"Der Schrifteller..."

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-¿Qué va a pasar ahora?

Era un bote, la nada, ella y yo.

Y no podíamos vernos de frente, el equilibrio era absoluto, las diferencias terminales y una absurda exageración; pero no necesitábamos nada, el bote, ella y yo.

-¿Qué va a pasar ahora? -repitió.

-Tienes que despertar -dije-. Finalmente es hora.

Oí un suspiró, por detrás de mí; pero la nada no se inmutaba del espacio, del aire, la presión, y el desasosiego que ella soltaba al respirar. Estaba decepcionada.

-¿Por qué? -pregunté. ¿Por qué estas decepcionada?

-No es justo.

Ella debió de oír una risa; mi risa, "Me pregunto cuál es tu 'base de comparación'".

-No, no lo es, Sarah. Pero ese fue tu deseo.

El bote, perfecto únicamente para dos personas, se vio agitado, pese a que jamás perdiendo la calma en el absoluto de las aguas de la nada, y nada alrededor, eternamente nada.

-¡Yo jamás... ... yo no... -Sarah necesitaba dejarlo ir. Me pregunté si tendría frío, por la nada cubriéndola sin a ella importarle-, fuiste tú quien ocasionó todo esto!

Por favor, grita Sarah. Grita.

El bote jamás perdía la calma.

-No del todo, Sarah. No puedo controlarlo todo.

-¡Por supuesto que puedes, tú...!

Shh, shh... mi derecha alcanzó el borde de aquella barca, y la dejé descansando ahí, y cuando ella buscó consuelo, respondió, extendiendo la suya al borde donde yo reposaba la mía, uniéndola conmigo.

-No funciona así, meine muse. Lo siento.

La escuché moviéndose, enfrentándome, ella quería verme y no solamente susurrarle al bote, al agua y a la nada.

Al darme la vuelta, Sarah se enfrentó a una criatura de oscuridad esquelética, cuyo rostro cubría un alto sombrero, oscuro, que pasaba por una extremidad más; y sin embargó, en aquel enfrentamiento, éramos iguales en nuestra posición. ¿Es que nadie te lo había dicho? Que tienes unos ojos muy bonitos...

-...

-Es hora de despertar, Sarah -qué gesto tan descortés; interrumpirle.

Pero ella se negaba a hacerlo. No podía estar aquí por siempre, por más que ambos quisiésemos.

-Por favor, prométemelo -y tomó entre sus manos las mías, de oscuridad esquelética, y en el centro de nosotros, entre nosotros, se unían, como el centro de esa nada, en esas aguas, en ese bote-. Prométeme que todo va a estar bien.

Ella debió ver la sonrisa, una pequeña sonrisa, mía. Pero nunca los ojos del verdadero temor.

-Prometo cuidarte -respondí, y sin prisa ni hastíos, alcancé una de sus manos, y el gestó cayó sobre esta, la cortesía y el juramento, en un beso, sobre su extendida mano que, al dejarle ir, regresaba en silencio a ella.

Los dos sabíamos lo que se aproximaba; ella tenía que despertar.

-Sarah.

Y ella me miró, una última vez, y sonrió.

Hasta pronto, meine muse.


Despierta, Sarah.

Despierta.

Despierta.


El bote jamás perdió la calma; Y era el bote, la nada y yo.

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