Capítulo dos

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Capítulo dos

Estaba a punto de obligar a punta de pistola para que Sam vaya con ella a su hogar.

Lástima que madame Julianne no haya tenido una pistola, pero lo que sí hizo fue llevar de las orejas a Sam a por su maleta, agarraron un taxi y se dirigieron al distrito once.

La anciana pagó el viaje y con rapidez se bajó del coche. Samuele estaba impresionado con aquel edificio, en París es difícil conseguir una casa, pero ese lugar era uno de los mejores departamentos que el distrito once disponía, además de que barato no era.

El muchacho se relajó al recordar que el marido de la señora era militar y poseía una pensión con varios ceros.

Estaba apenado, tenía vergüenza. No era obligación de madame Julianne cuidar de él.

La anciana saludó al guardia que estaba en la puerta, este la saludó con una sonrisa, mientras que miraba con cierto asco a Sam.

—Tranquilo, señor Kal, viene conmigo —anunciaba madame Julianne, él asintió con la cabeza, mas no dejaba de mirar al pelinegro.

La señora se encargó de llegar al piso diez. Sam le suplicó diciendo que él podía arreglar la habitación que la anciana le estaba ofreciendo, mas ella se negó y arregló la habitación.

...

—Eso es una mala idea, madame Julianne —le dijo Samuele mientras tocaba las telas.

Sam le había explicado su situación, desde que se graduó en la universidad en moda y diseño, hasta como terminó en la calle. Por supuesto, omitiendo olímpicamente el recuerdo de Gabrielle, pues lo consideraba innecesario.

Samuele debía aceptar que estaba teniendo una especie de amorío tóxico y no correspondido con la alemana.

—Yo no le veo nada de malo. Estoy enojada contigo porque no tuviste la confianza suficiente para contarme tu situación —le da una pequeña palmada en el hombro y mira lo que estaba tocando Sam—. ¿Negro o gris?

Estaban en una tienda de textiles, Julianne obligó a Sam a ir a comprar una tela para crear un traje y presentarse a Fabuleux.

—Gris —comenta la chica que los estaba atendiendo—. Como eres tan pálido, el gris te va a beneficiar, el negro te hará parecer Slenderman(1), pero el negro resaltará tus ojos, por cierto, son hermosos.

¿Se supone que Samuele tendría que haber respondido eso? Era novato hasta para recibir piropos..., aunque claro, los hombres confunden educación con coqueteo.

Samuele iba a responder que no estaba interesado en comprar la tela, pero madame Julianne se adelantó respondiendo que la iban a llevar. La chica se le ensanchó la sonrisa, pues había sido una compra cara y eso se reflejaría en su sueldo.

La cara del pelinegro era un poema y a regañadientes salió de la tienda con aquella bolsa en su mano derecha.

...

—¿Lo estoy haciendo bien? —preguntó madame Julianne mientras colocaba la cinta métrica en el hombro de Samuele y la estiraba hasta la muñeca del muchacho.

Estaban haciendo el traje. Sin medidas no hay traje, ¿verdad?

Sam asintió con la cabeza y la señora le regaló una sonrisa. Una vez ya con las medidas, Samuele se dedicó a trazar en la tela gris.

...

Soy un putazo, se decía a cada rato el pelinegro. Tres días más tarde ya tenía un pantalón y una americana de tela gris marca S&J, Samuele y Julianne, decía la anciana.

El vagabundo de la modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora