Nuevo compañero

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Estaba frustrado, miraba a su colega aprehender al último criminal de la banda, sus movimientos eran certeros, no dejaba espacios para que el rufián pudiese defenderse, empezó a creer en los rumores sobre aquel hombre. Habían tardado un par de semanas en dar con la base del grupo de criminales, llegaron a la conclusión de que se trataba de un grupo de aproximadamente 10 personas, y cada una de ellas fue derribada por él. Se sintió inútil, llevaba un mes siendo compañero del famoso detective Levi Ackerman y no creía poder seguir su ritmo.

—Oye —Gelgar dio un respingo en su posición al oír la voz de su compañero—mueve el culo y dame las esposas. —Se quedó paralizado por unos segundos, no se acostumbraba a su tono de voz áspero, tenía la sensación de que en cada palabra que le decía, transmitía su desprecio. Se acercó hacia su compañero, Levi estaba sentado en la espalda baja del bandido, le entregó las esposas y con rudeza, se las colocó. No se atrevía a llamarle la atención por su trato, lo respetaba y admiraba como profesional, pero como persona era desagradable.

—El equipo de apoyo está en camino —murmuró, viéndolo ponerse de pie al mismo tiempo que empujaba al sujeto para que se parara.

—Me parece bien, algún aporte que hagas —se quedó inmóvil. No había hecho nada en esa misión, lo sabía, pero ¿Era necesario que se lo recordara de esa forma? Trabajar con él no era lo que había esperado, cuando el inspector le asignó a ser su pareja, se sintió emocionado. Estaba ilusionado con aprender de él, y ser igual de reconocido, e incluso, llegar a convertirse en una pareja de detectives imparables. Había aprendido un poco de él, solo lo que pudo observar, porque él no se tomó el tiempo en ningún momento de enseñarle alguna cosa, intentó en cada oportunidad aprender del experimentado detective, más no tenía el talento ni las circunstancias nunca lo ayudaron. Intentó entonces, acercarse de alguna forma, conocerlo, y le fue peor.

Levi Ackerman era inaccesible. No sabía nada de él, lo único que podía suponer era que no le agradaba y no le tenía confianza, así no podía trabajar con él. Se quedó viéndolo, intentando de alguna forma descifrar sus gestos o lo que pasaba por su mente, pero nada pasó. Un mes de trabajo no había significado nada, ningún avance en su relación. Lo vio sacar un cigarrillo de su chaqueta pulcra y sin arrugas, que, a pesar de sus esfuerzos y reciente pelea, no había ni una mancha de suciedad que alterara la tela, se acercó para ofrecerle fuego, pero el hombre ya había encendido su cigarrillo con su propio encendedor.

—Lo...lo hizo bastante bien —comentó acercándose—no pude hacer mucho.

—Estamos a diferentes niveles —respondió sin mirarlo, mientras aspiraba el cigarro.

—Sí —reconoció sin dejar de mirarlo— ¿No soy... imprescindible para usted? —Se atrevió a preguntar. Sabía la respuesta, pero su lado emocional quería oírlo de todas formas.

—No —respondió, girando hacia él. Los 19 centímetros de diferencia se hacían notar, pero lo miraba de tal forma, que no parecía estar observándolo hacia arriba, al contrario, como si fuera él quien lo mirara desde el suelo. —nadie lo es.

—Para usted —comentó agachando la mirada. Sabía de los rumores que giraban entorno al detective Ackerman, y pensó que podía lidiar con todo ello e incluso, silenciarlos, que él sería quien lo haría cambiar en su método de trabajo—yo... pediré...

Una pequeña, casi inexistente sonrisa se formó en sus labios al oír al chiquillo. Todavía no terminaba de decirle, pero ya sabía lo que se venía, no le importaba lidiar nuevamente con los cuestionamientos del inspector, lo único que quería era trabajar en paz, si para ello debía actuar como si fuera un palo en el trasero con todos, lo haría. Aunque no era muy lejano a su personalidad.

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