CAPÍTULO III

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El pueblo estaba encendido completamente, ya casi por anochecer y tenían la visita de muchos viajeros que bebían y disfrutaban de las ferias, los cortes de tela y artesanías se estaban vendiendo muy bien, así como los bocadillos y comida tradicional, era un festival muy ameno, con todo el pueblo y niños reunidos, es escuchando las historias de quienes sobrevivieron a un completo infierno todo ello plasmado en una pomposa obra de teatro.

Ya en le centro del pueblo Dororo daba un pequeño discurso tanto a pobladores y extranjeros del como salieron adelante la mayoría de aldeanos estaban presentes.

-Este pueblo ha renacido, como el ave fénix, y se encuentra mejor que nunca, gracias a los esfuerzos y la unión de todos, vamos a continuar trabajando duro por nuestro hogar...y este es solo uno de los muchos festivales que tendremos sean todos bienvenidos... - con una gran sonrisa orgullosa y levantando el puño dio inicio a los eventos de celebración.

-Antes de continuar...quiero que todos escuchen lo que tengo que decir...no creo que pueda esperar más...y que mejor día y lugar que este... - Satoru apareció llamando la atención del pueblo que rápidamente comenzó a hablar y propagar rumores llenando el escenario de molestos murmullos.

-No es el momento... - susurró Dororo, sabía a la perfección lo que Satoru quería, pero seguiría firme, sin importar que todo el mundo la estuviera presionando, y señalando, ella decidiría su destino y su andar, nadie más.

-Dororo...desde que te conocí, supe que eras una gran mujer, fuerte, valiente, amable y sobre todo muy hermosa, y hoy ante todo nuestro pueblo quiero que me des el honor de tenerte a mi lado, por favor Dororo acepta ser mi esposa... - al terminar su discurso el pueblo ovacionó y aplaudió aquella declaración, pero de ella sólo recibió una fría mirada, cargada de la más profunda rabia, y en ese momento se dio cuenta que había cruzado el límite, que ahora ya no podría ni siquiera dirigirle la mirada, que estúpido fue.

-Es un idiota...no debió hacer eso... - dijo Kaori a Rié quien estaba sorprendida.

-Satoru... - soltó Rié en un lamentable susurro que demostraba pena por el muchacho, sabía que sería rechazado nuevamente, pero esta vez sería más difícil para el.

El pueblo esperaba una respuesta y al no tener una un silencio incómodo se prolongó en el lugar, uno que dejaba escuchar las ondas del viento. El corazón del muchacho comenzó a latir desenfrenamente, no por emoción sino por miedo.

-Tu ya sabes cual es mi respuesta... - no dijo más pero su mirada lo maldecía una y mil veces, y es que ella sabía que no era amor, era un capricho de Satoru, si bien en un inicio quizá creyó en esa alocada idea, ahora solo se trataba de ego. No de amor.

Pasó rozando los hombros del muchacho que quedó parado en su sitio sin moverse con una expresión confusa, jamás creyó que lo rechazará aún cuando el pueblo los viera, pensó que para no arruinar el festival ella le diría algo como que hiba a pensarlo, maldita sea era muy inteligente, quizá demasiado para el.

-No debiste hacer eso, jamás te lo perdonaré...- dijo al cruzar por su lado para retirarse a paso lento mientras que sus ojos contenían un par de lágrimas porque a la simple mención de la palabra matrimonio venía la imagen de la única persona que podía ocupar ese lugar, y eso la entristeció, porque se juró así misma que jamás conocería ese sentimiento de locura profunda, pero cuando, como, si estuvieron lejos el uno del otro, se suponía que no debería tan si quiera recordar su nombre, pero ahí estaba tan presente como nunca, y para siempre.

-Dororo...espera...por favor -intentó detenerla pero ella apresuró el paso perdiéndose entre la gente.

-Es mejor que la dejes sola un momento- Rié le sujetó el brazo para detenerlo.

-Se puede saber en que estabas pensando...tonto...- esta vez el regaño vino por parte de Kaori que staba indignada y molesta por haberle hecho pasar un mal rato a su amiga, es que era tanto pedir un poco de tranquilidad y diversión para ella. -Vamos Rié, tenemos que recibir a los viajeros y guiarlos...y tu vuelve a hacer tu guardia porque aún no la terminas, seguro chantajeaste a Kentaro para que te cubra... - las dos chicas se fueron dejando a un molesto Satoru, molesto consigo mismo porque esta vez perdería el poco apego logró con Dororo.

Por otro lado Tetsu y Hyakkimaru se acercaban a Daigo, y desde las altas colinas podían ver que todos los rumores eran ciertos, el pueblo contaba con grandes terrenos con sembríos extensos de arrozales que desprendían un color dorado único que brillaba junto al sol que estaba por ocultarse y dar paso a una estrellada y cálida noche.

-Wow...mira eso Hyakki... Es increíble, así que era verdad...estamos cerca ya se puede ver el pueblo, es algo pequeño seguro venden arroz a sectores colindantes... Tu que opinas... - El joven monje estaba asombrado nunca había visto arrozal más espléndido que ese. Pero no recibió respuesta alguna -Tomaré eso como un ya lo sabía... - Tetsu se adelanto más.

-Dororo... - esta vez Tetsu si pudo escuchar ese nombre muy bien, así que lo grabo en su mente para buscarlo o buscarla, iba a jugar en el papel de cupido.

-Si como digas pero date prisa el festival está por comenzar... -

Caminaron un poco más y al llegar había un gran puente de madera decorado con flores y espigas de arroz, era un puente largo, y apenas dieron un par de pasos y Hyakkimaru se quedó observando los prados había cambiado tanto desde la última vez que contempló aquella tierras inundadas de tristeza, muerte y desesperación.

-Hyakki, si quieres me alcanzas luego en el pueblo para hospedarnos por ahí...te daré tu espacio... - Hyakkimaru asintió y desde ese mismo lugar seguía admirando todo, es como si quisiera grabar los límites de los senderos de arroz, el sueño de Mío se cumplió en manos de Dororo.

Por otro lado, Dororo se dirigía al puente para poder despejar su mente, pero todo el pueblo la llamaba para recibir a nuevos y viejos visitantes, personas importantes y líderes de otras aldeas, inclusive recibirían al heredero de Asakura que llegaba con su comitiva en ese preciso instante.

-Sean bienvenidos... - saludo Dororo muy amablemente gesto que encantó al joven amo de Asakura, se belleza cautivo de inmediato la atención, nunca antes había visto tanta determinación en la mirada de una mujer.

-Soy Keiji, próximo emperador de Asakura, un gusto conocerla señorita... - hizo un gesto gallardo para incitarla a presentarse.

-Dororo, un placer... -ella en lugar de prestar su mano para que aquel joven la besara estrechó sus manos en signo de saludo, cosa que sorprendió al hombre que a simple vista era mayor que ella, pues apenas cumpliría 16 aún faltaba para eso y sus facciones aún conservaban ciertas características de cuando ella era una niña, uno de ellos había quedado en la dulzura de sus mejilla al sonreír.

-Quisiera tener tan dulce compañía en mi recorrido... - Keiji quedó fascinado con la joven, su mirada decidida, cabello largo y sedoso, y sonrisa infantil, era única, y estaba dispuesto a pasar tiempo con ella.

-Bien, entonces...Satoru...acompañaras al joven, es nuestro invitado de honor, asegúrate que disfrute su estancia en nuestro pueblo... - Dororo hizo un ademán para indicar que se retiraba, así mató dos pájaros de un tiro, Satoru estaría ocupado con el joven Keiji, y es que su amigo la había seguido sin importar las sugerencias de Rié, que oportuno que apareciera justo a tiempo, así ella podría ir al puente, ese lugar que era perfecto para admirar las estrellas iluminando su sueño hecho realidad y también meditar, desahogar todas las molestias que afligen su corazón, poder dejar libres las penas, dedicarle mensajes a su Aniki, palabras que un día se las diría de frente, camino lento, y con el destino de su lado.

DORORO: CAPRICHOS DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora