Un día de playa

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Era verano, habíamos decidido salir un fin de semana de casa. Una escapada de un par de días para estar los dos solos, sin nadie ni nada que nos molestara. Unos días de playa, fiesta y diversión en los que pensaba dedicarle toda mi atención.

             - ¿Has cogido todo corazón?

             - Sí, tan solo es una muda. ¿Estás segura de esto? Siempre nos podemos quedar aquí.

             - ¿Te importa compartir una cama de 1,30? - dijo sonriendo desde el otro lado de la cama.

             - ¿1,30? ¿Crees que eso es un problema? - di la vuelta y la abracé por detrás.

             - Si vas a querer darte un baño hoy, será mejor dejar eso para la noche - dijo besándome - o para esta tarde si no hay olas.

             - ¿Quieres esperar?

             - No empieces que nos liamos - dijo sonriendo.

El viaje se hizo más corto de lo esperado, con una parada para repostar fue suficiente. Estaba en la mejor compañía y me esperaba un fin de semana lleno de emociones. Eran cerca de las cuatro cuando llegamos. Dejamos las maletas y la habitación pagada antes de irnos a la playa.

La playa era inmensa y el mar estaba perfecto. Fue difícil aparcar, el aparcamiento estaba lleno al igual que los bares cercanos. Me puse el traje de neopreno mientras Andrea se deleitaba con las vistas.

            - ¿Te gusta lo que ves?

         - Nunca entenderé por qué hacéis preguntas a las que ya conocéis la respuesta. ¿Necesitas ayuda?

           - ¿Por?

           - Estás dando saltitos.

           - No, ves. Ya está - dije sonriendo -. ¿Vamos?

           - Vale, nos quedaremos por esta zona, está reservada para los deportes acuáticos    aunque...

           - ¿Qué? Miedo me das con esa carita.

           - Según dicen hay una pequeña cala más adelante.

           - ¿A qué esperabas para decirlo? Serás… - me besó -. Hoy estás juguetona, ¿eh?

            - Puede - claro que lo estaba.

Dejamos las cosas en la arena y la ayudé a ponerse crema. Tras besarla, me dirigí a divertirme en el agua. No tuve que buscar mucho para encontrar espacio entre los pocos surfistas que había, me di un buen baño y realicé alguna que otra buena maniobra. La gente en la orilla se paraba para verlo, estaba inspirado y mi espectadora favorita no me quitaba ojo desde la toalla. Salí del agua y me acerqué a la toalla, Andrea estaba leyendo uno de sus libros bajo la sombrilla. 

            - ¿Vas a meterte en el agua?

            - ¿Estás de broma? El agua aquí está congelada. No me meto ni loca.

            - ¿Esa es tu última respuesta? - dije mientras le salpicaba el torso con mi pelo.

            - ¡Para! ¡Ni se te ocurra! - la cogí en brazos y la lleve al agua mientras me pedía que la dejara en el suelo -. Bájame. Por favor, Diego - estaba agarrada a mi cuello con los pies en alto, apenas necesitaba fuerza para mantenerla en el aire.

            - Venga, no es para tanto.

            - Y lo dice el señorito del neopreno.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora