Capítulo 2: Debajo del mundo

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Desperté del sueño más horripilante que pude haber tenido.

Todo mi cuerpo me dolía mientras que el frío invadió cada rincón de mi ser.

Me hallaba en una habitación oscura. No había luz, no había ventanas. Sólo sufrimiento y dolor.

Escuchaba gritos y llantos desde afuera y eso era algo que no dejaba de ponerme en un estado aún peor.

Una rendija se abría únicamente por la mañana y por la noche para depositar una bandeja con lo que se suponía que era comida.

Un pan duro y un vaso de agua helada.

En las noches daban lo mismo pero acompañados de una sopa igual de fría.

Así transcurrieron la mayor parte de mis días.

Cada tres días nos sacaban en fila para bañarnos. Éramos muchas niñas y adolescentes que lucían tan demacradas como muertas en vida. Si alguna intentaba escapar, la agredían y la llevaban de vuelta a su habitación, aunque yo no la llamaría de esa forma. Un celda, eso era.

Nos hacían meter en tinas de agua fría y nos proporcionaban un jabón para poder asearnos. Ninguno de esos hombres paraban de mirarnos mientras lo hacíamos. De hecho, llegué a pensar que disfrutaban del espectáculo.

Traté de hablar con algunas de las chicas que compartían mi tina, pero ninguna de ellas parecía dejar de inmutarse. Todas tenían esa mirada perdida y sombría en sus rostros que sólo despertaba cuando eran encerradas nuevamente en sus celdas para golpear, arañar y tratar de liberarse de esa puerta que las mantenía cautivas.

Me sacaban por órdenes de él al día siguiente de bañarme. Era su favorita, o eso decían.

Y cuando llegaba ese día sabía que el infierno comenzaría nuevamente...

Si pudiera elegir entre ver a mis padres morir y estar con esos asesinos nuevamente o estar con esa bestia que no tenía corazón... Preferiría sin lugar a dudas lo primero.

Ese monstruo, como yo lo llamaba, no tenía piedad por mí ni por ninguna de las niñas que nos encontrábamos en sus garras.

Jamás había deseado tanto la muerte como cuando estaba con él. Hubiera preferido morir con mis padres a ser tocada nuevamente por ese repugnante ser.

Quería morir.

Quería acabar con todo.

¿Por qué nadie sabe de esto?

¿Tan cruel es este mundo?

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-Oi, Levi.

-¿Mmm?

-Vaya que por fin duermes.

El joven azabache se tomó de su entrecejo y se sentó al borde de su asiento.

-¿Qué ha pasado?

-No mucho. Ancel y Derek ya están de regreso. Descubrieron que unos comerciantes del distrito Stohess van a encontrarse cerca del vertedero.

-¿Y Jan?

-Ya está preparándose. Entonces ¿Vamos?

-Sí.

El castaño y el azabache salieron de aquella casa.

-Farlan ¿Cuál es el plan?

-Tú, Jan y yo nos posicionarnos en las esquinas, cuando esos cerdos crucen, los vamos a retener mientras Ancel y Derek salgan a tomar el dinero.

Our cruel world (Nuestro mundo cruel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora