creo que debes de encontrarte en el mínimo, considerando que no apareciste antes.

–¡Solo el 1% en una mañana entera de trabajo! ¿Y... hay alguien que haya logrado el 100%?

–No.

–Yo lo haré.

Esbozó la misma sonrisa que en el baño, hacía una hora.

No sé qué era precisamente, pero algo en aquella sonrisa me daba una enorme sensación de satisfacción. Una sensación parecida a lo que se siente luego de tener éxito en algo en lo cual se puso mucho empeño. Casi como si lograr tener la aprobación del jefe me alegrara la vida.

¿Era eso cierto? ¿Tener su aprobación realmente me gustaba? ¿Podía ser una persona más patética, o este era el punto libre?

Tantas preguntas con una multiplicidad de respuestas posibles, y nadie que pudiera ayudarme. Nadie que pudiera hacerse la mínima idea del auge del huracán de problemas que se avenían. Todo gracias a una tímida sonrisa que pocas veces salía a la luz.