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¿Qué es esta pesadilla de la que no podía salir? ¿Por qué no puedes salir?

¡Alguien, por favor, sáquenla de ahí!

Donde el olvido es tan grato como las emociones y pensamientos perdidos dentro de una pequeña cabeza hueca. Fue alguna vez tan viva y consciente de sus pasos izquierdos, de cada esquina, de cada grieta, de cada murmuro chocando entre colosales y magnificas paredes a su alrededor, aquellas que alguna vez se atrevió a amar como a ninguna cosa.

Perdida, en un lugar ajeno a cualquier realidad, entre inaudibles gemidos que se escurrían junto con las lágrimas, clamaba por alguien, alguien, ¡Quien fuera! ¡Alguien, por favor, sáquenla de ahí! De entre los arañazos y garras de invisibles criaturas que se aferraban a ella, atrapada en las enredadas esquinas del laberinto.

¿Un laberinto?

Había olvidado cada silaba de su nombre, pero los ladrillos y murallas tan mentirosas como los habitantes de aquel juego se negaban a abandonarla a las malas formas. Aquellas criaturas encarnaban sus colmillos a ella, y no pensaban dejarla ir como ella lo había hecho con su propia cabeza.

Había pequeñas estelas y tintineantes luces a lo lejos. Logró encontrar destellos apenas vivos dentro de la oscuridad. "Si nos necesitas..."

Al viento del olvido, o a cualquier coincidencia, no le sirvió de mucho su nombre, y se lo devolvió. Letra por letra.

Sarah Williams era su nombre.

Tan poco era demasiado, su mente estaba tan confundida, tan despierta, tan apagada, tan irreal, tan perdida, estaba atrapada dentro de su propio cuerpo, sus ojos no podían abrirse por más que ella quisiese, sentía que se iba a ahogar por todas las lágrimas que retenía a sí misma porque no hallaban por donde salir.

Atrapada dentro de su cuerpo, dormida. Mas su nombre, el tan dulce y amargo sonar de su nombre resonó tan fuerte en las campanas de victoria, que su voluntad venció ante su cansancio, y un cegador destello se interponía entre el despertar del resto de su cuerpo y la ignorancia con la que había comenzado todo.

El caos no podía ser peor en el exterior que en el interior, pero cuan equivocada estaba.

Sobre ella le cubrían delicadas sabanas y su ser descansaba tan cómodamente que incluso se avergonzaría de sentirse tan inquieta si ella misma se diera cuenta de lo que la rodeaba nada más a ella. Sus ojos pesaban tanto que tuvo que cerrarlos antes de volver a caer en el olvido donde flotaba sin sentido. Como si aquella superficie la hechizara, en un cuento en donde no debía nunca de despertar.

Muy a lo lejos, en alguna parte, escuchaba golpes, incomprensibles e insoportables chillidos, y Sarah Williams quería que sus manos le fueran útiles para cubrir sus oídos a toda costa. A su lado la cama se hizo ligera, y al poco tiempo el peso de algo grande volvió a caer sobre ella, tal vez sobre el mismo hechizo el cual la tenía, pero Sarah estaba tan perdida que apenas y se dio por enterado de ello; los golpes habían desaparecido.

Y tal vez algo dentro de ella se pudo dar cuenta de que algo no estaba bien en lo absoluto, algo estaba terriblemente mal, y tal vez algo dentro de ella terminó por encender su verdadera conciencia, tal vez fue su conciencia misma. ¡Alguien, por favor, sáquenla de ahí! Sarah tenía que despertar.

Y cuando venció la luz cegadora que entraba por la ventana tan solo le bastó un abrir y cerrar de ojos antes de ahogarse con el carnaval de gritos de horror que se agalopáron en su garganta. El sudor se volvió tan frio que la bañaban como un balde de agua, y su cuerpo respondió tan rápido que el aire se le escapó, y se quedó esperando por este por quien sabe cuanto.

Esperar a todo y nada fue la peor tortura, tan inhumana, tan absurda, tan ella. Deseaba que fuera un juego entre la realidad y su mente. ¡Ella había llegado sana y salva a casa, lo recordaba tan bien!

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