V: Ayuda

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Sus ojos fugaces de esencia escarlata se colocaron sobre ese cuerpo, el cual, en cruel agonía pedía piedad. En un acto de pedir la misma, el Beta de traje militar alzó su mano como si esperase algo de su parte. 

Y él endureciendo la piel de su mano atravesó su cabeza.

Su anatomía dio justo entre las sienes ajenas, haciendo que incluso el ojo se saliera un poco de su órbita, razón suficiente para sentirse hasta un tanto asqueado. Tal vez de el ahora cadáver, o tal vez de sus acciones que estaba obligado a consentir.

Su mirada se dirigió al cielo, ¿Por qué hacía ésto?, ah, sí. Ahora lo recordaba, su padre lo había vendido por más alcohol y estaba perdidamente enamorado de quien no le correspondía.

Bravo Kirishima, eres grande. 

—¡Eijiro!— llamó una voz que él bien conocía por excelencia. Él por mera inercia volteó en dirección a de donde provenía ese hablar, por una última fracción de segundo volvió a mirar el cielo estrellado y moteado por luciérnagas algo elevadas.

Pasó su antebrazo limpio de sangre por su frente, quitando el sudor de su anatomía acalorada. A pesar de ser finales de Octubre, el clima era bastante cálido. O por lo menos lo suficiente como para hacerlo sudar.

Luego se dirigió a donde Katsuki Bakugo. Su trote no era el más rápido al encontrarse ya un tanto agotado en cuanto energía, pero sí se mostraba constante y no había problema presente con ello. Al rededor de dos minutos fueron suficientes para encontrarse a unos pasos de distancia de donde el rubio cenizo, quien sostenía con sus manos a otro militar del montón.

—No po-podemos hacerlo— habló el joven, y aún si se notaba aterrorizado por la situación su postura era firme. Si algo él admiraba y reconocía en sus víctimas, era que varias mostraban valentía.

Y si fuese por él, por tal requisito lo dejaría con vida. Pero, estamos hablando de Bakugo, así que sólo imaginar tal acción de su parte es como una mera fantasía con sabor a miel.

El Alfa de rubios cabellos vio al Beta de cabellos rojos, su color favorito. Aunque, no pudo admirar mucho su cabellera, porque todo terminó con la gran explosión que su líder emitió en contra del militar.

Al que se le escapó la vida de las manos en menos de lo que canta un gallo.

—¡Carajo!— maldijo el chico, limpiando con rudeza sus manos entre su ropa de color negro. Sus manos se dirigieron a su cara, tallándola con violencia y manchando su piel con poca sangre aún fresca.

Luego esas manos ásperas y acaneladas se dirigieron a sus hebras rubias, que comenzaron a mancharse un poco de igual manera. Pronto, el olor a pólvora que en cierta manera tanto le atraía comenzó a esparcirse sin restricción alguna.

El rubio suspiró en un intento de relajarse, a la vez en que le miraba a él de reojo. Él sonrió en respuesta a sus penas, como si esa sonrisa ayudase a su contrario a recuperar el aire que necesitaba para volver a sentirse a flote en las crueles mareas de la vida.

—Vamos hermano, pronto lo vamos a conseguir— dijo él, ¿Por qué le dolía decir aquello? también lo recordaba. Porque Katsuki podía llegar a dejar varias misiones en manos ajenas por mera flojera. Pero había una en especial en la que no se rendía.

Estaba en busca de Izuku Midoriya, o en su defecto y lo que él en el fondo esperaba, su cadáver. 

Porque en cuanto ese chico llegase a aparecer, todo su mundo se vendría abajo. Katsuki nunca lo volvería a ver, ni como amigo pues el chico de al parecer buena apariencia no sólo era el amante de su amado, sino también su mejor amigo desde la infancia.

¿Princesa?, Intenta De NuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora