Yogur Y Familia De Otra Sangre

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Wow, sí que dormí esta vez, ya son las 10 de la mañana; por lo general sólo duermo de 4-7 horas. Quiero echarle la culpa de mi falta de sueño a el cuarto, ya que es muy claro y el brillo del sol siempre atraviesa las cortinas con facilidad.
Cómo ya se me había hecho tarde, opté por hacer el típico baño militar de los 20 segundos.
Al momento de llegar a mi alcohoba, con la toalla fielmente aferrada a mi tren inferior, reparo en mis pies. Hoy no me sobra tiempo para llegar a la prisión caminando, son como quince minutos de trote puro, y sudoroso no puedo presentarme en aquel sitio. De verdad me hace falta un automóvil; esto de ir a pie a todos lados, es saludable, pero no es grato cuando el sol te derrite. Hay días en los que acabas de bañarte, y 3 minutos después, ya te estás sofocando. En donde vivo, el calor es insoportable en ocasiones; y otras veces, llueve a cada rato. Lo bueno de las tormentas es que esos días son muy frescos, además, el viento se pasea con fuerza.
Al abrir la ventana, me doy cuenta que este será un día frío, así que posiblemente llegaré empapado a casa. Busco entre mi ropa una sudadera vino tinto, luego de pensar si lo usaré o no, me decido por una camiseta azul sin estampados, unos converse negros sin bota y un pantalón color beige.
Más de 2 minutos me toma el observar mi pinta en el espejo, antes de perderme en mis ojos, no es hipnosis, tampoco es belleza, es una sensación extraña entre alivio y soledad.
Froto un poco mi pecho para quitarle unas arrugas que adornan mi camiseta; son movimientos lentos.
—Estoy listo —afirmo, apretando mis labios.
Me siento vacío y medio lleno, pero mejor que antes de haber asesinado a Pedro y su gente. A lo mejor y la venganza está quitando peso de mis hombros, al tiempo que me está llenando de alivio.
Un par de huevos con pan y algo de yogur son mi desayuno de hoy. Hace un mes empecé a leer un libro de cocina para poder tener cosas ricas en mi mesa, al principio era un desastre. Con el pasar de los días, y luego de tanto comer cosas quemadas, crudas o con sabores extraños, con mucho esfuerzo he consiguido preparar alimentos ddecente. Si no tuviera afán, me habría hecho alguna tortilla o arepas, pero voy tarde, así que no puedo desperdiciar ni un minuto más. Eso sí, los platos se lavarán en la noche.
Llamo a una agencia de taxis para que no tenga que hacer parada en la calle, y son muy puntuales, pues en 3 minutos como acordaron, un taxi se detiene frente a mi casa.
Me gusta mirar la ciudad desde la ventanilla, siempre lo hago. Es de las pocas cosas que me tranquilizan hoy en día.
Entrar en la cárcel siempre es un lío, con eso de las requisas y las filas interminables, es por ello que uno debe llegar temprano. En mi país, las visitas son más familiares por así decirlo, me refiero a que puedes pasar tiempo con la persona que visitas, así como sucede en el ejército cuando eres reservista, eso sí, con mucha vigilancia. Es algo bueno de vivir en Caucasia (ciudad). De hecho, en todo el país de Colombia. Incluso te dejan tener sofá y televisores en tu celda cinco estrellas, si no me crees, preguntale a los Nule, ellos estuvieron en la cárcel de paseo, al menos antes de que saliera en las noticias.
Y ahí lo tengo, un tipo de 1.80, mestizo, cabello castaño opaco y barba de leñador con unos 47 años
—¡Qué tal, tío Saul? —le grito a pocos 3 metros.
—Te vi en la televisión, ya eres famoso —me dice sonriendo, a lo que respondo con una pequeña risa.
—Jaja, shh, que nadie se entere —le digo cuando le doy un abrazo.
—Has estado en cada noticia desde ayer en la mañana. La sacaste del estadio y lo hiciste como los grandes, eh —afirma entre aplausos.
Sus palabras son de orgullo, porque de verdad puedo sentirlo en la forma cómo halaga, después de todo, es mi tutor. A decir verdad, es como un padre para mí, y yo un hijo para él. Nada parecido al prófugo que me procreó. Me da joda el pensar que se fue una noche cualquiera para jamás volver, y no a comprar cigarrillos como el papá de Nelson, porque al menos tendría la esperanza de que esa noche no había en las tiendas; quién sabe, a lo mejor y 11 años después volvería diciendo «es que no encontraba los que me gustan...». Pero claro, mi padre no tenía que ser normal, debía irse después de la cena y decirle a mamá que tardaría un poco porque era una urgencia. Mi madre estuvo tranquila, incluso por más de cinco días, sin embargo, lo extrañaba mucho al igual que yo. Las cosas cambiaron la noche en que llamaron a mi madre, no quiso decirme, pero sé que fue relacionado a él; estaba espíandola cuando respondía al teléfono. Escuché como soltaba un susurro entre cortado: «P-pero Alex...». Después de eso no pudo hablar más y estalló en llanto. Lanzó aquel teléfono contra la pared en lo que se incaba recorriendo su torso con esos brazos tan morenos  como la canela.
Jamás la vi tan debastada. Yo tampoco pude contenerme, así que salí corriendo de ese lugar, como quien huye en busca de un mejor futuro, una buena noticia o una realidad que en ves de axficiar con su crudeza, me abrazara, y luego de un beso en mi frente, dijera que esto sólo había sido un mal sueño.
Yo era la imitación más triste y dulce que, en aquellos tiempos, pudo tener el rocío, dado que las gotas emanando de mis ojos, eran el baño nocturno qué recibían las hierbas de mi patio; ese que solía ser el refugio que siempre me acogía entre sus brazos; ese que era mi trinchera en tiempos de guerra; ese que jamás me faltó, y que siempre estuvo ahí para mí..., igual a como haría una bella dama en tiempo futuros...
Recuerdo que subí a un árbol de mango, que, para esa época, apenas echaba semillas. Allá sollocé, mientras me aferraba a la rama más gruesa que adornaba el árbol.
A mi madre, nunca quise preguntarle lo que pasó; sabía que era un tema fuerte. Ella tampoco quiso hablar de eso. Y solo lo hizo hasta que transcurridas tres semanas de haber recibido la llamada telefónica (dijo que él se fue, y que jamás volvería). Tampoco volvió a sonreír de la misma forma, sólo se veía apagada y desconectada del mundo. Cuando me abrazaba, pocas veces sentía que apreraba mis costillas; parecía que quisiera aferrarse a alguna esperanza cuando me acurrucaba entre sus brazos. En otras ocasiones, era curioso, ya que sus abrazos eran fríos, como si no tuviera fuerzas. Todo esto duró unos 5 años, de ahí en adelante se le veía más viva, tanto que con esfuerzo pudo conseguir una tienda inmesa que parecía un supermercado...
—¿Tuviste problemas con Miguel? Ya sabes que a veces se pone de mal humor cuando le pides que desaparezca el auto que le pides. Yo he tenido discusiones con él por ello —me dice Saul.
—Al principio empezó con un sermón que ni te imaginas, pero le ofrecí el triple y hasta se ofreció para arrollarlo. ¿Sabías que era tan demente? Pensé que yo era el único en asesinar esa noche, y mira no más, tremenda ayuda —le respondo entre sonrisas.
—¿Sabes?, aún me preocupa el que te hayas involucrado en este mundo  tan siniestro del asesinado. No quiero que te pase nada; me he encariñado contigo, eres como un hijo para mí...
—Soy meticuloso, me enseñaste bien. No deberías preocuparte. Soy un arma —respondo, haciendo énfasis en la última frase.
Él me sonríe, asintiendo.
—Pero ten cuidado, no eres inmortal —advierte.
Se siente genial que se preocupe por mí, pero no debería olvidar que gracias a él y sus amigos, soy experto en combate.
Entrenando con él, me gane un sinfín de palizas, mas no fueron en vano.
—¡Atento! —me gritaba, después de acestarme un golpe.
Yo le miraba adolorido, al tiempo que frotoba mi pómulo.
Por otro lado, el Zarco sólo sonreía cada que me daba un golpe en las costillas. Recuerdo que una vez le dije: «Si no te conociera, diría que lo disfrutas». Él rió, y me dijo, entre carcajadas: «Y no sabes cuánto». Si no fuera por eso, yo no sabría defenderme ante cualquier situación, porque no sólo me enseño como golpear y detener golpes, sino también a cómo reaccionar ante cualquier circunstancia. Ahora soy como un maldito ninja, pero más sutil.
—Ehm, ¿y sintió miedo? Porque es parte fundamental de cada jugada —pregunta Saul.
—Ni en películas vi esa expresión en su rostro. Estaba tan conmocionado que no sabía que sentir —le respondo—. Por un lado, el enojo que produce el que se metan con tu familia; y por otro lado, el miedo que representa un ser desconocido, tomando el control de toda situación: tu vida y la de los que quieres. Pero con el agravante de que esa persona altamente perturbada y que se encuentra a cargo de todo, tiene como meta destruirte psicológicamente con el pánico, buscando una de las muertes más horribles que pueden existir; ser quemado vivo, estando fuertemente atado con cuerdas y cintas de aluminio a una silla, luego de ver como tu familia y amigos son brutalmente aasesinados... Retomaré la respuesta, sintió más que miedo, ¡sintió un dolor emocional que jamás se borraría ni con 4 años de terapia con la maldita doctora Silvana!
—Vaya... —murmura Saul.
—Y espero ese dolor que ofrece estar siendo incinerado sea tan indescriptible como me lo expresó con sus gritos —vuelvo a responder con una sonrisa.
—Si no te conociera, diría que acabo de hablar con una persona diferente a la que me dijo: «Qué tal, tío Saul».
—¿Ah? Creo que me dejé llevar por la emoción del momento —respondo, volviendo en mí con una sonrisa y un gesto de «es cierto, me puse extraño».
—Sí... Ha de ser eso —dice, algo extrañado.
Tal vez tenga razón, pero sé que él entiende los porqués de mi comportamiento. No sé qué me pasa últimamente, suelo dejarme llevar.
—¿Y qué piensas hacer cuando salgas de aquí? Ya sabes que será dentro de 5 días a las 3:00 pm, ni un minuto más ni un minuto menos —le digo para hacer menos tensa la conversación.
—Ya me imagino cómo será la despedida-bienvenida. Algo así bien loco con un bum que inagure la fiesta.
Él ya sabía más o menos como sería, dado que conoce mi creatividad. No le dije mucho al respecto, sólo que se alejara de esa horrible pared del fondo a la hora acordada. Será una fiesta entretenida.
—Así como diría Máscara Negra: «¡¡Algo ruidoso!!» —afirmo, mirándole a los ojos con una sonrisa acentuada y mi seño fruncido.
—Oye, una última pregunta. ¿Extrañas este lugar? —me dice entre risas.
—Jajaja, ni te imaginas. Sueño todas las noches por volver a dormir en esas duras camas... —respondo a carcajadas. Luego me quedo en silencio y miro hacia otro lado—. Sabes que si dependiera de mí, volvería este lugar escombros y cenizas. Aquí morí más de una vez...
—Lo siento...
—No te preocupes. Lo importante es que no volveré jamás a estas cuatro paredes.
Luego de esto, me voy a casa. Tengo que descansar un poco más; mañana será un día agitado.

🦋 Despedazando mariposas 🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora