Capítulo 1: En el baúl

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15 de septiembre — 7:49 AM

Pequeñas gotas de una llovizna pasada recorrían la ventana del tren. Sonreí al verlas, ya que traerían una agradable brisa al momento de desabordar. Las nubes grises adornaban el cielo de ciudad Wells, con sus habitantes siguiendo su rutina diaria incluso en este domingo lluvioso.

Sentí como mi hermanito Eevee se acurrucó en mi regazo, él había dormido por casi todo el trayecto de nuestro viaje. No podía culparlo: nos despertamos a las cuatro de la madrugada solo para abordar el tren que llegaría más temprano a la ciudad en todo el día. Sonreí nuevamente y comencé a acariciar su cabeza; su suave pelaje nunca fallaba en tranquilizarme, pero ya nos estábamos acercando a nuestro destino.

—Mao, despierta... Vamos, ya casi llegamos —dije mientras intentaba despertarlo. Abrió sus ojos con molestia después de mi tercer intento y se estiró; pegó un pequeño y muy tierno bostezo para finalmente sentarse a mi lado, todavía con una visible modorra.

—Sé que estas molesto porque te levanté tan temprano, pero debemos tener tiempo para desempacar todas las cosas en la casa. Mañana tenemos clases —expliqué mientras lo miraba, él solo me volteó a ver con una mirada cansada. Suspiré y observé afuera de la ventana, esperando a que el tren por fin se detuviese tras haber pasado más de tres horas de viaje.

Finalmente, la maquinaria se detuvo por completo. Me levanté de mi asiento y sujeté mi maleta. Mao me siguió con un brinco pequeño del asiento hacia el piso. Comencé a caminar entre la muchedumbre que desabordaba para por fin salir de aquel concurrido lugar.

Suspiré y puse mi primer pie en el exterior. La agradable brisa que traía consigo una lluvia pasada, junto con su olor, hizo que se me erizaran los pelos. Mao se paró a lado de mí, movió su cabeza de lado a lado, y por fin me miró con una mueca semejante a una sonrisa.

—Parece que ya se te pasó el mal humor, ¿eh? Bueno, debemos llegar a la casa antes de que lo haga la camioneta de mudanza. Vamos —dije emocionado, comenzando a correr lejos de la estación con mi maleta. Esto atrapó a Mao de sorpresa y comenzó a correr rápidamente hacia mí.

—¡Podemos tomar un taxi a algunas cuadras de aquí! —grité entusiasmado hacia Mao, el cual parecía haberse molestado nuevamente. Mao no estaba familiarizado con las calles ya que él estuvo en esta ciudad cuando todavía era muy pequeño, no ha de recordar nada. Pero para mí este era un viejo hogar, y surcar una vez más las calles en su centro me llenaba de una peculiar exaltación que me veía muy complicado esconder.

Corrí por las calles amplias y banquetas mojadas con mucha emoción, la brisa recorriendo mi cara y una sonrisa plasmada en mi rostro; el viento moviendo mi cabello mientras hacia mi camino por las calles casi vacías. La poca gente que me observaba pasar me veía como un loco, pero a mí no me importaba en lo más mínimo. Estaba tan emocionado de por fin regresar que no podía contenerlo.

Detuve mi andar repentinamente tras correr cuatro cuadras. Mis zapatos estaban empapados por todos los charcos en los cuales los sumergí, pero finalmente me detuve al ver un taxi frente mío. Mao poco después llegó hasta mí, tratando de agarrar aire. Mi abrupta carrera por las calles lo había sorprendido, pero eso lo ayudaría a despertarse por completo. Lo agarré del piso y le di un abrazo, sonriendo mientras él intentaba despegarse. Su mal humor escaló hasta que me propinó una mordida en la nariz.

—¡Ey! ¡Chamaco mamón! —lo aparté de mi cara y con la punta de mis dedos le di un golpecito en la frente. Continuamos peleando unos segundos hasta darme cuenta que el chofer del taxi me observaba desde su asiento. Incomodado al chocar miradas con él desde su espejo retrovisor, me acerqué:

—¿Disculpe, sí está tomando pasajeros?

Un señor de mediana edad me volteó a ver —. Sí, apenas estoy empezando. Dime, ¿a dónde quieres que los lleve? —interrogó, para luego quitarle el seguro a la puerta. Me subí, poniendo mi maleta en el asiento trasero, donde me senté yo de igual manera.

[PAUSADA]Doxtrino - Viajeros del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora