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4. LOST BOY - Troye Sivan

La mesa de la cena está en silencio. Ari se sorprende de que todos sigan comiendo juntos sin ninguna discusión. No tiene mucho sentido. Durante todo el tiempo miran sus platos, evitando todos los temas de conversación, sabiendo que incluso hablar sobre el clima podría terminar en una enorme pelea. Pero, por supuesto, como él es Aristóteles Córcega, indiscreto, confiado y nunca tomará la mierda de nadie, habla. Y no habla sobre el clima.

—Así que—él comienza. Una mala manera de empezar las cosas, lo sabe. Permanecer en silencio hubiera sido la mejor opción, pero incluso cuando sabe que se va a estrellar, acelera—, estaba pensando en decirle a la demás familia que soy gay.

 Su padre golpea sus cubiertos hacia abajo, azotándolos contra el plato de cerámica.

—¡Por favor, Aristóteles! ¡Sabes que esto nos hace sentir incómodos!

—Sí, bueno. Lamento en serio ser una clara carga para ustedes.

—Sabes que no es eso lo que quise decir—resopla el hombre—. ¿No puedes simplemente darnos un tiempo para adaptarnos? 

Ari se siente atrapado. Él no se atreve a moverse. Él no se atreve a decir nada más. Él solo mira fijamente hacia su plato y aprieta sus manos entre sus piernas.

—No entiendo. ¿Ser gay es malo?—interviene la voz clara e infantil de su hermano menor, masticando con la boca abierta. Su padre se vuelve hacia él y los ojos de Ari se abren. Trata de encontrar una respuesta, pero todo es tartamudeo.

—M-Mira, Arqui...

—Lo es—interrumpe su padre, apuntando con su tenedor hacia Aristóteles—, que tu hermano lo sea no significa que está bien.

—¡No le digas esas cosas, papá! —ofendido, Ari se levanta, dejando que su silla se deslice detrás de su cuerpo y raspe el piso. Está agarrando la mesa, con sus nudillos tensados y floreciendo de color rojo a través de sus vendas, abriendo sus heridas inevitablemente. Espera que su padre lo enfrente como cada día, pero Audifaz sólo suspira y sigue con su cena. Mientras que Arqui luce desorientado y asustado a partes iguales, hasta que Amapola revuelve su mata de cabello rubio y ese simple acto lo tranquiliza.

—Cariño, tal vez deberías ir a cambiarte los vendajes—interviene su madre y si no la conociera tan bien como lo hace, estaría seguro de que estaba tan asustada como el menor de la familia.

Ari asiente resignado, levantándose y arrastrando los pies, intentando hacerse pequeño pero saliendo disparado de la habitación. Aunque no sin antes decir: —Gracias por la cena, mamá. Descansen—porque no piensa salir de su cuarto hasta la mañana siguiente, cuando su padre se haya ido.

Una vez en su baño, se quita la gasa, haciendo una mueca cuando tira de sus costras, desechándola y agarrando más del botiquín.

—Ari—, se vuelve sobre su propios talones. Arquímides también ha terminado de comer y ha sido enviado a lavarse los dientes si quiere ver la televisión antes de ir a la cama. Está de pie en la puerta, con su lindo rostro manchado de lasaña y sus brazos envueltos alrededor de sí mismo. Casi de inmediato, Aristóteles pasa su mano bajo el grifo abierto para deshacerse de la sangre y lo cierra. Se gira ante el pequeño y se arrodilla delante de él, esperando quedar con éxito a su altura.

—¿Qué ocurre, pequeño?—su voz sonando suave, tanto como puede, y que sólo sabe dirigirle a él, a su único hermano.

—No sé si ser gay es malo... o-o no—inicia el niño, sonrojándose por el tartamudeo—, pero yo te quiero mucho, mucho así como eres.

—Oh—susurra el mayor, sin poder contener la sonrisa que explota en sus labios, porque no sabe cómo es que ama cada vez más y más a ese pequeño enfrente suyo, que sisea y pronuncia con dificultad, que hace berrinches, y que se molesta cada vez que agarran sus cosas. Que es demasiado pequeño para comprender la moral o la ética, o la religión, pero que sigue queriéndolo tanto como Ari lo quiere a él—, gracias, Arqui... Yo también te quiero mucho, mucho. Y siempre será así. ¿Sabes qué? Venga. Déjame ayudarte con eso.

AUDÍFONOS, aristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora