Obras De Caridad

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Horas y horas durmiendo. ¡Joder, parezco un oso invernando! Tenía que descansar así que hice exactamente eso.
Lo primero por hacer es llamar a Miguel por teléfono:
—Ey, ¿ya tienes mis carritos de helado? —le pregunto cuando contesta mi llamada.
—Sólo tengo el de hoy, el grande y el de la fiesta te los tengo listos para mañana —responde. 
También le pido que venga rápido porque ya es hora de empezar con mi obra de caridad.
Miguel es más rápido que un domicilio, no me había terminado de bañar cuando ya me estaba fastidiando con la bocina de un auto.
Antes de bajar, tomo una mochila enorme, una tabla de encuestas, un lapicero y una lista de nombres. Ya en el auto, nos dirigimos a Pueblo Nuevo, justo a la izquierda de la iglesia. Aquí haré una encuesta donde un grupo de personas podrán ganar un viaje turístico con todos los gastos pagos.
—¡Hola, buenos días! —pregunto a la primera persona que visito en la puerta de su casa.
—Ah, hola, ¿qué se le ofrece?
—Mi señora, venimos aquí porque estamos haciendo una encuesta que es patrocinada por Chocolatinas Jetal. Como sabe, siempre estamos invirtiendo en álbumes, así que queremos premiar a las personas por darnos su opinión acerca de nuestro producto.
—Verá, queremos ofrecer un producto que no sólo llame la atención de los fanáticos de animales, sino también atrapar a las personas con la delicia del chocolate —aclara Miguel. Quiso acompañarme porque le dije que sólo iría a la fiesta del tío Saul, si me ayudaba con la encuesta.
—Claro que sí, ¿dónde firmo y qué tengo que hacer? —responde la señora.
—Primero debe darnos sus datos y hablar en un audio sobre lo que siente al probar algún producto de los que ofrece nuestra empresa —respondo.
—Miguel, la chocolatina —le digo a mi compañero, mientras le miro de reojo.
—¿Ah? Sí, es verdad, la chocolatina —responde la obviadez, y busca rápidamente en su bolso—. Tome, mi señora.
Después de recibir el chocolate, escribe sus datos en la plana, y nos regala su pensamiento acerca de lo que le gusta y lo que no, de este producto.
—Eh, ¿y a dónde será el viaje? —le pregunto a Miguel antes de irnos.
—A los páramos, la selva del Amazonas, Caño Cristales y un lugar al azar. Quién sabe, ¿tal vez a ver las ballenas en el Chocó? —responde Miguel.
Ella sonríe, y entra a su casa.
Básicamente hacemos lo mismo durante todo el día.
Al día siguiente, entre Cpu, Miguel y yo, confirmamos las personas que ganaron el sorteo: Elena Real, Juliana Jiménez, Giorgia Hernández, Alejandra Doval, Cindy López, Julia Kendy, Alfonsina Blanco y Brenda Montiel.
Llamamos a cada una para darles el discurso de: «Buenas tardes, quiero felicitarla por haber sido la ganadora de un viaje con todos los gastos pagos a diferentes sitios turísticos del país. Como ya sabe, dentro de dos semanas será el día internacional de la madre, así que sólo esas mujeres amantes del buen chocolate podrán disfrutar de nuestro sorteo. El próximo 18 de mayo, 7 días después del día de la madre, la esperamos en la terminal a las 4:00 am. Lleve su maleta y no pierda de vista nuestro autobús que estará con logos de nuestra empresa. Le deseo un buen día».
Me gané un regaño de Miguel por no decirle que debía ser un autobús azul y con ese logo, pero que el tiempo era suficiente para conseguir algo así.
Ese mismo día, ya por la tarde, Cpu me llama para decirme algo, pero que debe ser personal. Él siempre ha sido así de misterioso, aunque le prefiere llamar «precaución». Al igual que Miguel, que, curiosamente, es como el bolsillo de Doraemon (te consigue lo que sea).
A Cpu lo conocí por medio del tío Saul. Este tipo es uno de esos que con un celular te hackea una computadora así como Mr. Robot. Bueno, exagero un poco, pero si es verdad que es un mago de la informática y cualquier objeto haga uso de alguna corriente eléctrica.
Hubiera sido mejor que recibiera la información por medio de la llamada, igual, los teléfonos que usamos son satelitales, así que, literal, es muy difícil que rastreen nuestra conversación, y eso que sólo si estuvieramos en la mira de las autoridades. Por suerte, los de aquí son incompetentes en ese sentido, a menos que fuese un capo buscado por este país y EE.UU, las cosas serían más complicadas. Pero aún así, tenemos tantas ventajas a nuestro favor, que no hago reparo en eso; prefiero preocuparme por otras cosas, por ejemplo: ya desde hace un buen rato, vengo pensando en decorar mi habitación con pintura negra, y, aprovechando que tengo el día libre y la pintura en la sala..., pondré manos a la obra.
La caneca está al lado del único sofá que hay en toda la casa, es de color verde y tan amplio que mi cuerpo de 1,67 cabe perfecto en el.
Luego de dejar la pintura en mi habitación, empiezo a trasladar todas las cosas hacia la sala, para poder iniciar mi obra de arte con la pared que está frente a la ventana.
Media hora después de darle un toque de oscuridad a mi aposento, llega Cpu a la puerta.
—Hermano, ya tengo los dron..., ¿qué carajos haces pintado de negro! —pregunta Cpu, en cuanto abro la puerta.
—Creo que pinto mi casa
—¿Pero de ese color? ¿No había algo más normal como un azul o blanco? —responde, cuestionándome—. Espero que no estés metido en una de esas secta satánica o algo así bien loco.
Yo simplemente río, negando con un leve movimiento de cabeza, a lo que el me continúa el juego. Entonces lo dejo pasar.
Le pregunto si me tenía todo listo, pero me dice que aún faltan las piñatas con dulces, así que le aclaro que eso debe preguntarle a Miguel, ya que él tiene acceso a la cabaña del armero.
—Ey, en serio, pinta esto de algo claro como el amarillo, no del pollito sino algo más opaco.
—Me gusta como está quedando. Aquí sentiré más libertad que allá afuera, y ya tienes que irte; esos animalitos voladores no van a sincronizar solos —respondo en tono amenazante.
—Era sólo una opinión...
—Sí, perdona. Ando algo estresado. Por cierto, gracias por ayudarme con la encuesta, de verdad fuiste útil.
—Eh, sí, no te preocupes, después de todo somos amigos —responde con un intento de sonrisa, y después de un choque de manos se va.
Antes me gustaba pedir opiniones; me sentía bien al compartir mis pensamientos, y que los demás me dieran su punto de vista. Sin embargo, era lo que siempre hacía con Artemis..., tanto que me siento extraño cuando, personas que conozco hace poco más de un mes, quieren opinar sobre gustos que ya tengo establecidos, no importa si son insignificantes como su posición frente a cuál color le quedaría mejor a mi cuarto. Tal vez con Saul sería diferente, pero es porque se convirtió en lo más parecido a una figura paterna, en estos últimos años.
Me toma todo el resto del día pintar mi cuarto y acomodarlo a como estaba. Pero aún no era tiempo para descansar, dado que faltaba limpiarme la pintura que adornaba mis brazos, piernas, cuello y rostro, incluso mi cabello tenía partículas de pintura, aunque estas no se notaban gracias a su tono tan oscuro.
En total, fue alrededor de una hora el tiempo que me tomó dejar mi cuerpo impecable. Tuve que tallar con fuerza porque la pintura se había secado demasiado. Mi cuello y extremidades parecían haber sufrido algún tipo de alergia, dado que el tono rojizo con el cual vestía, era tan notable que mi piel lo resaltaba, y eso que es muy difícil hacer que, en nosotros los mestizos, se note algún moretón; en cambio, las persona blancas, tienden a quejarse porque cualquier mínima cosa les deja marcas que hasta un ciego lo vería, o eso es lo que siempre manifiestan.
Al día siguiente me fui a practicar tiro en las afueras de la ciudad.
Empecé la rutina en campo abierto, probando con una Pietro Beretta que lleva silenciador, dado que quiero que esto sea lo más clandestino posible; debo cuidarme de visitas inesperadas (la Policía o el Ejército), ya que estoy a unos cien metros de la carretera intermunicipal.
Gané buena puntería gracias a hacer estas prácticas durante más de dos meses. Pero no sólo he venido a mejorar mi tiro, sino también a mejorar mi resistencia y velocidad con carreras de fondo; incluso el combate cuerpo a cuerpo, aunque también lo hago en casa, usando un saco de boxeo o haciendo sombra.
Acá no llevo a cabo alguna práctica vacía donde sólo destrozo botellas y le atino a un punto rojo, sino que también hago uso de entrenamientos tan sofisticados como a los que hacen parte de la doctrina de las fuerzas especiales, con el fin de aprender a manejar la presión que hay en un enfrentamiento real. Esto lo hago disparando a blancos, a medida que me desplazo dentro de una cabaña personalizada que Saul me mandó a hacer desde la cárcel. Lo curioso es que esta «cabaña» tiene más de docientos metros cuadrados.
Luego de tomar un respiro profundo, acaparando todo el aire que mis pulmones pueden alojar, para acabar exhalando lentamente, mientras observo la entrada a la casita del terror; ese es el nombre que puse a la cabaña.
—«Empecemos» —me digo a mi mismo, luego de apretar la empuñadura de mi H&K 433, y llevar el extremo de su culata a la división que hay entre mi hombro y pecho (esto sirve para que el empuje de las detonaciones no perjudique tu precisión cuando el rifle tire hacia ti).
Entrar y cruzar los primeros siete metros del laberito, es la parte fácil, a pesar que su aspecto es siniestro, teniendo en cuenta las marcas en las paredes, hechas por ráfagas de balas que no llegaron a su blanco; el tono amarillo pálido que viste el lugar, muy parecido al beige; los escombros regados de manera imparcial en el suelo, provenientes de la estructura, luego de sufrir una cantidad inconmensurable de impactos; el ligero aroma a pólvora; la calidez que acaricia tu cuerpo, sofocándote, debido a la falta de brisa que hay en el ambiente.
Aún no aparece nada, pero ligeras gotas de sudor van emanado de mi frente, pecho y espalda. El calor que irradian estas paredes, hace referencia a un gran horno, el cual planea derretirme a medida pasen los minutos.
Pasos tras de mí, me ponen en estado de alerta; fue algo rápido, cuando voltee la mirada, no pude ver a nadie. La boca de mi rifle buscaba con recelo el origen del ruido, de izquierda a derecha, mientras avanzaba cuidadosamente con mis piernas flexionadas...
—«Esto debe ser una trampa» —me dije a mi mismo.
Cada pisada era inconfundible, puesto que el lugar encerrado, resaltaba el sonido de mis botas cuando pasaba por encima de los diminutos granos de escombro que son son reducidos a polvo en cuanto siente mi peso.
Antes de llegar una puerta semi-abierta, hago una parada, apoyo mi hombro en la pared y apunto con mi rifle al suelo. Extiendo mi mano un poco, con la intención de empujar el portón, y que de esta forma me de la posibilidad de entrar, sin tener tener que patearla, puesto que hay alarmas de ruido, que cuando se activan, provocan una respuesta en los dispositivos de defensa que hacen parte de la personalización de la casita del terror.
Por desgracia, la puerta me arroja un rechinar tan agudo que pareciera agredir mis tímpanos, y, en menos de un segundo, del techo baja un muñeco tan horrible y mórbido como los personajes infantiles de los programas televisados en las décadas de 40 hasta el 50; desaliñado, con máscara Micky Mouse y de casi dos metros de estatura, empuñando un rifle muy parecido al AK-47, el cual no tarda en alinear contra mi torso.
Mi corazón se dispara, mis ojos se abren muy atentos, detallando la escena, mientras mi cuerpo trata de reaccionar... Estoy en jaque: apoyado contra la pared; con la puerta fuera de mi alcance, puesto que el tiempo que me tomaría entrar, es más que insuficiente; y lo peor de todo es que retroceder no haría mucha diferencia...
Si no fuera por mi pronta reacción de lanzarme hacia un lado, haciendo un rollo, las balas de salva me habrían impactado en el pecho, dejándome parcialmente fuera de combate, debido al intenso dolor.
En cuando logro incorporarme y ponerme en pie, corro en diagonal, disparando hacia la cabeza del muñeco.
Su tiempo de reacción no fue suficiente como para preveer mi respuesta, por ello, antes que pueda dar un giro, destrozo su máscara, dejándola hecha una nube de polvo, acompañada de una lluvia de algodón, chispas y trozos de plástico que armonizan violentamente con la carnicería de mi feroz asedio.
—Esto fue obra tuya, Miguel —digo, en cuanto veo que el muñeco no podrá seguir disparando.
El encargado de toda esta logística era Cpu, dado que él es último capacitado para crear este tipo de maquinaria, además, había conseguido información sobre cómo llevaban a cabo algunos de los entrenamientos a los que son sometidos los miembros de las fuerzas especiales, aunque debo admitir que esto parece más una idea sacada de algún cómic qué de la base de datos de los Marines. Quizá, Miguel, convenció a Cpu para que pudiera hacer ese muñeco tan horrible; tal vez sigue disgustado porque me tardé mucho en decirle que tenía que pintar el autobús de azul.
Solo encontré ese obstáculo a la hora de probar la presión en combate. A lo mejor y mi compañero no ha contado con tiempo para dedicarse al mantenimiento de la casita del terror, supongo que ha de ser por la otra tarea que le deje a cargo.
Ya estando afuera, y después de adentrarme un par de kilómetros en los terrenos de esta finca privada, mi última arma en probar es una Barrett M107 que conseguí importada gracias a Saul (de hecho, todas las obtuve por él). Este rifle me gusta porque tiene un poder tan destructivo, que me resulta colosal. La primera ve que usé esta arma, me llevé una gran sorpresa, dado que usarla no era tan fácil como alinear el blanco en la mira, apretar el gatillo, y atinarle al punto rojo... De hecho, pienso, que es más fácil para un maestro de física, disparar un rifle de alta precisión, que para un sicario experimentado. Y no es mentira, para operar esta belleza que le puse de nombre «la pequeña Lucía», siendo irónico su apodo, hay que tener en cuenta la distancia a la que se dispara, ya que así puedes hacer cálculos como la caída del proyectil, teniendo en cuenta el peso de esta; y, algo que también hay que tampoco debe pasarse por alto, es la velocidad y la dirección que lleva el viento (un mal cálculo, y el impacto estaría a 3 metros de distancia del blanco).
Ya después de acabar mi entrenamiento, llamo a Cpu para que venga, debido a que hay ciertas cosas que debo decirle.
Cuando llega, le pido que se quede en mi casa unos varios días, también que escuche electrónica a todo volumen por momentos para que se enojen los vecinos, y que si se aburre, puede jugar al Gta V. Eso sí, que vaya este mismo día casi a media noche porque no estaré allí. Lo único que le pedí fue que estuviera atento a la misión.
Cuando por fin es el día, llamo a Miguel para que me traiga todo lo que necesito, directamente a la cabaña, ya que ahí empezará el traslado a la fiesta. Me trae una camioneta blindada de color blanco y vidrios polarizados (esas que tanto usan los pastores, mineros y traficantes); una caja de cartón donde está lo que llevaré a mi magno evento; y, por último, una caja de madera donde traigo las armas que usaré.
Luego de verificar todo lo que me trajo, le pido que se vaya primero para que haga todo lo acordado, pero que me deje al chófer.
Tras pasar una hora, por fin termino de acomodar la caja en los asientos traseros y probar el equipo de sonido.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2019 ⏰

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